EL CINE, UN VIRUS Y LA NUEVA GUERRA MUNDIAL

Cuando la ficción supera la realidad—

La realidad nos confronta y somete a los rigores de la guerra, si, a nuevos tipos de batallas que usan microorganismos que se contagian por contacto y se reproducen como una plaga incontenible que va sobre el mundo, pero, fundamentalmente, contra los pobres que, por la ineficacia de gobiernos, no tienen como defenderse frente a una pandemia que los coloca en medio de consecuencias desastrosas, incalculables, casi apocalípticas.

Tal vez la novela de José Saramago que fue llevada al cine por Fernando Meirelles en, el Ensayo sobre la ceguera (1995) ayude a entender algunas cosas, a pesar de las distancias entre la novela y la realidad. Una epidemia expone a las personas a una enfermedad colectiva que entre la gente destapa increíbles reacciones, pero también, increíbles muestras de solidaridad que nos llevan a reflexionar sobre lo que significa un mundo de restricciones absolutas y en la que los seres humanos terminan aislados y privados de sus libertades. Es como despertar y sentir que el sueño se prolonga, tal y como de alguna manera sucede en “Contagio” que planteaba un escenario dramático situado en el año 2011, cuando en Asia un virus comienza a transmitirse fácilmente a través del tacto. Este rodaje, dirigida por Steven Soderbergh, se plantea el desarrollo de la aparición de un virus, la manera como se propaga, los tratamientos y tras su proceso, la desaparición, rescatando cómo, aún a pesar del ambiente apocalíptico, el sufrimiento y las pérdidas que causa esta infección, aparecen personajes que no pierden el control y son capaces de sortear sus propias vicisitudes y se dan maña para ayudar.

Lo que viene sucediendo en el mundo, es, de alguna manera, un registro similar de esa realidad dramática que l cine nos mostró y cuyos efectos nos propone revalorar el tipo de vida que tenemos y los niveles de compromiso con el futuro, llevándonos hasta los excesos humanos  que coloca el uso de armas químicas y bacteriológicas en el primer punto de la agenda mundial, sobre todo, por el uso abusivo de las mutaciones genéticas y las groseras manipulaciones científicas que son una manera obscena de entender “el control mundial” pero reducido al capricho o la razón de quienes tienen el dedo puesto en un botón.

Sobre lo que vivimos, diremos que los neoliberales insisten que este es un tema sanitario y que un adecuado nivel de protección, garantiza vencer al virus, sin embargo, el propio neoliberalismo actúa como una plaga mortal porque defiende el estado actual de las cosas, las desigualdades sociales, los juegos de guerra llamados prácticas militares, en vez de responder las necesidades de las mayorías replanteando la agenda del Estado y sus prioridades para que no sea una ironía el publicitar la necesidad de lavado de manos prolongado, con abundante agua y el uso de jabón, olvidando que millones de ciudadanos no tienen agua y por supuesto, ninguna economía que les permita comprar jabón, razón por la cual surge la necesidad de priorizar los núcleos de  atención de la salud en las zonas donde la pobreza abunda para tener alguna autoridad al exigir conciencia.

El pensamiento crítico nos propone una ruta común para vencer el virus que nos ataca, pero sugiere exigir controles a la experimentación científica que evite varias cosas, entre ellas, todo lo que ponga en riesgo la vida humana y además, que el estudio, aprobación y comercialización de los fármacos no estén comprendidos en la lógica del libre mercado liberal que aleja a los pobres de la salud y los condena a genéricos que, en algunos casos, sin resolver el problema de fondo, son simples y placebos que le dan sentido a la afirmación del prestigioso columnista del The New York Times Paul : “…la catástrofe sin paliativos podría estar a la vuelta de la esquina”

Lo cierto es que esta realidad nos lleva de narices hacia una terrible visión de la deshumanización de la vorágine en la que está presa la sociedad llamada moderna, y que se ha dedicado a involucionar en perjuicio de la vida del hombre. Por eso, tras sorbos groseros del viejo cine de ciencia ficción, un día, de manera sorpresiva, sin precedentes en los que hayamos reparado, aparecimos frente a la muerte, literalmente aislados, con lo que podríamos tener encima y con las mismas obligaciones de siempre, viejo juego que combina temor y sátira anticapitalista como la que John Carpenter propuso en esas historias de viaje al futuro que, en el presente, pretende descubrir la génesis de un virus que diezmará la humanidad. Curiosa similitud con la realidad cuya lógica excéntrica nos permite seguir andando, pero, dentro de casa, entre la realidad y los sueños.

En Perú, superando la ficción, los acontecimientos parecen haberle dado vacaciones a la política, en tanto el gobernante sobre dimensiona su rol y usa el Corona virus (COVID19), como una buena excusa para subir puntos en encuestas que nadie sabe cómo se hacen, si nadie sale de casa. En fin. Hay que  devolver la mirada hacía el abandono de la salud pública por parte de este gobierno y, también de la privada, sobre todo  ahora que se encuentra en la misma imposibilidad de atender el virus de marras, de cómo los equipos –ninguno de alta especialización- escasean mostrando la extrema vulnerabilidad de los hospitales ante una pandemia como la que sufrimos, amén de los obtusos que, sin entender la gravedad del tema, solo piensan en cuantos negocios pueden producir, cómo se hace para que nadie salga de casa aunque no tengan que comer y cómo establecer una férrea seguridad que garantice calles y avenidas vacías, aunque, claro, los policías, militares y personal asistencial sean los que se están infectando.

Hasta ahora, había quienes desarrollaban estrategias preventivas convencidos que los muros impenetrables, las lunas antibalas y la seguridad personal  los guarecían y preservaban sus vida, sin darse cuenta que,  de repente, aparece algo que puede hacer más daño que un proyectil que explota en un solo momento y del que puedes esconderte, el virus destructivo nos ataca, no respeta cuentas bancarias, ni color de piel, viaja sobre los propios hombres contagiando unos con otros y mostrándonos lo absolutamente vulnerables y débiles que somos en nuestra propia orfandad.

Desprovistos de los elementos básicos de la socialización y la interactuación personal, es verdad que nos ayudamos a no infectarnos, pero también hay que evaluar el significado de la medida adoptada en tanto propone convivencias indefinidas y permanentes las 24 horas del día, sabe dios en qué condiciones. Habrá por otro lado quienes re descubrirán lo que dejamos en casa a diario y cuánto de importancia tiene el afecto y los gestos que postergamos desde que la tecnología nos arrebató el amor tratando, además, de reemplazar la creatividad y el ingenio humano por códigos de una máquina. Tal vez, comprobar que la habitualidad y la interacción con la familia ha sido saludable se ha convertido en ese muro invencible contra el virus, pero, y ¿los que no tienen dónde ir? ¿Los que viven en espacios insalubres, hacinados y tan pequeños que deben sortear la claustrofobia?.

En todo caso, vamos a comprobar que podemos sobrevivir a la nueva peste del siglo XXI, que ahora la defensa esta en cada uno de nosotros, porque del entendimiento de la ferocidad del enemigo y la necesidad de seguir las instrucciones estratégicas como sólo un buen soldado lo hace, permitirá que ganemos el combate, a pesar incluso, de la incapacidad manifiesta de los generales que nos tocan.

Cerrando fronteras y encerrando literalmente en sus casas a millones de ciudadanos se ayuda a combatir la pandemia, pero, cuando esto pase  y, como en el barco de Noé, salgamos al encuentro de la verdad y la vida, tendremos que hacer una evaluación de los daños, de cuántas personas fueron  lesionadas, cuantos -con poco o sin dinero- enfrentaron la inactividad en la que nadie deja de comer, cuando otros -con deudas y compromisos pendientes- debieron acatar una orden que de hecho vencerá a este virus trotamundos, pero que no evita que hoy mismo, sigamos recibiendo llamadas por el vencimiento de nuestras cuotas bancarias pendientes. Estoy seguro que celebraremos el triunfo sobre el virus, aunque siga viva la plaga de los ineptos que nos gobiernan.

Pero si algún lado positivo puede tener el corona virus, puede ser que se ha homologado entre ricos y pobres, entre gente de todas las razas y religiones, una curiosa manera de mostrarnos que somos iguales y lo que puede suceder si las guerras biológicas se producen o, si la locura de algún líder mundial la sigue promoviendo. Esta sería una nueva guerra mundial, capaz de doblegar al hombre y mostrar los niveles más primitivos de los gobernantes en términos figurativos, pero que expone una realidad que curiosamente aparece tras las medidas de aislamiento y toque de queda, cuyos efectos resultan siendo increíbles cuando según los estudios, hay menos polución y contaminación ambiental, efectiva libre circulación y menor cantidad de vehículos que producen gases tóxicos, una reducción porcentual nunca antes imaginado que se suma a los tiempos de viaje usados, la holgura en las agendas personales y el descubrirnos capaces de subsistir sin los apremios que nos cargamos al hombro en nombre de una felicidad material y pecuniaria que la verdad nadie se lleva a la tumba.

Tal vez, ahora que tenemos tiempo, deberíamos aprender de lo sucedido algunas cosas, como, por ejemplo, nuestra incapacidad para proponer soluciones rápidamente, la extrema fragilidad que hemos producido en el medio ambiente y la necesidad de comprender que hay que buscar rutas para evitar seguir dañándonos y al mismo tiempo garantizar la vida, por lo menos en la forma como la conocemos. A este respecto, los gobernantes, por torpes que sean, deberán entender que la gente no solo necesita vivir, sino, hacerlo dignamente y para eso, hay que atender el trabajo, la salud, la educación y la vivienda. Lo demás será, como en la vieja historia del Arca de Noé, un tema que atenderemos cuando el diluvio pase y debamos actuar en función de preservar la especie, aunque parte de esta no haga muchos esfuerzos para ayudarse a sí misma.

Cuando el gobierno deje de aprovechar las lamentables circunstancias por las que atravesamos para promover su continuidad en el gobierno tal como aprobaron en el nuevo circo-congreso que hay, suponiendo que somos ignorantes y fácilmente manipulables, entonces, las medidas dispuestas tendrán un valor adicional, porque juntos, debatiendo lo que nos afecta y dispuestos a apoyar, volveremos fortalecidos a la realidad.

DEL CORONAVIRUS Y OTRAS PLAGAS, ERRADA PERCEPCIÓN

En realidad, el COVID-19 es una cepa que no ha sido encontrada antes en humanos y los coronavirus son una variedad de virus que producen una serie de enfermedades que se manifiestan desde el simple resfriado, hasta afecciones mucho más complicadas en las vías respiratorias que son las que requieren equipos para su atención.

El Ministerio de Salud confirmó finalmente el 6 de marzo, el primer caso de coronavirus en Perú, y desde aquel momento, el presidente se ha convertido en vocero de la crisis. Al inicio, las autoridades prefirieron minimizar sus efectos y “llamar a la calma a la ciudadanía”, pero, a esas alturas, la población ya se encontraba muy preocupada por las informaciones provenientes del extranjero sobre los efectos de este virus en países como China e Italia, en donde, guardando las distancias, también se aisló a la población por los graves problemas producidos y las muertes que aumentaban, aun cuando simultáneamente también, hubo una respuesta adecuada de los servicios de la sanidad pública.

El problema aquí, parece radicar en un hecho simple, nuestro sistema de salud no se encuentra listo para atender la pandemia que nos atacaba. El número de infectados por COVID-19 ha subido exponencialmente y la cantidad de casos descartados no se encuentra en los niveles adecuados porque no existen los kits para las pruebas, es decir, en realidad tenemos un sub-registro de casos confirmados, pero inexactos, lo que pone en evidencia la incapacidad gubernamental de prevenir y atender adecuadamente a quienes acuden presumiendo tener el mal.

Los que responden estas reflexiones aludiendo la falta de recursos del país, a pesar que los equipos requeridos no son de alta especialización, ni complejos, olvidan los 580 millones que les regalamos a la empresa Odebrecht. Queda en evidencia así, entre otras consideraciones, la ausencia de políticas públicas que incidan en la salud, simplemente, porque no existe un programa de gobierno y Martin Vizcarra solo sortea diariamente los acontecimientos, balbuceando discursos mal aprendidos.

El Centro Nacional de , Prevención y Control de Enfermedades (CDC-Perú) al parecer habría monitoreado adecuadamente el asunto, pero la verdad es que, si no entendemos la necesidad de repensar el Perú a partir de sus necesidades y su gente, seguiremos recurriendo sólo a medidas extremas, que son útiles, pero complementarias. Aislar a las personas, imponer un toque de queda, ayuda a que el virus no circule, pero ¿Y qué hacemos con las carencias de equipos, donde están los hospitales que ofreció Vizcarra y las obligaciones de la gente inmovilizada?

Nadie responde sobre qué va a suceder cuando se levanten las medidas restrictivas respecto de la población.  Es este un tema que deberíamos abordar y pronto, porque la gente pude quedarse en casa, pero, qué hace con la economía del día, con los emergentes que trabajan a diario para cumplir con sus obligaciones familiares y comerciales. No estoy seguro que los bancos entiendan esta lógica de suspendernos en el aire a todos, sin resolver los pendientes ciudadanos. Por eso creo que las medidas son insuficientes desde que el 15 de marzo estamos en estado de emergencia, aislamiento social obligatorio, hemos cerrado las fronteras, suspendido las actividades laborales públicas y privadas, le han otorgado una bonificación extraordinaria para el personal de salud (que no estoy seguro le alcance para curarse del virus) y se entregan recursos a familias de bajos recursos que sigue siendo toda una incógnita, el cómo y a quién.

Que este drama nos lleve a la reflexión y el país retome la senda del desarrollo y la normalidad controlada, antes que seamos vencidos por la terrible asociación de un virus y la incapacidad del gobierno que, según las encuestas (que nadie sabe quién las ha respondido porque en las calles no hay nadie), le han dado réditos políticos al presidente, cuya popularidad que ha subido, está montada en las carencias que sufre la gente y en los ciudadanos que no pueden ser atendidos adecuadamente y los mandan a casa sin evaluar su estado real de salud. Así, no vale.

LUIS NEGREIROS VEGA, Morir para seguir viviendo

El 23 DE MARZO ASESINARON A LUIS NEGREIROS

 “…Al llegar al lugar concertado en el día y hora pactado, en sólo diez segundos, 29 balas impactaron en su cuerpo, pero, sin embargo, no fueron suficientes para matarlo. Negreiros sacó su pistola para repeler el ataque. De entre los jardines, dos tipos de asesinos encargados por Odría peleaban por “cumplir la orden”. Los integrantes de la policía política y los sicarios, viendo herido a Negreiros, se acercaron al auto y bocajarro “lo remataron “. Negreiros cayó desplomado en el asiento posterior del vehículo”.

«…Luis Negreiros era identificado erróneamente por el gobierno como un extremista fanático, un terrorista y su actuar político, como el de un conspirador, razón por la que su nombre aparecía incansablemente en las órdenes de captura y muerte que circulaba en la policía política, pero esos señalamientos, por lo general, eran los mismos que se efectuaban contra el APRA. Los gobiernos no comprendían la realidad, ni la conducta de los luchadores sociales que no responden a motivaciones individuales, sino, al desarrollo formativo de valoraciones revolucionarias que aspiran a una sociedad de bienestar, de justicia social.»

 

ERNESTO CARDENAL: ASI EN LA TIERRA, COMO EN EL CIELO

La muerte del sacerdote, poeta y revolucionario Ernesto Cardenal es devastadora. Nos llega porque Cardenal era de esos seres a quienes creíamos inmortal, por lo que su deceso subleva a las almas nobles casi con la misma intensidad con la que la rebeldía lo hizo insurgir a él contra la miseria y el oscurantismo cuyo apellido en aquellos días era Somoza.

Tras 95 años, el poeta y hombre de fe, dejó el plano humano para seguir su empeño en la conquista de la felicidad, esa expresión divina que entendía mejor que nadie, pero que desde la orilla progresista le reclamaba a la iglesia posiciones menos declarativa y más radicales frente a la prepotencia y abusos como los del régimen que en Nicaragua se apropiaba de la historia y también de la voluntad de su gente, cuando ese pueblo parecía haberse soltado de la mano de Dios.

Su prolífica labor, sensibilizó los ojos del mundo en el marco del huracán de adhesiones que despertó ese sandinismo moral que forjó ejércitos milicianos por todos lados, buscando -como en el viejo mandato de la biblia-, esa verdad que los haría libres, con una revolución que cambiaría primero al hombre y su manera de mirar la vida y el mundo, casi, en el mismo esfuerzo en el que Gustavo Gutiérrez y su Teología de la Liberación insistían en mantenernos o devolvernos hacia la fe del real Cristo de los pobres.

Ernesto Cardenal vino al Perú a finales de los años 70  y su encuentro más importante fue con Victor Raul Haya de la Torre en medio de fraternos recuerdos. Precedió el abrazo -mientras caminaba hacia él-, la frase con la que Cardenal sorprendió gratamente al entonces presidente de la Asamblea Constituyente: “Vengo a saludar al primer sandinista de Indoamérica”, era la evocación de tiempos de estrecha y militante amistad, de una lucha común y sin condiciones que comprometió al entonces joven líder peruano y Augusto Cesar Sandino, el mítico general de los hombres libres, a cuyo esfuerzo antiimperialista contribuyeron columnas milicianas de apristas que, sostuvo Cardenal, le recordaba ideal de La Rebelión de Abril, momento cuando insurgió contra la dinastía Somocista.

Cardenal tuvo una inicial influencia jesuita, fue monje trapense, fundó la abadía de Solentiname, oró en protección de los Benedictinos hasta que sintió el llamado del espíritu para contribuir con la libertad de su pueblo al que sirvió desde la revolución y luego, sin descanso, desde la Cultura porque ésta, “es igual a la revolución y la nueva cultura, es el pueblo”. Tuvo respeto por la ciencia, pero como hombre de fe, mantuvo intactas sus creencias sobre las que nunca sintió contradicciones, “como no las hay entre democracia y religión. Nunca se me plantearon dudas sobre el cristianismo porque esta me explica que la creación es un hecho de Dios y que Dios también hizo la evolución de la creación”, dijo.

Revolucionario honesto, poeta consagrado, militante y creyente, con la misma vehemencia de sus años juveniles, combatió las desviaciones autoritarias del sandinismo ulterior, lo que le costó persecución, sobre todo, tras denunciar a Daniel Ortega por “haber asesinado al movimiento con sus ambiciones personales”. El Papa Francisco, posibilitó su reconciliación con la jerarquía de la Iglesia y pudo volver celebrar misa, sin ceder un ápice en sus ideales y mantener firme su denuncia de ser “un perseguido político”. Que haya paz en su tumba.

"Un hombre nuevo un tiempo nuevo una nueva tierra 

¿El corazón del hombre y no las estructuras?

¿Cambiar la conciencia sin transformar el mundo?"

                     Ernesto Cardenal (Oráculo sobre Managua)