Pandemia e incapacidad gubernamental absoluta…
La tremenda imagen de la Basílica Catedral de Lima con fotos de una parte de las victimas del Covid-19 en medio de la solemnidad del Corpus Christi, nos releva de mayores comentarios, sin embargo, a estas alturas, es evidente que el país no ha respondido la pandemia de la manera más adecuada, y, aunque en realidad no hay nada nuevo bajo el sol, esta pandemia ha roto todos los esquemas salvo, el que nadie hubiera podido imaginar el grado de ineficiencia del gobierno que perdió la oportunidad de enfrentar el coronavirus, regalándonos en cambio, el doloroso liderazgo en muertes que hemos logrado en el mundo, a costa de miles de millones de dólares que habrá que comenzar a mirar donde es que se quedaron.
Siendo que las cifras mentirosas que nos presentan (como el de las encuestas que encumbran a Vizcarra) no contemplan el sub-registro de fallecidos fuera del ámbito oficial, la forma alarmante como crecen los contagios sin que se atienda a la población y el desborde de la capacidad de atención de la salud que en vez de buscar a los enfermos antes que se mueran en el trayecto al hospital, nos coloca al frente de una gestión que, sin pudor alguno, renuncia a una acción nacional, compartida y eficaz, para priorizar su protagonismo insulso, que ningunea las ideas de otros y dilapida recursos públicos, propiciando una nauseabunda corruptela que se va convirtiendo en otra pandemia de la que habrá que ocuparse con detenimiento cuando este drama amengüe su furia.
La respuesta parece estar en las narices del gobierno y, tal como se ha hecho exitosamente en otros lugares, de la unión de organizaciones representativas del pueblo, sindicatos, partidos políticos, empresas privadas y gobiernos locales, entre otros, debe surgir el impulso de una estrategia transversal y común que, de la mano de un Comité Técnico, evite presiones gubernamentales y acabe con esa sensación terrorífica en la que vive la población que, sin recursos, con suspensión perfecta de despidos y deudas que crecen persiguiéndolos, vuelve a las calles en un intento de no morir de hambre, sufriendo maltrato y persecución por responsabilidad de un estado anodino e incapaz que exige “responsabilidad”, pero no ofrece alternativas de subsistencia.
Solo una política coherente de asistencia sanitaria que potencie los puntos existentes de asistencia primaria –ahora cerrados a pesar de estar cerca de la gente-, para realizar diagnósticos y entregar allí mismo medicinas, en tanto, el levantamiento de cadáveres se materialice como un acto profiláctico y de sanidad pública, pero fundamentalmente, de humanidad. Entonces, los recursos (hasta ahora ingentes pero aparentemente improductivos) deben dejar de ser botín farandulero y de amigos del gobernante para ser reorientados directamente a los trabajadores, hacia las zonas donde se necesite y poblaciones vulnerables, espacios donde la organización de base social existe y opera eficientemente hace muchos años a través de cooperativas, clubes de madres, comedores populares, comités de Vaso de Leche, Comités políticos, núcleos sindicales, etc. (incluyendo las ollas comunes que permite subsistir a personas que no reciben ingresos durante toda la cuarentena y que tampoco han sido asistidos con ningún bono), debiendo lograr que, para que no se rompa las políticas de aislamiento social, la gente reciba provisiones básicas en casa, evitando de paso, la causa principal del desborde social que se ha visto entre ambulantes y esa colas imperdonables de contagio que increíblemente promueve el propio gobierno por su absoluta incapacidad.
La empresa privada también participa, no esperando sólo “recursos” para potenciar su trabajo, sino, viabilizando la ayuda en medicinas, camas y equipos (actualmente en sus propias manos a través de laboratorios, corporaciones de farmacias y boticas e importadores que, en vez de hacer negocio con el estado y en algunos casos acaparar y especular, deberían entender que es mejor promover la salud pública para poder trabajar y seguir produciendo que soportar esa tendencia aun en países desarrollados donde por la crisis ya se habla de la nacionalización de industrias estratégicas.
Finalmente, la promesa de construir hoy, grandes espacios para la atención de la salud es, por lo menos, un despropósito que se suman a las ofertas incumplidas por el gobierno. Aquí lo que necesitamos, es atención inmediata, cobertura y medicina cerca de la gente, no en hospitales, sino en postas, centros de salud, colegios y en ambientes habilitados para tal fin y con mucho menos recursos que pueden provenir de las reservas que recibió este gobierno (más de 50,000 millones), con lo que se puede evitar que la gente se muera por falta de atención oportuna u oxígeno, cumpliendo siquiera parte una tarea en la que estaríamos venciendo de alguna manera al Covid-19 y, de paso, la incompetencia absurda de un gobierno mediocre que nos condena a la muerte con el mismo cinismo con el que un emperador necio le echó la culpa de todos los desastres al propio pueblo.
Gráficos: BBC/ABC.es