Rumbo a los 100 años de la fundación del APRA
El 7 de mayo de 1924, en el Salón de Actos del Colegio San Ildefonso, en ciudad de México, el joven estudiante peruano, Victor Raul Haya de la Torre -quien se encontraba exiliado-, entregó simbólicamente al presidente de la Federación de Estudiantes de México, Lelo de Larrea, una bandera Indoamericana, formando una Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Próximos a cumplir cien años desde aquella magnífica ocasión, bien vale la pena abordar -como un tributo-, algunos aspectos programáticos e ideológicos que le den sentido al discurso aprista de estos días y reivindican su plena vigencia.
Justo cuando el gran debate en torno al marxismo se producía en todo el mundo y era una herejía confrontarlo, dos pensadores se atrevieron. Mariátegui, proponiendo un socialismo original cuyas tesis quedaron truncas por su lamentable fallecimiento y Haya de la Torre, quien aportó el aprismo como una nueva filosofía de la historia contemporánea para Indoamérica.
Las ideas de un aprismo originario ganaban espacios inesperados a inicios del siglo xx, competían con los esfuerzos comunistas por difundir las bondades de algo que llamaron con pomposidad “socialismo científico” y que terminó sacudido entre las manos de Josef Stalin y León Trotsky tras la desaparición física de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).
Vinculado estrechamente a las gestas del movimiento obrero, la experiencia de la Reforma Universitaria, las Universidades Populares y la defensa de la libertad de conciencia, el rumbo trazado por el aprismo hayadelatorriano pasó por la comprensión cabal del sentido de las revoluciones mexicana y rusa, pero también, por el entendimiento del impacto del juego perverso de las potencias imperialistas en la Primera Guerra Mundial, con el consecuente saldo de millones de muertes y hambre en el mundo entero.
Toda esta dramática realidad, y su doloroso efecto en los pueblos de esta parte del continente, permitieron el surgimiento de una propuesta heterodoxa y a la vez enriquecedora del marxismo que pasó por la experimentación del aporte humano y la visión crítica de la historia, rumbo a la síntesis creadora del pensamiento “en movimiento” que se consolidó en la obra progresista de un aprismo que no se quedó en el análisis económico, sino que hurgó, buscando respuestas, en las fuentes de la cultura, la historia, la psicología y las manifestaciones creadoras del hombre, que señalaban la ruta del cambio y transformación como una urgencia, a partir de las cuales Haya, sella el compromiso de la organización del Frente Único aprista con las luchas producidas en el seno del pueblo, donde se afirmaría la validez de su discurso y quedaría en evidencia que: no hay aprismo sin trabajadores.
En este orden de ideas, la revolución que propugna el aprismo, no es el resultado de un natural proceso evolutivo de la sociedad y del hombre, tampoco la revuelta instintiva, sin proyección, ni sentido crítico, sino, consecuencia del proceso constructivo, de las condiciones planteadas y el cumplimiento objetivo de la tarea antiimperialista, expresada en el nuevo ser social y el nuevo tipo de Estado al que se aspira, convertido en justo árbitro de las complejas relaciones entre el capital y el trabajo para hacer posible la construcción del desarrollo, la paz y la Justicia Social, base del bien común, objetivo irrenunciable de la fase de evolución en la que se encuentra el Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales.
Aquí están de alguna manera resumido el aporte del aprismo, aquel que convirtió los bellos ideales de juventud que hizo suya la generación precursora-, en propuestas programáticas llenas de realismo que se adelantaron a su tiempo, obligando a entender al hombre indoamericano, en el contexto económico, social y político que lo rodeaba, para, a partir de lo cual, insistir en los nuevos espacios a conquistar, dejando de lado la teoría improductiva y la utopía, para superar los roles del viejo clasismo, alterados abruptamente por las crisis cíclicas de la economía capitalista y las continuas transformaciones de la ciencia, la tecnología y la información, que muestra diversas realidades en las que se desenvuelve el tiempo social del individuo y su colectividad a partir del nivel de conciencia logrado, proceso al que los ortodoxos comunistas pensando atacar a Haya de la Torre llamaron revisionismo, sin saber que tiempo después, ese razonamiento encerraría -de cara a la experiencia mundial-, una estupenda verdad.
La historia finalmente, negó los conceptos de dictadura, centralismo y ausencia de libertades que Haya de la Torre advirtió, eran incompatibles con la realización del hombre y la sociedad de bienestar, porque ellas, automatizan al individuo sy lo colocan como parte del interés del sistema, convirtiéndolo en una pieza de recambio de la misma máquina capitalista “sin alma” que pretende sustituir. La pobreza, el subdesarrollo y la explotación, cuyas causas a partir del entendimiento humanista expone la naturaleza de las brechas que hacen “diferentes a los hombres”, traen consigo connotaciones sociales, culturales, psicológicas y naturalmente económicas que hay que enfrentar, pero que dan cuenta de la solidez de estructuras sobre las que reposan los dramas del mundo pobre y que exige respuestas definitivas y unitarias -tan rojas o radicales como la realidad lo permita-, pero de la mano de una vanguardia organizada, el Frente Único que integran obreros, campesinos y aquellos sectores afectados por los mismos problemas de la penetración imperial con fines de sometimiento.
Sigue habiendo aquí, una tarea pendiente: redimir al pueblo del oscurantismo al que fue condenado por centurias y luego, convocando esfuerzos comunes, redefinir la economía para establecer a quien sirve, en el contexto de un proceso productivo y de generación de riqueza que respeta la propiedad, pero alienta al mismo tiempo, mecanismos de autogestión, propiedad social, cooperativo o, de emprendimiento empresarial, como estrategia de un capitalismo popular moderno e inclusivo.
El aprismo, llevó su marxismo hasta los límites de su propia negación, cumpliendo las leyes de la dialéctica y la superación en la que la revolución no es un proceso ideológico inevitable, sino, una consecuencia de la experiencia social, por tanto, transformadora, capaz de acabar con la explotación a partir de romper el círculo vicioso que retroalimenta la dependencia en favor de una economía que mire al hombre y sus intereses y a los que menos, como portadores de una cuenta pendiente que pagar tal y como lo planteara visionariamente Haya de la Torre. Todo lo demás, es tarea de nuestro tiempo y de nuestra etapa de evolución. Dicho está.