Vizcarra parecía ser un tipo con pocas aptitudes para la política seria, pero nadie podía haberse imaginado la enorme capacidad que poseía para bailar al ritmo de las danzas que le son ofrecidas.
Desdibujado presidente regional, político de titulares en páginas interiores y Jefe de la campaña del mismo hombre al que luego ayudaría a vacar, su trayectoria, a estas alturas, parece estar cargada de un dilatado registro de investigaciones pendientes que van, desde cheques firmados un día antes de dejar de ser autoridad, hasta la irresponsable gestión frente a la crisis del coronavirus, claro, sin olvidar “Chincheros” y la manera como usó la DIVIAC y algunos fiscales del Ministerio Público en el sicariato político desatado contra líderes opositores al gobierno.
Hombre de lealtades frágiles y discursos anodinos, Vizcarra baila todos los ritmos que le ponen, en una especie de transfuguismo melódico que le ha permitido sobrevivir en el sótano de la política, a costa de aprender a “moverse” usando de viejas mañas, de concesiones morales y sucesivos aliados de ruta que ahora, parecen ponerle el swing a su poca animada personalidad. No es casual por eso, que “Ricardo Columpio”, traducción de la identificación usual del señor Richard Swing, fuera contratado por el Ministerio de Cultura y que haya sobrevivido a varios ministros debido a una cercanía propagandizada por todo lo alto con el mismísimo presidente, pero que al mismo tiempo, revela el desprecio que siente este gobierno por las tareas en el conjunto de bienes materiales y espirituales de nuestro pueblo que ahora, tras la activa presencia impresentable del señor Richard Cisneros Carballido -el señor Swing-, pone en evidencia la manera irresponsable como se usan los recursos que deberían estar dedicados a la preservación de nuestros valores culturales y no, a usar al Ministerio de Cultura, como gueto de una movida que, de cultural no tiene nada, pero de «criollazo», mucho.
Es ilegal usar al Estado como botín para el pago de favores electorales aun a pesar que el zigzagueante vizcarrismo considere a su acompañante, el señor Swing, un personaje con los atributos que le da un “doctorado” que parece tener la misma consistencia que la tesis de Cesar Acuña en la Complutense española y que, por si fuera poco, se respalda en sus virtudes como exponente non plus ultra del Liderazgo Transformador, que, de seguro, lo que más transforma son sus cuentas de ahorros, evidenciando un drama por el nivel del personaje que nos permite comprender porque se dicen y desdicen los funcionarios, porque las marchas y contramarchas y de paso, la razón por la que se gobierna con Fe de erratas, en vez de hacerlo con el conjunto de normas legales usuales. Pero, minucias o, inmundicias al margen, queda en evidencia que no sólo debemos cuidarnos del coronavirus, sino, de otra pandemia mucho más inclusiva y nefasta, una que va contra el sentido común y la inteligencia y que parece pretender liquidarnos como gente de mediano entendimiento. Ya sabíamos que, respecto de la cultura, debíamos esperar poco, sobre todo, después del paso del inefable Petrozzi por los predios ministeriales sin dejar huella, pero si, un camino de mal e ilegal uso del poder por el que parecen transitar en estos tiempos, los amigos del régimen.
Pese a todo lo dicho, que no nos engañen. El responsable del desastre en toda su extensión en Vizcarra y su gabinete. Swing, Columpio, Cisneros o como se llame el personaje de marras, no es el artífice de las cortinas de humo, eso, es darle mucho crédito a un cantante con pinta de chibolín amateur, que juega mantequilla en las ligas mayores de la política local y que aprovecha las circunstancias para favorecerse. Una nota final. Al señor Swing, sólo parece ganarle la indolencia de aquel ministro militar que acaba de sostener con aire de mariscal de campo, que salir a trabajar por desesperación, es una infracción imperdonable, claro, porque él, ingiere sus alimentos sin falta y cuenta con todos los implemento para protegerse él, su chofer y el auto al que desinfectan con el dinero de todos los peruanos.