EL FASCISMO DEL SIGLO XXI

 La misma trampa

Tal vez aún no hayamos visto, ni sufrido, todo lo que el hombre es capaz de hacer contra si mismo; tal vez, lo peor e incomprensible de las secuelas producidas por las complejas relaciones en la mal llamada civilización moderna nos siga golpeando el rostro, mostrándonos esa larga e impenitente lista de desafíos globales sin priorizar, cuyas respuestas –como antes- son aleatorias y tratan de paliar los efectos de graves problemas, cuando  el cambio climático, las pandemias y la sucesión de crisis en la economía mundial, nos refleja la experimentación de la gota de agua que golpea y golpea la piedra pudiendo orarla, no por la fuerza, sino por la persistencia.

Esa realidad nos sigue planteando retos relacionados con la visión de un presente hilarante que nos orilla en un futuro incierto frente al capitalismo que debió buscar el beneficio y la competencia sana en los mercados, pero que muestra niveles degradantes que lo han llevado a “lavarse la cara” varias veces, debido a una serie de problemas y crisis que se derivan de la desaceleración de una economía arteroesclerótica cuyo decrecimiento muestra un ritmo preocupante, mientras, según los expertos, la pobreza material en cambio, “avanza aceleradamente”, todo, gracias, precisamente, a ese t0rpe afán de temerle a «los cliché de progresistas» que los lleva disminuir incentivos, lo que produce perspectivas mediatizadas de crecimiento, el debilitamiento de la inversión y, de manera natural, mayor crisis, con  el consabido aumento de la deuda externa y un estilo de vida de la población signado cada vez por mayores restricciones y el aumento de la pobreza.

El siglo XX, pese a las nuevas ideas, la incursión de las masas en politica, el fortalecimiento del sindicalismo y la fundación del APRA como gran partido del pueblo, fue catastrófico para el poder oligárquico.  José de la Riva Aguero había retornado de Europa y las ideas fascistas reboloteaban en el escebnario nacional bajo su inspiración y la del notable activismo de Luis Alberto Flores Medina, personaje que junto a Luis Miguel Sanchez Cerro fundó el partido «Unión Revolucionaria», dando vida al ensayo precursor del «fascismo a la peruana» que dedicó todo su esfuerzo a la confrontación con el partido de Haya de la Torre, mostrando desde sus inicios, el impacto de la filosofía del crimen hecho doctrina, desapareciendo todos los niveles de tolerancia para dar paso al sugimiento del Antiaprismo (espacio del pensamiento totalizador) con el que los  regímenes de intolerancia, discriminación y odio signaron el derrotero de la Nación. En 1932, el «Año de la Barbarie,» como hito macabro de un período de la prolongada Guerra Civil, fue testigo de las caravanas de muerte que conducían a miles de presos políticos para ser asesinados en improvisados paredones de muerte en las tierras de la cultura Chan Chan, al norte del país, lugar donde los apristas sufrieron la ilegal pena capital, acusados del delito de luchar por las libertades, convencidos de que solo el aprismo salvaría al Perú.

A fines de los años 90 del siglo pasado, el viejo capitalismo (que ya contaba con “mil rostros”), perdía la batalla ideológica y política frente a la enorme fuerza moral popular de las fuerzas del auténtico progresismo democrático, el mismo que se seguía reclamando de izquierda  por su lucha al servicio de los que menos tienen, en todos los planos del quehacer social donde bregan por sentar las bases de la justicia social, un aspecto que produjo «terror» en los defensores del capitalismo a ultranza , quienes habiendo alcanzado un “estatus salvaje”, consideraban, absolutamente confundidos,  que todo asomo de progresismo se encuentra reñido con la “libertad del mercado” , confundiendo erróneamente al histórico progresismo precursor de las revolcuión democrática,  con la estafa chavista del corrupto «socialismo del siglo XXI», sosteniendo además, que el propio capitalismo «acabaría por su propia dinámica con las groseras desigualdades en la sociedad”.

Si bien la lucha politica se mantuvo sin treguas por las décadas siguientes, incluyó directamente a la fuente operativa del imperialismo,  el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuando a esas alturas de la historia, el capitalismo había aceptado la necesidad de cambiar el modelo, razón por la que -en medio del debate mundial de las ideologías-, tuvo que robarle al socialismo que despreció siempre, la idea de la seguridad social universal y la planificación (antes expresiones químicamente puras del socialismo) para “darle al capitalismo un rostro humano”, difundiendo, de paso, frenéticamente, las tesis del “fin de las ideologías y el ocaso de los partidos políticos”, banderas con las que el conservadurismo saludó la llegada del nuevo siglo XXI con alegorías y banderines propias del pragmatismo neoliberal que se ponía de moda.

Para el socialismo democrático y para las fuerzas de la izquierda democrática latinoamericana, especialmente el aprismo de Victor Raul Haya de la Torre,  el pueblo seguía siendo la inspiración de todos sus esfuerzos y por tanto, todo lo que lo afectaba las libertades, garantías y la moral revolucionaria, resultaban contrarios a sus motivaciones.

Por eso el escenario de lucha se reabría con el enfrentamiento a las fuerzas de la oligarquía, pero, tambioén, al incompetente y corrupto “socialismo del siglo XXI”, corriente que terminó liquidando la reserva moral y el altruísmo de la izquierda histórica, encumbrando a un militar más, al altar de las dictaduras. Hugo Chávez Frías, fue desde entonces, responsable del hecho que la histórica denominación socialista, gracias a la perversa narrativa y el necio actuar político gubernamental del “chavismo” latinoamericano, fuera relacionada directamente con las peores experiencias totalitarias de las dictaduras comunistas y corruptas del mundo.

Chávez se murio sin reconocer que la denominación  del “socialismo del siglo XXI” no le pertenecía a él, sino que fue una idea que surgió de la reflexión del sociólogo alemán Heinz Dieterich Steffan[1] quien en una entrevista realizada el año 2007, reconoció haber inventado dicha denominación, a propósito del análisis que realizaba en torno al socialismo soviético y la teoría de la transición latinoamericana, diez años antes que el “chavismo” lo hiciera suyo en el V Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, el año 2005.

Si bien en los años siguientes el “chavismo” usó como escudo al socialismo, esta no fue una influencia que el militar venezolano hubiera recibido, mucho menos estudiado, por lo que solo representó “una marca” con la que navegó en el anecdotario político regional, proyectándose  hacia Bolivia y muy pocos países de América Latina (que incluyen quienes vieron en la brisa  regional, una oportunidad para lograr fondos que, de otra manera, no hiubieran llegado por ejemplo a Nicaragua, ni a Argentina), siendo atacada por la izquierda latinoamericana por el fraude que representaba y, también, por la derecha política y el neoliberalismo ideológico conservador que descubrieron «el alma corrupta de la tiranía» y las razones para desenmascararla y, de paso, una extraordinaria justificación para la fracasada reunificación del pensamiento conservador.

Hay quienes creen quje el significativo avance del fascismo en Europa (Italia y Francia sobre todo), alienta una réplica latinoamericana, nada más falso, menos si vuelven los estigmas que reviven la cultura del odio y la discriminación convertidas en “antis” , las mismas que, siendo parte de dinámicas singulares, pone en marcha un plan destinado a golpear colectividades políticas, como quien discrimina por raza, sexo o ideas, una filosofía en la que se han  manejado cómodamente, siempre,  las derechas, cuya experiencia el aprismo peruano conoció perfectamente a través de más de seis décadas de cruel e insana persecución, carcelería y martirologio.[2]

No identificar en esta hora la naturaleza y gravedad del escenario descrito, ayuda a que surjan propuestas que ensombrecen el panorama del presente y su implicancia futura, ya que, al no haber aprendido de los errores del pasado, las sucesivas crisis de los países latinoamericanos determina la preeminencia de economías deficitarias, agotadas tras  improductivos ensayos populistas que desbordaron la política, imponiendo una realidad amoral y corrupta que subsiste aggiornada a borbotones por la demagogia y la normalización de la desaprensión que parecen ser las principales características de los nuevos modelos gubernamentales de la ultraderecha conservadora.

Ayuda a esta perspectiva antipopular, el hecho de que en los países conservadores se sigue quebrando todo atisbo de gobernanza y cuestionando torpemente la ayuda social en el marco  de la idolatrización de una economía «dizque» libre, pero empeñada en patrocinar privilegios de monopolios, oligopolios y las fuerzas que gobiernan el mercado, por lo general, bajo la peregrina idea de que éste (el mercado) es omnipresente porque está en todo, omnisciente porque puede explicarlo todo y omnipotente porque las fuerzas que se desarrollan en él modulan todos los comportamientos de la vida social.

La ultraderecha europea señaló el nuevo rumbo que seguirán las fuerzas conservadoras latinoamericanas que siguen intentando responder las posiciones del progresismo de la socialdemocracia y la izquierda democrática aprista, ensayando el resurgimiento de un tipo de fascismo usado como vehículo eficaz y «tercera posición» que trata de ubicarse entre la oligarquía conservadora tradicional y las fuerzas comprometidas con el cambio social que desprecia, no solo porque afecta sus intereses, sino, porque para poder imponer su pensamiento totalizador y seguir controlando los Estados, necesita vencer política e ideológicamente, organizar una falange, y difundir propagandísticamente los estigmas y dogmas que normalicen el culto a la violencia y la consolidación del odio en el poder, un asunto por lo menos impensable.

En este escenario sin embarho, la polémica no es teocrática porque no hay nada más mundano que la economía, y por eso, hay que aclarar la confusión que se produce cuando se alude el progresismo histórico de las ideologías constructivas de izquierda refiriéndolas como si fueran anacrónicas y perversas, confundiéndola con el llamado socialismo del siglo XX, cuya aclaración resulta un asunto fundamental, ya que los movimientos democráticos de izquierda no tienen relación alguna con el fracaso del comunismo y, mucho menos, con las posturas involutivas del llamado socialismo del siglo XXI defendido a ultranza por el Foro de Sao Paulo, un lugar que por cierto, es desde donde se patrocinan liderazgos, ideas, gobiernos y movimientos caracterizados por restringir las libertades, limitar las posibilidades de realización de los ciudadanos, impedir el desarrollo de la conciencia expresada en la verdadera organización popular que sabe que, aplicar recetas económicas sin control del gasto público, exacerbar el asistencialismo y, en consecuencia, defender una política de subsidios indiscriminados, corresponde al espíritu reaccionario del populismo, una prospección doctrinaria de raíces autocráticas que junto a la oclocracia exacerba al lumpen.

Según  el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su libro “Vindiciae Gallicae”, la oclocracia se describe como “la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo”[3], constituyendo estas ideas, un retroceso que afecta a las masas, conspira contra la organización revolucionaria del pueblo e impide la generación de los cambios necesarios para vencer la explotación, la opresión y la extrema pobreza material en la que parecen coincidir la experiencia de gobiernos del socialismo del siglo XXI y, ahora, del Fascismo del siglo XXI.

En este sentido, si bien Jair Messias Bolsonaro aparece con mayor nitidez el empeño de modernidad del fascismo de la extrema derecha brasilera con el abrupto retiro de las protecciones del Estado, la reducción de su presencia social, su cada vez menor rol empresarial, su ausencia en la afirmación de valores para la protección ambientalista, la defensa de tierras cuyas comunidades originarias reclaman como propias y una interminable plataforma conservadora que incluye el rechazo a la eutanasia, la legalización del aborto, el reconocimiento de la unión de hecho entre personas del mismo sexo y, un largo excétera, llena de discriminación y posturas patriarcales, propias de una sociedad brutal que llega al extremo de normalizar en nombre de una neo-divinidad trastornada, esa justicia humana que aspira al orden, pero en una civilización que legitima la violencia, tolera la tortura, permite la muerte y normaliza el sufrimiento, para aceptar los crímenes de lesa humanidad.

Una bárbara dicotomía enfrenta en competencia en estos tiempo a los incompetentes que han hecho de la política de la región una tribuna de odio que se responde con el mismo tono tras el encumbramiento de otra personalidad alharacosa, el argentino Javier Milei, quien se hizo presidente de Argentina para convertirse en lo mejor que le ha pasado a ese fascismo que usa un pragmatismo conservador solo para ponderar “las bondades del mercado que todo lo puede” y al que hay que combatir con firme desición.

Pero, por si acaso, alguien  necesita refrescar la Memoria historica de la nación, aquí van algunos nombres llenos de protagonismo criminal fascista: Luis Miguel Sánchez Cerro, Augusto Benavides Larrea, Manuel  Odría,  Juan Velasco Alvarado y Alberto Fujimori (Perú), Tiburcio Carías Andino (Honduras), Fulgencio Batista y Fidel Castro (Cuba), Gustavo Rojas Pinilla (Colombia), Carlos Castillo Armas (Guatemala),  Rafael Videla (Argentina), Hugo Banzer (Bolivia), Joao Baptista Figueiredo (Brasil),Augusto Pinochet (Chile), François Duvalier (Haití), Guillermo Rodríguez Lara (Ecuador), Anastasio Somoza y sus dos hijos Luis y Anastasio (Nicaragua), Manuel Antonio Noriega (Panamá), Alfredo Stroessner (Paraguay), Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana), Juan María Bordaberry (Uruguay), Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez frías y Nicolás Maduro (Venezuela) constituyen distintas personalidades y narrativas que sin embargo, no debemos olvidar porque parecen alimentar bocanadas de violencia en el comunismo y el fascismo, extremos que parecen alimentarse de los mismos errores del pasado trágico indoamericano en la que tiranías  y dictaduras civiles y militares, todas sangrientas y feroces, se regodeaban como personajes extraídos de los dramáticos anillos de condena de la Divina Comedia de Dante Alhieri.

————————————–

[1] Revista Kaosenlared.net. Cristina Marcano. Entrevista a Heinz Dieterich. Visto el 26 de julio 2024 en:  https://web.archive.org/web/20110520094850 /http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=28818

[2] Luna Segura, German. Combatientes sin Tiempo. Insurgencia y Barbarie (Perú 1931-1935) Edit. GL/Búho. Lima 2020.

[3] Mackintosh, James. Estudos del siglo XVIII. “Vindiciae Gallicae”. Edit. Vol.14 Nro.3. Publicado por The Johns Hopkins University Press. (1981)

APRA: CIEN AÑOS DESPUÉS

7 de mayo de 1924

El APRA, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, cumple  su primera centuria y lo hace en medio de una dramática realidad latinoamericana en la que, más allá de los temas de la coyuntura local, es la moral pública la que está en entredicho. Esta circunstancia parece no distar mucho de aquel dramático momento de 1924 en la que se fundó el partido, desarrollando un largo y por momentos empedrado camino de sacrificios y  lucha por las libertades, empeñados en la construcción de una sociedad democrática en la que el hombre debe ser, efectivamente, como lo pensó Victor Raul Haya de la Torre, el fin supremo de la sociedad y el Estado.

 

Desde inicios del siglo XX, siendo muy joven, Victor Raul Haya de La Torre confrontó a la sociedad de explotación y sus gobernantes, siendo perseguido, apresado y, tras una auténtica huelga de hambre, enfermo y debilitado, fue exiliado a la ciudad de México, lugar donde el 7 de mayo de 1924, bajo los auspicios de las Federaciones estudiantiles de América y movimientos progresistas, fundó el APRA, un Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales que  organizó desde el destierro, una vasta corriente antiimperialista continental, con el objetivo de alentar la creación de partidos nacionales que pudieran responder, al unísono, a la política colonial del imperialismo de la época.

Sorprendió a los gobernantes conservadores, que el aprismo llamara exitosamente a la incorporación masiva a la política, de trabajadores, jóvenes, mujeres y todas las minorías avasalladas por el modelo económico, planteando el fin de un sistema de explotación que generaba sobre ganancias, una riqueza  concentrada en manos de muy pocos, mientras muchos no tenían absolutamente nada.

Ese es el perfil de un aprismo que combatió la República fallida que mantuvo el oprobio al compás de los devaneos de una oligarquía anti histórica que, en vez de empoderarse y buscar el progreso general, prefirió el oscurantismo de un sistema obsecuente y abusivo que despreció lo que nuestros países ofrecían como posibilidad, optando por la sumisión cortesana y el despilfarro que trajo la obtención de empréstitos al que se sumó el eventual auge del guano y el salitre que expuso el apogeo de la llamada República Aristocrática que se mantuvo, cruelmente,  sobre las espaldas de los trabajadores.

El aprismo señaló las rutas del ideal nacionalista, democrático e integracionista, para que los países del sur de América, rescatando su dignidad, pudieran negociar conjuntamente y en mejores condiciones el valor de sus recursos, obteniendo mayores ganancias, cultura y todo lo que hubiera permitido romper los frenos del desarrollo y vencer la agreste y abrupta naturaleza, creando riqueza para quienes no la tienen, sobre el crecimiento de un modelo posible que, primero, elimine sustancialmente la pobreza, genere empleo digno y ponga en movimiento la rueda de la economía para prodigar progreso, siempre, con absoluta libertad.

Cien años de vida institucional, le permite al APRA exhibir una solvente Carta Democrática que convierte al pensamiento hayadelatorriano, de fuente inspirador de la corriente antiimperialista continental de la izquierda democrática en el siglo XX, en posibilidad bajo cuyas banderas hablan del ejercicio de una ciudadanía liberadora y de gobiernos que hacen de la moral y el progresismo democrático, una ruta posible hacia el desarrollo.

En el Perú, el APRA defiende una original y creadora visión de la historia, exhibiendo, por lo menos, dos  momentos cumbres de una actividad que redefine la República. La primera, cuando tras una prolongada lucha por las libertades, inspiró la Constitución Política de 1979 presidida por el propio Haya de la Torre, quien se preocupó en consagrar en la Carta Magna, el Tribunal de Garantías Constitucionales, los derechos humanos, la seguridad social y las conquistas obtenidas por el pueblo trabajador, iniciativas apristas con las que el país transitó hacia la democracia reconstituida en 1980.

En esa misma perspectiva, el aprismo gobernó con Alan García Pérez, realizando una gestión que, con  extraordinaria inversión pública y privada, redujo sustancialmente la pobreza, generando  empleo digno y auspiciosas políticas públicas que renunciaron al asistencialismo clásico, para apostar por la participación popular, logrando índices sorprendentes en la atención de la salud, saneamiento, educación y vivienda, todo esto, en el marco del crecimiento de la economía nacional, cuyos niveles fueron comparables con los de China, el gigante asiático.

Nadie pone en cuestión el protagonismo del APRA en estos 100 años, tampoco, el impulso que le dio a la gente para que  pudiera participar activamente  en la política hasta lograr elevar la vieja idea de la moral, al  nivel programático de un movimiento que la propone como componente irrenunciable de la actividad pública, visión con la que el pensamiento de Haya de la Torre ingresó al siglo XXI, mostrando la consistencia de un verdadero partido político basado en ideas y programas que convocan ciudadanos sin distingos y, para la misma causa liberadora que desde hace un siglo reorienta el curso de la historia del país y de Indoamérica, la patria grande continental.

 

 

MILEI FRENTE AL PERONISMO Y EL ENCANTO DE LOS MODALES FASCISTAS

Exclusivo para la Plataforma de «HORIZONTE POSIBLE»

 

Las preocupaciones parecen no provenir de las propuestas de Javier Milei, sino, del tono altisonante de una postura con rasgos de intolerancia, insensibilidad y desaprensión, un estilo que, sin duda, le traerá al nuevo régimen, un problema que apellida Perón.

 

El drama de nuestras sociedades da para todo, incluso, para que el tono autoritario del neofascismo se ponga de moda y la popularidad de los outsiders neoliberales generen entusiasmos, arrastrando un tufo antidemocrático que trata de subordinar todas las esferas de la sociedad a su visión ideológica totalizadora, la misma que se expande donde la confrontación política toma ribetes delictivos insospechados y la corrupción se impone transversalmente, despertando falanges totalitarias, con rasgos ultranacionalistas y por lo general de extrema derecha, que se posesionan en el hartazgo de la gente, hurgando en sus fibras más íntimas para afincarse en las bases fofas de un patrioterismo lleno de desaliento y frustración colectiva, exacerbado por reacciones histriónicas y generalmente patológicas de personajes “destinados” a lavarle el rostro a la derecha política tras una suma interminables de fracasos en la historia mundial.

En los últimos tiempos, el camino parece haber sido allanado por la ultraderechista Marine Le Pen en Francia y Jair Messias Bolsonaro en Brasil, donde todo parece indicar que el extremismo económico fundamentalista de los conservadores se abrió paso bajo la misma patente neoliberal de los pragmáticos que venían tratando sin éxito desde finales del siglo XX, de borrar todo atisbo social que consideran despojos de una etapa de sublimación idealista, pero sin responder por sus propias responsabilidades en los efectos del modelo económico que precarizó la vida social toda la pasada centuria, generando condiciones para la protesta social frente a una economía supeditada al pago de la deuda externa y, con una educación -eje del desarrollo-, convertida en un laboratorio de ensayos individualistas cuya superestructura terminó deformando la voluntad de los jóvenes bajo la doctrina del “no importa nada, solo los índices positivos de una despersonalizada e insensible macroeconomía”.

Aunque las crisis que vivimos los países indoamericanos parecieran ser las mismas, su origen y la profundidad de la perversión moral que se produce en cada país ha sido de tal magnitud, que removió todo tipo de liderazgos, incluyendo los empresariales y culturales, mostrando la política como anacrónica y amoral, un escenario en el que la tentación totalitaria se desplaza cómodamente apoyado en un bastón de formas autocráticas y con una prédica desesperanzada y fatalista que sirve para anunciar “la buena nueva de la recomposición neoliberal“ y, con ella, el fin de las políticas en defensa de la vida, la dignidad y el progreso social.

Para hacer viable el camino anunciado, el neofascismo propone acabar con todos los gastos, incluyendo, naturalmente, el mayor de todos, el de la asistencia social, una decisión a la que le sigue otra, la de la privatización indiscriminada que significará el remate de la propiedad pública, con el consecuente despido de millones de trabajadores del campo y la ciudad a quienes se le arrebata el futuro, en medio de una farsa de prosperidad pragmática que devuelve teóricamente, índices en azul en las cuentas fiscales, mientras millones de familias caen de forma incontenible en la miseria material de un modelo de sociedad que América Latina conoce bien, porque hizo por décadas, mucho más ricos a unos pocos, y absolutamente pobres a millones de ciudadanos que, embadurnados de dolor y sangre, ya no les quedaba nada por perder.

Argentina es una joda, dicen los muchachos agolpados en las escaleras de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, sin saber si perderán los subsidios del Estado, razón por la que el triunfo de Javier Milei no parece producirles mucha algarabía, trasmitiendo, en cambio, preocupación por la mayor polarización del país, sobre todo, si el primer poder del Estado, el Parlamento, mantendrá al tope los colores peronistas contra los que Milei tendrá que jugar desde el ejecutivo su más importante partido.

Estas elecciones no han medido la trascendencia de sus resultados en el tiempo, ni la calidad del voto que recibió el actor mutado sin carnet a la política, quien cree, además, que la “ola anticorrupción” le dará suficiente oxígeno para resistir esta maratón que recién se inicia y en la que -cuál cruzada religiosa- anuncia cumplir las recetas del Fondo Monetario Internacional, dolarizando la economía, un hecho cuyas consecuencias serán devastadoras en el plano social-popular, sin mencionar, además, que lo que se emprende es en realidad, el gran negocio del remate de los activos de la nación argentina, dizque, “para sanear las brechas del mismo sistema neoliberal que las creó y, que ahora se promueve con un nuevo y dislocado rostro” para cumplir una tarea harto complicada, en un país donde se pretenden seguir recetas norteamericanas que no generan mucho afecto, sobre todo porque los argentinos crecieron mirando la grandeza de la cultura europea del desarrollo y no, las hamburguesas y la Coca Cola que suele ofrecer a un dólar, el Tío Sam.

Pero si bien el desaguisado entre el discurso y la futura obra de Milei produce harto desconcierto, que millones de argentinos votaran por el peronismo, poniendo en riesgo el triunfo de Milei, no significa que santifican la terrible corrupción desatada con Carlos Menen y que continuaron los Kirchner tras la aplicación de recetas neoliberales en Argentina, golpeando directamente la filosofía histórica del peronismo que, pese el desastre moral, ha sabido mantener firme su defensa histórica tras la imagen popular de Evita entre el pueblo.

¿Podrá entonces Milei robarle al peronismo una tregua mínima?

Poco probable, si se mantienen los anuncios confrontacionales de estos días. Los peronistas no renunciarán a todo aquello que los hizo parte del sentimiento nacional argentino y, menos, a la asistencia a sus descamisados ni, a los trabajadores que, en general, mantienen la poderosa maquinaria sindical de la CGT (Confederación General del Trabajo de la República Argentina), que viene siendo puesta a prueba todos los días.

El peronismo puso a su controvertido ministro de economía como candidato en la campaña y los medios de comunicación montaron una campaña contra los rastros de la corrupción de Néstor Kirchner y los Fernández (Alberto y Cristina), sin que los resultados de la votación en el parlamento y la elección presencial misma, hayan sido contundentes en favor de Milei, quien ganó raspando, una peligrosa señal que podría indicarnos que esta victoria, en el tiempo medio, podría resultar pírrica.

Argentina parece seguir viviendo tras las huellas de Perón y Evita -quizás su mejor momento-, y no detrás de la suerte de la corrupción de algunos «peronistas», justo en el momento en el que Javier Milei podría sucumbir en un país que parece aniegado de desesperanzas y en el que “el loco” sigue saltando en medio del charco porque no se le ocurre nada más allá, que la infeliz idea de echar mano a la asistencia social con la que subsisten los argentinos, como un pretexto para liquidar en realidad todo lo que pueda recordarles al peronismo.

Por otro lado, el discurso anti peronista proviene parcelado de diversas canteras, apropiándose solo, de la mitad de los votos, mientras la otra mitad, sigue siendo un puño popular y peronista. Los extremistas, entre radicales conservadores y fascistas, gritan entusiastas “su victoria” consumiendo sus propias mentiras y aggiornando sus posiciones con ese odio a la “clase política” de la que el diputado Javier Milei forma parte desde hace mucho tiempo, mientras los peronistas esperarán un mejor momento para dar la batalla.

El anunció del nuevo mandatario en torno a que «hoy comienza la reconstrucción de Argentina» es, en realidad, una advertencia sobre lo que va a destruir, renunciando, probablemente, a la necesidad de aprender a vivir civilizada y democráticamente, discrepando y produciendo cambios que no afecten a la gente. Finalmente, la dosis de tolerancia que parece faltarle al nuevo gobernante es la que necesita para hallar una gobernanza que parece serle esquiva, debiéndole extender la mano a un peronismo que detesta, pero que late bajo el recuerdo de “Evita” con quien, a pesar del fascismo y de Milei, el pueblo canta y actúa en las fábricas, las minas, el campo y en las universidades esa parte de la marcha peronista que les recuerda: “…la Argentina grande con que San Martín soñó, es la realidad efectiva que debemos a Perón”.

HAYA DE LA TORRE ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

La verdad del 23 de mayo de 1923

Las manifestaciones del 23 de mayo de 1923 contra el uso electoral de la religión y la libertad de conciencia, marcaron una época precedida por el surgimiento de nuevas ideas, la consolidación local del gran capital internacional imperialista, el desarrollo de la organización del pueblo y una sucesión de victorias y derrotas de una alianza obrero-estudiantil que abrió el camino para que las masas se organizaran e incorporaran a la política, consolidando nuevos liderazgos éticos y sociales como el de Victor Raul Haya de la Torre, el gran animador de ese activismo popular que produjo temor entre una oligarquía que optó por responder con violencia tratando de mantener su poder y recurriendo al uso abusivo de todos los recursos represivos contra ciudadanos movilizados en oposición al gobierno.

Aquí nos acercamos a la verdad histórica:

Haya de la Torre Entre el cielo y el infierno

LUIS NEGREIROS VEGA: MORIR PARA SEGUIR VIVIENDO

Un día como hoy, el 23 de marzo de 1950, fue vilmente asesinado el secretario general de la Confederación de Trabajadores del Perú y del Partido Aprista Peruano, Luis Negreiros Vega. Su muerte, pese al tiempo transcurrido, provoca rebeldía y sigue siendo una herida abierta en el corazón de los trabajadores.

Aquí un extracto del libro publicado en su memoria. 

NEGREIROS VEGA marzo 2023

TRIBUTO AL POETA ALBERTO VALENCIA CÁRDENAS

 GRANDE Y GENIAL EL POETA, VIBRANTE Y VALIENTE EL MAESTRO…

Haya de la Torre y el poeta Valencia

!Me inclino reverente ante su recuerdo! 

 
Alberto Valencia Cárdenas desde muy joven se integró a la comunión de hombres libres dispuestos salvar la nación, siguiendo el mensaje de Haya de la Torre, con la misma intensidad con la que algunos años después fue parte de los llamados «Poetas del Pueblo».
 
En su genial obra, aparecen sentidas páginas de un estremecido relato de la realidad de angustias y pesares con las que sobreviven el pueblo silente al que le tocó cargar la miseria sobre los hombros para seguir enriqueciendo a los que detentaban el poder. 
 
Gocé de su afecto, fui su alumno en la universidad  y compañero de ideales, permitiéndome ser testigo de su andar inagotable de preocupaciones con las que  aprendió a amar más al Perú. 
 
Contertulio de hombres de la talla de Ramiro Prialé y Luis Alberto Sanchez, pronto se hizo indispensable en el análisis de la realidad al que aportaba, a veces con desenfado,  esa sensibilidad especial de la que adolecen otros políticos sin humanidad. 

Cuando Alberto Valencia se marchó el 2005, entre Altas Letras y el sentido cántico aprista que señala el Paso de los caídos, su vida agónica alcanzó la dimensión que su presencia física parecía impedir, haciéndose desde entonces, una sola con la historia de la causa que abrazó desde muy joven y con la que forjó caminos de persistencia y lealtad, siempre en la defensa de las libertades y los derechos humanos. 

El vate, nuestro poeta, había inmortalizado en el verso y la prosa, el dolor de los excluidos y el reclamo de los dolientes, por eso su existencia se considera un instrumento de realización que fue, de la reflexión pura, hacia la política como servicio.

Pasó a ocupar su puesto en el Olimpo de los Nobles Hijos del Pueblo, junto a los que marcharon antes, legándonos la tarea inconclusa de la justicia social y el bien común, por eso, que escuche el que tenga inteligencia y vea quien descubra sus ojos, porque aquí está el hálito del poeta que nos recuerda la profecía:

«Cantemos alegres los viejos combates,

las nuevas hazañas, los viejos dolores

(la palabra es triste).

Que nadie recuerde las negras prisiones

Pues Dios es un viejo que todos los días

conversa en las tardes de Filosofía

(la palabra estalla).

Miles de palomas,

almas extraviadas en la madrugada

inundan el cielo con broncos aplausos

que van alejándose hasta los confines

de una nueva historia.

¡La palabra es blanca y es voz y esperanza

que anuncia el mañana!»

                                                      Alberto Valencia

Y la palabra quedó escrita en piedra…
Ubicados de Izq. a der.: Luis Carnero Checa, Guillermo Carnero Hoke, Eduardo Jibaja, Alberto Hidalgo, Gustavo Válcarcel, Victor Raul Haya de la Torre, Alberto Valencia Cárdenas, Antenor Samaniego, Manuel Scorza, Julio Garrido Malaver, Ricardo Tello y Mario Puga.

MANUEL ARÉVALO CÁCERES Pasión y muerte de un líder proletario aprista (Extracto)

Una cruz a la vera del camino

 

“…Y porque hablo en nombre de todos los compañeros del Partido, tengo la obligación de entregarte un regalo. Yo sé que no van a entenderlo ni verlo siquiera los que no son apristas. Traigo en este cofre de espíritu, el viejo tesoro del aprismo. Abrimos una roja tapa de sangre y conmigo están – todos los vemos- las cuatro palabras mágicas de nuestra fortuna. Allí las puso Manuel (Arévalo) antes de irse hacia la muerte esa tarde del camino frente al mar. Allí están todavía intactas, relucientes, invictas, hablando del pasado y al futuro. Te las traemos hoy, como nuestro mejor regalo hecho promesa de mantenerlas y servirlas. Porque sabemos, compañero, hermano y Jefe, que nada llegará más puramente a tu corazón que saber que decenas de miles de apristas en todo el país, van a prometer conmigo seguir cuidando el tesoro de nuestras cuatro palabras mágicas: Fe, Unión, Disciplina y Acción”.

Manuel Seoane “Recado del Corazón del Pueblo”Día de la fraternidad – Estadio Nacional –  Lima, 1946

 


“Quisiera que ustedes, los más jóvenes, siguieran el preclaro ejemplo de Manuel Arévalo (…) él no fue solamente un gran líder obrero, sino un heroico ciudadano y un autodidacta de extraordinaria cultura para su edad. Representante al Congreso a los 28 años, mártir a los 33, Arévalo fue fuerte de cuerpo y de mente y unió en su vida extraordinaria, todas las más superiores cualidades del hombre integral” 

                                                                                       V.R. Haya de la Torre, rteunión con tejedores 17 de febrero de 1946


 

 Aproximación al hombre y su ideal

El hecho que la biografía de un trabajador sea tan rica en realizaciones trascendentes, contenidos principistas y alta conciencia cívica, no debería llamar a sorpresa.

La historia de nuestros países y pueblos está llena de ejemplos de heroísmos cotidianos que contrastan con la suntuosidad de los insulsos y fatuos desprendimientos de las oligarquías que aparecen en narrativas en las que se tuerce la verdad para que los ricos luzcan misericordiosos, desprendidos y patriotas, mientras soslayan en el registro oficial, las gestas producidas por los pobres y el rol de sus esclarecidos dirigentes, aunque éstos hayan entregado la vida por causas de solidaridad, justicia y libertad.

Manuel Jesús Arévalo Cáceres fue un hombre sencillo del campo y autodidacta dedicado al trabajo desde muy niño. Colaboró entusiastamente para vencer la adversidad de la escaséz material y se lanzó a la búsqueda de mayores y mejores oportunidades mientras se formaba como hombre de bien, reconociendo su entorno y comprometiéndose con los esfuerzos de cambio que ya impulsaba el anarcosindicalismo, tratando de acabar con la brutal explotación que sufrían los trabajadores, entre los que forjó conciencia suficiente para vencer la apatía y el fatalismo, males que usaba el conservadurismo para mantenerse en el poder y desde allí, condenar al más abyecto oscurantismo a los pobres.

Arévalo sabía de la urgencia de realizar cambios, pero también, que el primer gran esfuerzo para lograr la transformación de la política y la economía, debía ser el del cambio del hombre-trabajador condicionado por siglos al individualismo, al consumismo y una lesiva pasividad que se propuso combatir para ponerle fin, a partir del redescubrir de los valores que hicieron grande nuestro pasado como pueblo y nación, acometiendo -con clara conciencia social-, nuevos objetivos, roles y responsabilidades en la construcción de ese futuro mejor que solo podía ser posible, permitiendo que, como ha sucedido durante casi todo el siglo XX, el movimiento popular indoamericano -del que Arévalo constituye un paradigma-, siguiera siendo la vanguardia organizada de los que menos tienen en medio de la larga e inagotable lucha por la justicia social.

Con un impresionante y dedicado activismo, irrumpió en el mundo obrero-campesino, respondiendo este joven y esclarecido dirigente liberteño, al impulso de los nuevos tiempos con la consistencia de las ideas que abrazaba, pero consolidando, además, un liderazgo que patrocinó la exigencia de derechos largamente postergados y la conquista de beneficios orientados a la mejora de las condiciones generales del trabajo, sin lamentaciones, ni actitudes desesperadas y dando pasos certeros hacia un nuevo modelo de convivencia ciudadana con mucho menos desigualdad.

Las características del modelo propuesto y su protagónico rol personal en la consecución de los objetivos trazados, nos lleva a hacer un alto en la presencia de Arévalo, poniendo énfasis en la dimensión del valor del hombre, pero comprendiendo cuáles fueron los demás elementos que se conjugaron en el momento que le tocó vivir, permitiéndole avanzar exitosamente en lo que puede ser definido como un activismo innovador que promovió la unidad sobre compromisos que confrontaron el abuso y pugnó por abolir la explotación del hombre por el hombre, inflamando voluntades con las que el pueblo organizado conseguiría victoriosas jornadas en esa marcha transformadora llamada a convertirse en el sostén del ejercicio de una nueva y plena participación popular, notoria desde los primeros años del siglo pasado.

La vida de Manuel Arévalo constituye un ejemplo que nos aproxima tempranamente a la filosofía misma de una legítima rebeldía popular, una que viene del pueblo y retorna a él sembrando experiencias y retroalimentándose a través de vidas consagradas, de voluntades puestas al servicio de objetivos superiores que ayudaron a moldear el perfil del nuevo hombre indoamericano, en la perspectiva de un futuro distinto al que defendía la sociedad oligarca, elitista y excluyente que vapuleaba el frágil interés humano para someterlo, ninguneando los gestos insurgentes del pueblo pobre al que quisieron mantener en la letanía de una historia de tiempos horizontales cuya narrativa resaltaba solo el protagonismo insulso de los ricos, como si en el contexto de la vida social de los pueblos nunca pasara absolutamente nada distinto a lo que ellos hacían.

La noción de posibilidades, progreso y solidaridad que incorpora Manuel Arévalo al discurso proletario, le devuelve protagonismo a la agremiación que se enriquece con los impulsos revolucionarios que llegan con el inicio del siglo XX, permitiendo realizaciones creativas y la aplicación de nuevos métodos de lucha en las que participa el pueblo cuya conciencia se eleva, orientando sus esfuerzos hacia el fortalecimiento de la organización sindical moderna, aquella que insiste en rescatar a los ciudadanos del oscurantismo en el que viven, imponiendo una cultura de solidaridad en el que la unidad en la acción, es capaz de vencer esa otra idea de “fatalidad inexorable” por la cual los ricos hacen creer que, quien nace en la pobreza material no solo es un discapacitado emocional y moral, sino, un ser incapaz de emprendimientos y negado para superar esa realidad adversa, un estadío en el que además, abandonar los estudios “es lo que siempre sucede” para que haya mayor posibilidad de acceder a laborar, abaratando la mano de obra del trabajador, fuerza productora a la que consideran un elemento de segunda clase, contratable o vendible, característica despreciable de un tipo de  semi-esclavitud que pretende que el trabajador siga siendo la fuerza generadora de una riqueza ajena.

Una característica que vale la pena resaltar, es que Arévalo abandonó  el “yo” de las satisfacciones individuales, para defender el “somos” que guía la fuerza constructiva de un tipo de progresismo en el que no es posible omitir el aporte del anarcosindicalismo, ni el pensamiento político de Victor Raul Haya de la Torre, expresados en la palabra y la acción de preclaros líderes populares como Nicolás Gutarra, Adalberto  Fonken, Julio Portocarrero, Miguelina Acosta, Carlos Barba, Arturo Sabroso, Manuel Guerrero Quimper, Magda Portal y Manuel Seoane, personalidades con los que, entre otros, descartó la vieja asociación de pobreza material, trabajo manual y mala suerte, con esa rebeldía anárquica y violentista a la que opuso, a partir de la exacta comprensión del problema económico y social, un modelo de organización donde una nueva filosofía de la transformación llamaba al proletariado a romper con el pasado vergonzante, para  incorporarse al proceso de reedificación de su propia identidad, socializando múltiples y realizables inquietudes que fueron dejando sin posibilidades a la utopía del socialismo igualitario y la dictadura proletaria, asumiendo un programa de transición revolucionaria como un espacio temporal posible, preservando sobre todo, la defensa de la libertad, priorizando el objetivo de la democratización de la economía para garantizar a todos los ciudadanos, el bien común.

Como respetado líder de los trabajadores y gran dirigente político, Arévalo avanzó de la mano del anarcosindicalismo precursor hacia el pensamiento y la obra del aprismo, fortaleciendo la noción del frente único, una alianza pluriclasista de trabajadores manuales e intelectuales, un movimiento progresista de vanguardia que libraría en lo inmediato, dos tipos de batallas, la primera, contra las formas groseras de explotación y otra, de igual o mayor importancia, confrontando los vicios impenitentes que afectaban la conducta social de los obreros en particular y los trabajadores en general, debido a la proliferación del alcohol, el opio y el ocio difundidos masivamente entre los pobres que veían aletargada la voluntad del hombre, quebrantaba su moral y desaparecida la disciplina, ahondando los serios  problemas de salud sobrevinientes, que se sumaban a los económicos de fuerte impacto familiar y social.

Fueron importantes los proyectos desarrollados por Arévalo y también, innumerables las agremiaciones y colectivos a los que acompañó en medio del sufrimiento que anidaban entre la supuesta prosperidad de las haciendas azucareras y la naciente industria, razón por la que levantó todas las veces que fue necesario, su voz firme y decidida, reclamando unidad y lucha persistente, exigiéndole a sus hermanos, solidaridad constante, dejando severa y persistente constancia de la obligación de proscribir a los más perversos enemigos de la clase trabajadora, es decir, al divisionismo, el personalismo reaccionario y la traición.

De allí su vocación promotora de una férrea disciplina, justo en un tiempo en el que ya se había convertido por mandato del pueblo -como años después lo haría Luis Negreiros Vega- en la cabeza visible del activo y combativo sindicalismo proletario y la organización clandestina del aprismo norteño, llevando tras él, columnas de hombres libres defensores de las libertades que marchaban sin descanso hacia la confrontación por mejores condiciones de vida.

La orden que el general Óscar Raimundo Benavides Larrea heredó de su antecesor, el también presidente y tirano Luis Miguel Sanchez Cerro, fue simple: “asesinar a Manuel Arévalo”. Pensaban que, con el crimen del líder de los trabajadores, terminarían las manifestaciones de protesta y vencerían finalmente la oposición del aprismo y el movimiento obrero. Se equivocaron.

Las manifestaciones sociales que el pueblo producía no representaban la perspectiva de un hombre ni de una sola organización, por importante que esta fuera, eran reacciones producidas sobre la base de ideales y compromisos que se hacían carne entre la gente. Por eso, contra lo que suponían los regímenes de oprobio, el sufrimiento y crimen cometido contra Manuel Arévalo, se convirtió en fuente de inspiración, radicalizó la acción popular y sumó un significado distinto a la lucha misma, incorporando una idea mucho más clara de la estrategia en la lucha obrera que entendió entonces, la urgencia de consolidar plataformas comunes y unitarias que permitieran confrontar la realidad política, buscando mantener al tope la dignidad de los pobres en una gesta sin cuartel contra los embates de las tiranías, incluso, en plena clandestinidad.

La noticia de la muerte del líder sindicalista y político produjo un tremendo impacto en la moral combatiente de los trabajadores, en sus organizaciones y en las bases del Partido del Pueblo, como se conocía al aprismo peruano, pero desde que Arévalo pasó a la inmortalidad, vio sus ideas elevadas al infinito de la gloria y multitudinariamente difundidas.

Las investigaciones concluyeron que Salomón Arancibia, el mismo miserable que alteró la información y condujo a la muerte a Manuel Barreto Risco “Búfalo”, en el asalto al Cuartel O´donovan en la revolución popular de Trujillo del año 1932, fue el que, reeditando aquella conducta vil, recibió pago por entregar al líder obrero. Arévalo, por su parte, tras su captura, se elevó por encima de sus perseguidores y aceptó su militancia sindical y política con honor y valentía, alejándose una y otra vez -cuando la muerte lo acechaba a cada instante-, de las flaquezas que produce el comprensible temor humano.

Sus pensamientos estuvieron dirigidos hacia los suyos, a la familia, a sus nobles compañeros de los cañaverales, a los obreros que mantenían la organización obrera con el riesgo de su propia seguridad, a las cooperativas que impulsó y, hacia Victor Raul, su hermano, el jefe del partido y conductor de la revolución transformadora cuya vida debía ser preservada porque con él, subsistía el derecho de los pobres a un mejor destino.

Ramiro Priale Prialé y Alfredo Tello Salavarría recogieron con objetividad, paciencia y mucha dedicación, por largos años, valiosos testimonios que sirvieron a Luis Alberto Sanchez para reconstruir la historia de aquel crimen, confirmando, por ejemplo, que, en medio de los interrogatorios, Manuel Arévalo respondía cada pregunta con arengas partidarias y cada ofrecimiento de canjear su vida por la ubicación de los principales refugios de los dirigentes apristas, con una sonrisa que apenas se podía notar en su boca ya deformada por los brutales golpes.

Asi, cansados los verdugos por los procedimientos de tortura aplicados por largas horas sin conseguir absolutamente nada, sus captores lo condujeron por el Gólgota, a empellones tras cada caída, rumbo a la muerte, mientras el cuerpo maltrecho mantenía su dignidad en consonancia con aquel juramento de lealtad al noble pueblo aprista que había realizado con Haya de la Torre en las ruinas de la ciudadela pre inca de Chan Chan, donde se había fusilado a miles de inocentes el año 1932, acusados de exigir beligerantemente justicia y libertad.

La muerte de Arévalo, prohombre del movimiento popular –cual ironía del destino- – fue sin duda un tributo a la vida, una de esas circunstancias que trascienden el episodio mismo de la expiración en el umbral de la inmortalidad convertida en el corazón del proletariado en ejemplo perdurable.

Este hombre sencillo, trabajador del campo, un autodidacta, luego obrero, dirigente sindical y líder político de solo 33 años, fue canjeado por la miseria de la traición y unas monedas como un profeta de tiempos nuevos para morir finalmente, abatido por el odio y la insania, constituyendo su desaparición física un testimonio de firmes convicciones y entrega a una sentida obra liberadora, extraordinaria coincidencia con la historia de la cristiandad, donde hace más de dos mil años, los serviles de un imperio extranjero, asesinaron a quien, como Arévalo, con honor y lealtad a sus ideales, supo trascender en palabra y obra, proclamando como quedó escrito desde los orígenes de la fe: que por la verdad seríamos libres.

 

 

 

 

 

 

 

¡NO SON ABIGEOS!

Crisis, violencia y subversión… 

Puestos sobre la mesa los informes de los estragos producidos por sucesivos actos de violencia, la inexplicable respuesta del ex presidente Belaúnde ponía en evidencia la absoluta irresponsabilidad de la derecha política en el poder: “No, no, espérate, no, no, esto no es terrorismo, estos son abigeos. Cómo se te ocurre alarmar a la población”, fue la expresión crítica que quedaría registrada para la historia de la ironía.

De la sorpresa al horror

En pequeños núcleos obreros y de literatura universitaria, la inteligencia policial había detectado hacia finales de los años 70 del siglo pasado, un embrionario activismo orientado desde el discurso radical del comunismo, a la promoción de la violencia efectiva como arma política en la sociedad que aprovechaba la crisis terminal que enfrentaba la dictadura militar saliente, para generar caos, focalizando sus objetivos en la Carretera Central, lugar donde se concentra parte importante de la actividad industrial y, en universidades como San Marcos, San Cristóbal de Huamanga y La Cantuta.

Colgando perros muertos en algunos postes de la ciudad comenzaron a llamar la atención de cierta prensa que haría todo lo demás, generando historias diversas en torno a la imagen y significado de los animales muertos aparecidos -con morbo y harta zozobra incluída-,  reflejados en titulares que aumentaron la venta de sus diarios, a costa de servir de «caja de resonancia» de los objetivos primarios de una horda de muerte que en los años siguientes regaría el país de sufrimiento.

Tras un primer impacto producido en la población, se sucederían luego,  otro tipo de objetivos como los ataques a torres de alta tensión que dejaría en penumbras y sin actividad a ciudades enteras, los secuestros, las muertes selectivas y las explosiones por doquier, todos, actos de terror reivindicados desde el anonimato por el grupo subversivo Sendero Luminoso y que eran mostrados como miserables trofeos con un bárbaro saldo en vidas que crecería desde entonces de manera exponencial.

Golpeando directamente a inocentes y de manera constante, la convivencia con la violencia normalizó el terror que imponía el Partido Comunista S.L. llevando a los iniciales  “negadores del terrorismo” en el gobierno, a iniciar un cruel registro de bajas humanas, monetarizando la destrucción del patrimonio nacional desde seguras y cómodas trincheras que se fueron construyendo para protegerse, dejando expuestos a los demás peruanos a la incertidumbre y la muerte, una penosa circunstancia que los llevó a renunciar a sus expectativas, a sus bienes, a la habitualidad de sus vidas evaluando la posibilidad de emigrar del país para encontrar la paz que se hizo esquiva al verse inmersos, sin merecerlo, en los dramas de una mal llamada guerra popular que parecía ir liquidando de a pocos, al país que pasó de ser un mendigo sentado en un banco de oro, a un país sentado sobre cadáveres y destrozos materiales incuantificables.

Ciegos en la derecha y tuertos en la izquierda comunista

Con el terror como espada de Damocles encima, quedaba en evidencia que los servicios de inteligencia no se habían equivocado y que «los abigeos de Belaúnde», eran terroristas. Los conservadores, una vez más, no fueron capaces de reconocer que el hambre, la desatención de los ciudadanos, el nivel de corrupción en el Estado y la falta de esperanza en la gente, aparecían teóricamente como el pretexto perfecto para tratar de justificar la escalada violenta que puso en evidencia la incapacidad objetiva del Estado burocrático y elefantiásico para enfrentar y frenar la la banda de fanáticos fundamentalistas que se habían declarado enemigos del Perú. 

Los comunistas de la época que intgraban la izquierda radical, escondidos tras las sinuosas poses y discursos del parlamentarismo, ensayaban variopintas versiones de un confuso discurso que insistía que el poder nacía del fusil, cuando manantiales de sangre de víctimas inocentes del terror bañaban nuestra patria, resistiéndo sus principales dirigentes a aceptar que entre sus propios camaradas, en sus propias filas y con su mismo discurso, se encontraban quienes fueron capaces de poner en práctica, lo que su literatura promovía frenéticamente por décadas, por lo que la historia registra que, de la narrativa del PC histórico, al activismo terrorista de PC Sendero Luminoso solo quedaba la misma distancia que existía entre el pensamiento y la acción.

Esta fue, sin duda, una circunstancia fatal que los partidos de esa izquierda no supieron procesar, ni deslindar, prefiriendo el confort de la indefinición o la criminal indiferencia, un estado inanimado que constituyó la primera fase de una nueva posición de los ahora conversos del espécimen caviar, quienes alegan en todos los tonos, simplemente, no haber visto entonces, lo que era evidente, tratando de justificar su vocación politiquera y reaccionaria al haberse puesto de costado, para no enfrentar al terrorismo .

Las consecuencias derivadas del avance de las huestes sanguinarias de Guzmán Reynoso, émulo folclórico de Polpot y autor de un genocidio sin precedentes, se sufrieron por largo tiempo, a pesar, incluso, de la fuerza de la unidad de los peruanos que, superando la confusión de algunas autoridades, la campaña de malinformación de cierta prensa amarilla y el natural temor que producía este enemigo,  supieron enfrentarlo en cada lugar que pudieron, en fábricas, en escuelas, en universidades, en los mercados, en los grupos sociales, en el seno de la comunidad organizada, etc., escenarios en donde, a pecho abierto y asimilando la experiencia adquirida a precio de vidas humanas, se amalgamaron todos los esfuerzos con los partidos políticos, movimientos sindicales, ronderos, brigadas de autodefensa y comunidades campesinas para sumarse a la labor desplegado por las fuerzas armadas y policiales que desarrollaba labores realizadas por unidades tactico-operativas como la DINCOTE, la DINOES y el propio GEIN.

Sería injusto, sin embargo, no ponderar el enorme esfuerzo desplegado por las organizaciones civiles democráticas, entre ellas, los partidos políticos cuyo compromiso, solo en el caso del APRA, entregó miles de vidas de sus militantes por la causa de la paz, permitiendo, en la etapa más difícil de la subversión, reconocer la voz de ciudadanos que en medio de aquella lucha, reconoció al enemigo, lo desafió en el seno del pueblo y ganó la mayor y más importante de todas las guerras, la ideológica, una victoria a la que siguieron las demás que terminaron por desarticular a S.L y su pretendido Ejército Guerrillero Popular.

Entre el primer acto terrorista en Chuschi, Ayacucho, el año 1980 y el momento cumbre de la derrota político-militar de Sendero Luminoso en noviembre de 1992 -cuando en Lima se capturó y llevó a prisión a Abimael Guzmán Reynoso y los principales cuadros de Sendero Luminoso-, hay un período de tiempo que es experiencia acumulada que, sin embargo, parece haber servido poco, ya que el Perú citadino y limeño mantuvo la división literal del país en dos, dejando al Perú rural provinciano alejado de la modernidad y desatendido económica, socialmente y culturalmente.

Sin rectificaciones

Mientras la algarabía patética por la derrota de Sendero Luminoso obnubilaba algunos, el neoliberalismo aprovechó las circunstancias para desatar otra guerra prolongada, también atemporal y tan grave como la del terrorismo, aunque esta vez, desde la derecha.

Los partidos políticos que habían ayudado tanto en el proceso de recuperación de la paz, fueron las primeras víctimas. Sobre ellos, sus dirigentes y sus bases, se desataron compañas infames –increíblemente como pretendía SL antes- tratando de borrar todo rasgo de cultura progresista y desmovilizarlos sin impotar su vocación democrática, a través de un «pragmatismo» que dedicó sus mayores esfuerzos a promover el individualismo y defender febrilmente el libre mercado, en vez de garantizar las libertades y los derechos de las personas de la sociedad plural, pensando con ello, haber acabado ahora si, con los partidos políticos de ideologíay raigambre popular. 

Los conservadores se sintieron dueños absolutos de la historia, pensando seguir manejando el poder a su capricho y postergando desde el gobierno la posibilidd de resolver los conflictos sociales que varias décadas antes se habían usado como pretexto para el origen de la violencia terrorista. Pero acostumbrados al poder incuestionable, en esta etapa de su desarrollo político y sin mayores presiones, la derecha política terminó creyéndose su propio cuento al suponer que Sendero Luminoso había sido totalmente liquidado, que aquellas causas que sirvieron de caldo cultivo para su aparición y desarrollo ya no existieran, como si la cárcel hubiera eliminado su militancia fanatizada y como si se pudiera encapsular el tema subversivo por siempre (para que otro atentado como el de la calle Tarata en Miraflores no les explote en la cara), afincando el problema en donde no se sintiera, en un lugar aislado y suficientemente distante de Lima como para no verlo, es decir, allá, en las zonas de la selva, entre los ríos Apurímac, Ene y Mantaro.

Creer, como lo han hecho los defensores del Perú aristocrático, que desde Lima se puede entender y manejar la realidad del país, fue volver a suponer, erróneamente, que las ideas pueden desaparecer porque no nos gustan o, porque doy la orden que asi sea. No era suficiente detener dirigentes o duplicarles las penas porque no hay plazo que no se cumpla y, aunque su principal líder incluso esté muerto, la violencia, siendo endémica, sigue existiendo y afectando a la población y a las relaciones sociales existentes, por tanto, también ideal para seguir siendo usada como pretexto de una permanente rebeldía social.

Tras la captura de Abimael Guzmán, dos corrientes internas de S.L. se disputaron el liderazgo de la nueva etapa de la guerra popular que se iniciaba. Se impuso, a pesar de la capitulación del Comité Central, quienes planteaban la recomposición del partido y la continuación de la lucha por la vía política, dentro del Estado burgués, usando del parlamentarismo y todas las ventajas ofrecidas por el sistema. La guerra popular así, avanzaría sin los tropiezos de la primera etapa  bajo la misma visión prolongada, mesiánica y atemporal a la que sirvió y vuelve a servir la torpe caviarada que desde su participación en la Comisión de la Verdad y Reconciliación (que no  reconcilió a nadie)  y la promoción propagandística del Lugar de la Memoria (selectiva y filo violentista), introduce en su narrativa, la idea de que la pobreza, inexorablemente, lleva a la violencia y que lo que hubo en el país fue un conflicto armado, ergo, una guerra civil, denominación que le permitió inmerecidamente a los terroristas invocar el auxilio de Naciones Unidas, pasearse por el mundo con campañas propagandísticas pro SL y buscar el apoyo de los organismos de los Derechos Humanos, gracias a la imposición de una neo clasificación que usa sin derecho, términos como guerrilleros, presos políticos, etc.

Violencia reeditada

Cuando en estos tiempos la violencia recrudece, vuelven a mostrarse antiguos conflictos sociales nuevamente toman las calles, haciendo coincidir actores legítimos, con motivaciones soterradas que usan las mismas causas de la protesta social como argumento de sus disloques violentistas.

La derecha, increíblemente, insiste en equivocarse cumpliendo un papel bobo. Alerta que quienes conducen estos acontecimientos son delincuentes comunes y bárbaros sin cultura, una especie de neo abigeos iletrados a los que considera que, «castigándolos pueden cambiar», mostrando un desconocimiento absoluto del problema y omitiendo sindicar directamente a los terroristas como autores en la sombra, aunque de esa forma dejan de reconocer sus propias debilidades y omisiones, mientras el comunismo, reciclado en su variante histórica y caviar, se poner otra vez de costado tras la miserable ironía de vivir más de cuarenta años sin haberse definido y menos, haber realizado un honesto mea culpa.

La lucha contra todo tipo de violencia, la defensa de las libertades y el derecho del pueblo a vivir en una sociedad de oportunidades y bienestar, reclama insistir en que el problema no es solo un asunto policial-militar, menos, un tema meramente político. La violencia es transversal y antiguo, no tiene su origen en la presencia de agentes de los países chavistas decididos a despedazar al Perú, ni al sueño de algunos bolivianos de tener una salida soberana al mar; tampoco es exclusiva responsabilidad del narcotráfico que por cierto, hace años superó todas las expectativas de siembra de coca por hectárea y produce “la mejor” droga de la región, sino que, en conjunto, tiene que ver con una problemática endémica, integral y estrechamente vinculada al modelo económico dependiente y primario exportador en el que nos movemos.

Es momento de entender que si bien la pobreza per sé no determina la violencia política, las crisis económicas y sus consecuencias sociales las exacerban, tornándolas impredecibles, razón por la que hay que dejar sin discurso al subversivo y desmotivar la violencia, desarticulando la pobreza, la exclusión y el racismo allí donde esté presente, revirtiendo el abandono del hombre del ande y la provincia, promoviendo una cultura progresista homologada que aluda una sociedad peruana unitaria e integrada, generando empleo digno y desarrollando un modelo de economía que respete la inventiva, otorgue oportunidades y promueva el emprendimiento popular que significa acercar el Estado a la gente para lograr niveles de desarrollo social por lo menos aceptables ya que irónicamente, aunque logremos de momento recuperar la paz ejerciendo violencia, el costo de víctimas  seguirá creciendo, debiendo entenderse que se necesita más que opinólogos sin oficio conocido que promueven medidas paliativas y discursos distractivos promocionando un diálogo nacional cuya agenda social es inaplicable, porque pretende edificar sobre una mesa sin patas y llena de muertos, la paz.

La solución está en todos

Si no se acortan de manera urgente las dramáticas brechas económicas y sociales que distancian a los peruanos, entonces esta será una nueva oportunidad pérdida. Sendero Luminoso ya no existe como organización, es hoy un fantasma irredento, un espectro que de desdobla y deambula pretendiendo tomar el alma de los desesperados, de otros, para convertir en realidad su propia reencarnación a través de nuevas denominaciones en esta nueva etapa de su prolongada lucha armada, tratando de trasladarse al campo de la lucha política formal, copando dirigencias entre los maestros y unos pocos sindicatos por ahora, pero coincidiendo con el fascismo en la tarea desestabilizadora de socavar los cimientos de la sociedad democrática que tanto costó refundar.

El marxismo leninismo maoísmo es el marco teórico al que nos volvemos a enfrentar en esta nueva modalidad de «guerra popular» que nos plantea una confrontación política mucho más abierta y al mismo tiempo desembozada, es decir, un escenario que aterra a la derecha que se esconde pidiendo -ahora si- auxilio a las fuerzas políticas que tanto atacó y fue desarticulando para desgracia de la democracia.

Para que la sociedad logre superar esta realidad de violencia, se debe actuar unitariamente, venciéndola de raíz y combatido en todos los planos, el  ideológico, el político, el sindical, el social, policial y militar quitándole todos los argumentos que usa el discurso terrorista para validar sus objetivos bajo el principio rector: Un pueblo que no aprende de sus errores, está condenado a repetirlos.

GIGANTE Y TRIUNFADOR TE RECUERDO RODRIGO FRANCO

Tributo a la entrega valerosa a una causa de justicia…

Te recuerdo hermano, en medio de preocupaciones universitarias, inquieto, inteligente y trabajador.

Te recuerdo joven, combativo, aprista y compañero, firme en tiempos en los que se daba todo y nada se pedía.

Te recuerdo en sueños e ideales compartidos, en la fraternidad que nos une siempre y en la alegría de servir al que menos tiene tal como nos enseñó aquel al que llamábamos gigante, Haya de la Torre, nuestro maestro.

Te recuerdo leal, comprometido y entusiasmado por hacer cosas, por rendirle tributo con tu actuar, a quienes cayeron antes, a los tuyos y a las familias que lo dejaron todo por seguir la causa del aprismo y construir un país inclusivo, para todos, con justicia social.

Te recuerdo en la condena a la mano siniestra que quiso tocarte y no pudo. Porque no pudieron contra ti, ni contra tu aprismo, porque el terror no te venció, ni aniquilaron nuestros ideales, ni nuestros sueños. No pudieron contra tu partido, ni contra tu país, ni contra esa nación a la que servías con entrega, decencia y al que defendiste poniendo tu pecho aprista, ese inmenso bloque de amor que se interpuso entre el terror artero y el futuro promisor por el que te esforzabas tanto.

Te recuerdo vencedor, más allá incluso del dolor de tu partida y del tiempo transcurrido… como si hoy nos repitieras: “hay mandatos superiores que cumplir, más allá incluso del temor”.

Te recuerdo en tu gigantesca presencia que fue y es fortaleza y ante la que me inclino reverente, agolpándose en mi mente el cúmulo de recuerdos que cincelaste en nuestras jóvenes llenas de amor por lo nuestro.

Te recuerdo en tu martirologio Rodrigo,  dándole valor al ejemplo de tu vida  y señalando como ejemplo  el camino que tomaste para afirmar tu aprismo sacrosanto, rumbo  a la sociedad de Pan con Libertad, que es luz y sigue siendo guía.

22 enero 2023.

JUVENTUD APRISTA Los invencibles montoneros de Haya de la Torre

El aprismo es una obra de juventud y, por tanto, el surgimiento de la Federación Aprista Juvenil, fue consecuencia natural del accionar de un partido de jóvenes que nació con paradigmas, mártires y una larga lista de valientes combatientes que lo entregaron todo, por la transformación social.

JUVENTUD APRISTA Los invencibles montoneros de Haya de la Torre (extracto del libro del mismo nombre y autor 2023)