ASILO NEGADO POR RAZONES POLÍTICAS (URUGUAY… AUN NOS DUELE)

 

Ernesto Catellano Christy es un talentoso y muy bien informado político uruguayo cuya identidad integracionista e indoamericana lo ubica entre quienes, amando entrañablemente la tierra que los vió nacer, estudian y siguen de cerca los avatares de la política regional con mirada crítica, pero al mismo tiempo, con prospectiva progresista. Siempre me ha sorprendido su conocimiento de la historia del aprismo, de Haya de la Torre  y, naturalmente, de Alan Garcia, cuyas impresiones agolpadas en medio de la crisis de la muerte del líder aprista, me sirven mucho en la valoración internacionalista del liderazgo del ex presidente peruano, siendo que además, su legítima preocupación por los hechos vinculados al asilo solicitado por Alan el año 2017, me sirven porque ponen énfasis en los detalles y circunstancias que terminaron colocando a un incoente, en las manos de su verdugo. Ernesto es amigo nuestro y quien me alcanzó la fotografía de Haya de la Torre el año 1922 en el Salon de Actos de la Facultad de medicina en Montevideo que aparece en el presente artículo, por lo que su  mención es pertinente.

El asilo

Es sin duda,  una de las más importantes garantías con una sólida tradición desde el siglo XIX para Indoamérica, convertido desde el Tratado de Derecho Penal Internacional  de Montevideo de 1889 como el primer instrumento convencional que consagra su inviolabilidad para los perseguidos políticos, reiterado en la Convención de La Habana de 1928, la Convención sobre Asilo Político de Montevideo en 1933, el Tratado sobre Asilo y Refugio Político en Montevideo de 1939, el Tratado de Derecho Penal Internacional en Montevideo de 1940, la Convención sobre Asilo Territorial en Caracas de 1954 y, en la Convención sobre Asilo Diplomático en Caracas de 1954 sobre cuyos mandatos, diversas personalidades, políticos y pensadores lograron preservar la vida de perseguidos, convirtiendo esta herramienta del Derecho Internacional, en un referente insobornable para países  con larga y sólida tradición democrática.

El Aprismo como expresión vigorosa de un pueblo

El APRA, próxima a cumplir la centuria, forma sus militantes en los valores de la integración del Pueblo-Continente Indoamericano y por ello, reconoce como propios, a cada uno de los hombres libres que luchan por el desarrollo, el bien común y defienden las libertades de nuestros países. El llamado exilio aprista, es un hito en la historia de este partido perseguido por más medio siglo y cuyá diáspora de miles de miles de hombres y mujeres, creó células de desterrados acogidos con fraternidad en cada país, mientras en Perú, la suerte de su principal lider y fundador, Victor Raul Haya de la Torre fue impregnada de crueldad por el gobierno de entonces hasta que finalmente fue encarcelado y ante la protesta mundial en defensa de su vida, fue también deportado.

En el año 1922 llegó a Montevideo y aun cuando no está plenamente explorada esta parte de la historia de la vida de Haya de la Torre, aquella experiencia resultó motivadora e identificó claramente  ideales integracionjistas tal y como se desprende de su discurso ante las juventudes en el Salón de Actos de la Facultad de Medicina  de Montevideo el…………… donde aludió «la fraternidad y combatividad que une a las juventudes de nuestros países».

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30 años después, nuevamente, cuando Batlle abría Uruguay a las ideas del Estado de Bienestar, tuvo un nuevo gesto que el mundo democrático no olvida. Habiéndosele negado la nacionalidad peruana al fundador del aprismo en su propio país y, tras vencer en la causa ventilada ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Uruguay volvió a honrar su tradición democrática y humanista, extendiéndole un pasaporte que permitió que el perseguido, entonces también acusado de delitos comunes inexistentes, como ahora en el caso de García, pudiera marchar al exilio el 7 de abril de 1954, protegido como repetía hasta el cansancio,  “por el sol, el color blanco de la gloria, la alegría, el perdón, la inocencia y el amor cincelado en la noble significación de la bandera uruguaya a la que sentimos también nuestra”.

La leyenda vive…

Alan Garcia fue un político de larga data. Hijo de apristas, militante y líder de su partido. Jugó un rol protagónico en la política local e internacional por lo menos los últimos treinticinco años, amén de los diez años que corresponden a períodos de gestión gubernamental. Su firme oposición democrática contra el gobierno lo colocaba en el centro de la atención pública, donde sus opiniones marcaban la agenda política.

En Perú, algunos grupos oligárquicos no olvidaban las expresiones revolucionarias del aprismo fundado en 1924, ni, las decisiones democráticas gubernamentales que en algún momento tomó Garcia y que afectaron intereses específicos de grupos económicos que le declararon la guerra, razón por la que fue perseguido durante más de tres décadas, con denuncias de todo tipo, sin que jamás se presentara ninguna prueba que siquiera sugiriera, la comisión de  actos contra la ley producidos por el ex presidente, quien, al momento dramático de su fallecimiento, no tenía ningún proceso que lo juzgara por delito alguno.

Esto nos coloca en el momento exacto de la solicitud de asilo formulado por García, de la confirmación del embajador, de su refugio y, luego, de cómo las innombrables influencias y maniobras de los enemigos aquí y en Montevideo, perpetraron la vulneración de sus derechos fundamentales, con la protesta de voces dignas que alertaron las maniobras pese lo cual, el gobierno de Tabaré Vázquez finalmente cediera, con las consecuencias terribles de las que el mundo fue mudo testigo.

Es altamente probable que estas consideraciones, y el prestigio ganado por Uruguay en defensa de la institución del asilo, fueran las razones por las que Alan García buscó y encontró la protección inicial en su sede diplomática en Lima, en tanto, lo que pasó después, es un drama del que el noble pueblo uruguayo no tiene ninguna responsabilidad, aun cuando su gobierno sí, y eso, aún duele, sobre todo porque se sigue cuestionando cada vez más, la posición zigzagueante del Gobierno de Tabaré Vázquez -quien negó el asilo sin justificaciones amparadas por el derecho y cumpliendo consignas que pusieron a un inocente en manos de sus verdugos. Los juegos politiqueros impropios que secundaron antidemocráticamente la cruel e injusta desición, le dió un triunfo efímero al sicariato político que lo perseguía, poniendo al mismo tiempo en evidencia, el grado de manipulación de los operadores de justicia en Perú y, de paso, la actitud de algunos políticos uruguayos que, de un sólo golpe, derribaron su vieja tradición humanista y legal de defensa de los DD.HH.

Ni antes, ni ahora, nadie, absolutamente nadie, ha podido probar ningunas de las infamias lanzadas contra el ex presidente peruano, sin embargo, le negaron irresponsablemente la protección que solicitaba. Sin embargo, los gestos altruistas de 1922 y 1954 están allí, vivos, impregnados en nuestras mentes y corazones, signando un mandato de solidaridad imperecedero que está por encima de la infamia de la izquierda parásita peruana huérfana de todo respaldo popular y algunos políticos uruguayos que ojalá, nunca pasen por el trance de enfrentar a un dictador, aunque esté disfrazado de demócrata.

Alan Garcia fue un hombre libre, culto, un estadista y un buen gobernante. Inocente y digno, impidió el escarnio que se pretendía con su detención arbitraria y, si algún delito cometió, fue el de enfrentar los rezagos de una oligarquía empeñada en usufructuar del poder, aunque millones de peruanos sucumban en la más absoluta pobreza. Gobernante responsable en el manejo de la cosa pública, fue un extraordinario gestor de obras de honda sensibilidad social, por eso, su nombre y recuerdo, a la luz de la verdad histórica, será reivindicado y la muerte de este líder bueno, será el peso que soporten las espaldas de quienes, aquí y allá, se aliaron en aquella perversa persecución llena de odio en su contra, que no quedará impune ante el juez justo de la historia que lo reivindicará.

El viejo “árbol de Artigas» que Haya de la Torre sembró en honor al Uruguay en nuestra Casa del Pueblo, fue siempre un símbolo para varias generaciones apristas y hoy, sigue siendo el emblema que mantiene viva nuestra alianza con el noble pueblo uruguayo que sabe, que más temprano que tarde, la gran patria indoamericana será una realidad, afincándose en cada uno de los corazones de los hombres libres, ese mandato de hermandad que convierte sacrificios –como el de Alan García-, en semillas de gloria que florecerán. Solo un comentario final en torno a la desaparición física de Alan García, Sócrates tenía razón, “Las almas de todos los hombres son inmortales, pero las almas de los justos, son inmortales y divinas.

PECHO HENCHIDO CON LOS COLORES DE LA PATRIA, ESE ES NUESTRO QUERIDO DEPORTIVO MUNICIPAL

 

 

 

 

A Victor Sotomayor Eyzaguirre, el ‘tío Franchella’, voz y noble sentimiento de la hinchada de la franja.

 

 

CDM:  Naciste con sabor a patria, tus colores se hinchan en el pecho, y en la víspera de mi nación querida, junto al cantar de los valses y la marineras limeñas, el fragor de la peruanidad se hizo carne.
Desde aquel 27 de julio, forjaste semilleros sin descanso, preparaste valores en «la escuelita» y aunque el vibrar infinito del grito agónico de tu barra parece pequeña, retumba el verbo amado: ¡VIVA EL MUNI CARAJO!
Fueron trabajadores, trabajadores del pueblo los que te dieron y dan vida, y en medio de las penurias y esfuerzos fue tu pueblo, tienes el aliento y la fuerza valiente permenente, vas construyendo valía, formando valores y sembrando alegrías… club de mis pasiones.

Deportivo Municipal… ¡ VALES UN PERÚ !

EL BUEN RAMIRO PRIALÉ

En claro afán protagónico, un mediocre ex militar, acusado de asesinato y violación, que ahora funge de congresista para encubrir su impunidad, no tuvo mejor iniciativa que “sugerir” el cambio del nombre del hospital “Ramiro Prialé, proponiendo sea remplazado por el de otro notable peruano que, como el periodista Hugo Bustíos -asesinado brutalmente por la insania de un militarismo criminal-, efectivamente, merecerían homenajes, aunque, en honor a la verdad, sería mejor que se les haga justicia sancionando a los culpables de sus muertes, en vez de aplacar culpas y servir a los intereses del gobierno mediocre de turno, con pretendidos homenajes distractivos y ofendiendo a paradigmas de la nacionalidad.

Lo sucedido, que no afecta sustantivamente la memoria de Ramiro Prialé, ha sublevado -con justificada razón-, a quienes conocieron o saben quién fue este insigne y honradísimo político, y sus discípulos, han señalado la maniobra que tiene como único propósito, lograr publicidad ruin lograda sobre la infamia. Pero, ¿Qué podríamos esperar de quien aún no responde por las imputaciones de asesinato y violación en su contra?  A continuación, breves apuntes sobre la espartana vida de Ramiro Priale y su acrisolada actividad política.


Mi testimonio sobre Prialé, el hombre de la honestidad acrisolada

 

 “Mira chico, confieso que, desde una perspectiva circular, de tanto irme hacia la izquierda, los que están al frente mío, piensan que estoy a la derecha; pero ese, es sólo un problema que depende del ángulo del observador que me critica. Cuando me he reunido con algunos conservadores, éstos no me reconocen como uno de ellos, no entienden mi pobreza, censuran al cholo huancaíno con perfil indígena con el que hablan. Nunca me perdonarán militar en un partido de gente humilde donde, además, les parece escandaloso que hayan analfabetos”.

                         Ramiro Prialé

No puedo precisar exactamente cuando conocí a Ramiro Prialé, sólo sé, que mis recuerdos se pierden en los más bellos recuerdos familiares y aquellas interminables conversaciones producidas en su modesto hogar de la calle Luzuriaga en Jesús María, aquella, en la que mis escasos años de “Chapista” – como solía llamarme-, eran “superados a la n”, por el promedio de la edad de los habituales asistentes.

Los momentos que me dispensó este genial hombre, llenó de historias intensas mi joven militancia aprista, que, por él, fue convirtiéndose en un sello personal del que nunca más me apartaría. Ramiro Prialé, es el aporte más significativo del aprismo a las formas de la política democrática, fue un adelantado a su tiempo que convirtió en “vital” la necesidad de abrir el diálogo entre los peruanos distanciados y enemistados por décadas, para que prevalezca el sentido trascendente del ejercicio de una libertad participativa, con objetivos nacionalistas comunes en los que creía fervorosamente y a los que consagró su vida, convirtiendo la comunicación y el diálogo en instrumentos de realizaciones que abrían los surcos de una  entonces inexistente conciencia cívica nacionalista.

Las virtudes ciudadanas de este patriota, son de larga data. Nunca un sesgo de conveniencia, jamás el interés personal y menos de aprovechamiento. Su actuación no fue el resultado de un aprendizaje académico, menos de una impostación políticamente correcta, sino, heredad de su raigambre provinciana y de una vocación progresista que funda sus raíces en el espíritu Huanca y su origen rebelde y popular que no admitía exclusiones, ni fatalidades. Para él, la fuerza de la raza, fue el motor que lo llevaría desde entonces hacia la realización de sus más profundos ideales igualitarios, pugnando para ello por la organización eficaz de la vanguardia organizada, el APRA, y el entendimiento entre ciudadanos, mientras no quedaba un solo lugar donde su nombre no fuera asociado con una obra para la gente, sobre todo, para los más pobres.

Como buen dirigente político y Maestro, tenía convicciones profundas y siempre emprendía tareas de largo aliento. Las derechas le cobraron con dolor y cárcel su cercanía a Haya de la Torre y las izquierdas, acusándolo de un “derechismo” absolutamente inexistente e incompatible con su moral, pretendían doblegar a quien fraguó su adhesión al aprismo ofrendando su propio sufrimiento, esa ruta inexorable que generaron las tiranías y que golpeo al político con la persecución, la desintegración y el fallecimiento de su primera esposa tras su destierro a Panamá.

Sumó a su activismo no menos de 14 largos y agónicos años de prisión en los que «sólo se ocupaba del dolor de los demás, como una especie de terapia para olvidarse del propio«, amén de los largos períodos de persecución y oprobio que soportó por sus ideales, que no le borarrton la sonrisa, respondiendo con ironía y algo de humor, cada drama que le tocaba vivir. Fue a pesar de todo, artífice discreto de diversas soluciones políticas y acuerdos que hubo quienes, básicamente por ignorancia, cuestionaron sin conocer a fondo la trascendencia de dichos encargos. Forjó el Frente Democrático Nacional en 1945 y, en medio de incomprensiones, buscó y logró el diálogo entre los principales actores políticos en sucesivas ocasiones evitando dolorosas persecuciones, pero también, el abrir de las cárceles para la reunión de miles de miles de familias apristas dispersas desde 1932 en esa cruel diáspora de muerte que generó la feroz clandestinidad en la que la oligarquía sumió al aprismo de Haya de la Torre y el pueblo pobre que lo siguió..

Los juicios críticos contra Prialé, por corresponder a diversos momentos políticos y actos en los que intervino –siempre por encargo de Haya de la Torre-, están llenos de subjetivismo, sin embargo, a la luz del tiempo, juez imparcial de la historia, Ramiro queda reconocido como un pionero de la difícil tarea de desbrozar el camino de los grandes acuerdos nacionales, y, desde esa perspectiva, es uno de esos personajes que permitieron sostener la libertad en tiempos de difícil actuar, obra que ha salvado al Perú de la prolongación de dictaduras y nefastas autocracias.

Fue también uno de los grandes responsables de la supervivencia de su partido y protagonista excepcional de la moderna democracia en el Perú. Su nombre genera respeto entre propios y extraños por su forma permanente de actuar en el ámbito público y privado. Jamás dejó de extender su brazo generoso, para compartir lo poco que tenía con sus compatriotas, en la legalidad o la clandestinidad lo que produjo el inmenso reconocimiento popular del que gozo en vida y, naturalmente, también después de fallecido.

A este siempre joven, con una vida a cuestas, se le encontraba por lo general esforzadamente cumpliendo una recargada agenda social en la que escuchar al pobre, atender a su paso al provinciano y resolver como podía, los interminables requerimientos de los ciudadanos de a pie que lo buscaban aún sin conocerlos, eran siempre, la prioridad. Por eso una de las características de su tremenda personalidad, tiene que ver precisamente con el hombre común al que, conociéndolo o no, se detenía a saludar, con el que compartía sus preocupaciones y a los que les aceptaba la invitación para el bautizo de los hijos, la celebración de algún cumpleaños, acompañarlos en la felicidad del matrimonio austero,  o para ser parte silenciosa del último adiós, abrazando a la familia en el velatorio del ser querido, sin importar donde estuvieran ubicados los domicilios de estos nobles ciudadanos.

Así era don Ramiro, no usaba bastón porque convertía todo brazo amigo, en un soporte con el que edificaba su propia fortaleza. De acrisolada honradez y lealtades incondicionales, tuvo en el aprismo su principal referente y en Haya de la Torre el liderazgo al que sometió sus propias virtudes que le permitieron alejarse de las envidias e incidías menudas. Su personalidad fue concurrente con la vida modesta que llevó y que contrastó con el inmenso poder que todos sostienen que tuvo. Era fundamentalmente, un hombre bueno, de ánimo conciliador y honrado que llenó de entusiasmo y humor todo acto donde participaba “haciendo lo que había prometido y pensando primero en los demás”. Como buen Maestro e hijo de Maestro, acompañó a Víctor Raúl Haya de la Torre en la tarea de hacer pedagogía política. Fue el responsable de coordinar la acciones del Sindicato Estudiantil Aprista (SEA), la Federación Aprista Juvenil (FAJ), la Juventud Aprista Peruana (JAP), el Comando Universitario Aprista (CUA), el Club Infantil 23 de Mayo (CHAP) y un sinnúmero de estamentos gremiales, sindicales y bases territoriales, gustando reconocerse como el recurrente “encargado de la casa”, sobre todo, cuando los problemas arreciaban, con la misma diligencia con la que luego, daba siempre un paso al costado al anunciarse el retorno de las libertades.

Nació en Huancayo, Junín, un 06 de enero de 1904 y falleció en la ciudad de Lima el 25 de febrero de 1988. Político ejemplar que –sin mediar frase lastimera o queja alguna por la dureza de su destino-, se entregó consciente a tareas superiores en las que buscó, como obrero artesano de causas que lo dignificaban, la perfección personal poniéndose al servicio del bien común. Hombre libre y de buenas costumbres se convirtió en un claro referente moral en la historia del Perú y su presencia no está en los libros, ni en los recuerdos académicos solamente, sino, en la conciencia de los ciudadanos que piensan que, para consolidar las libertades, vencer a los enemigos de la democracia y emprender la ruta del desarrollo y la paz, deben seguir buscando objetivos comunes. La noción de sana ciudadanía y la renuncia a los acuerdos de cenáculo cerrado o componendas amorales, fue impulsada por quien fue diputado, Constituyente, Senador y muchas veces Secretario de Organización del APRA buscando siempre coincidencias, sumando y multiplicando, nunca restando ni dividiendo bajo el principio rector que fuera satanizado por décadas: “Dialogar, no es pactar”.

HAYA DE LA TORRE, SU CONSTITUCIÓN Y LA NUEVA REALIDAD

Un 12 de julio de 1979, Victor Raul Haya de la Torre firmaba la llamada Constitución del siglo XXI. Incorporaba un conjunto de aportes sustantivos que reivindicaban al hombre, redimensionaba el concepto del trabajo, la seguridad social, afirmaba los derechos ciudadanos le daba carácter constitucional a un conjunto de garantías expresadas en una nueva dimensión de la convivencia ciudadana y en el marco de lo que se llamó  entonces, una economía social de mercado
Esta experiencia constructiva de una nueva democracia, se truncó abruptamente el 5 de abril de 1992, cuando, avalado por un militarismo insulso y evidenciando vocación autoritaria, Alberto Fujimori Fujimori produjo un golpe de Estado instaurando un Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional que vulneró el Estado de Derecho, intervino  y cerró poderes distintos al Ejecutivo,  imponiendo un gobierno de corte dictatorial en la que se compró -literalmente-, conciencias y voluntades, en tanto los opositores, fueron perseguidos, encarcelados o exiliados.
Por la fuerte presión internacional y la reacción de sectores políticos internos, el 17 de junio de 1992 Fujimori tuvo que revestirse de una cobertura democrática y convocó a elecciones que se realizaron en medio de denuncias de fraude el 22 de noviembre del mismo año, instalando el Congreso Constituyente Democrático (CCD) el 30 de diciembre de 1992. Dicha institución, elaboró una nueva Carta Magna presentada al país el 26 de agosto de 1993 que algunos constitucionalistas llaman «Estatuto» porque su ilegitimidad y esa «legalidad al amparo de un golpe de Estado» larga y seriamente cuestionada.
El cuerpo legal, exhibió  cambios a la Constitución precedente y le otorgó autonomía al Consejo Nacional de la Magistratura, eliminó la Estabilidad Laboral, otorgó mayores facultades al Poder Ejecutivo y al presidente de la República, impuso la unicameralidad, creó la Defensoría del Pueblo y, sobre todo, puso énfasis en reducir absolutamente el rol empresarial del Estado y su participación en la economía, privilegiando el modelo liberal y el llamado libre mercado.
 
El tiempo se encargó de desbaratar el mamotreto dictatorial del fujimorismo y, agotado su modelo, el Estatuto de 1993 (del que incluso se retiró la firma del ex presidente Fujimori) ha sido superado por la realidad, proponiendo los sectores más radicales ir a una Asamblea Constituyente en el afán de replicar el modelo chavista, frente a quienes consideran desde una variedad de perspectivas ideológicas, la necesidad de encontrar el marco legal que proteja a los ciudadanos de la crisis sobreviniente a la pandemia, permita  una lucha sin cuartel contra la corrupción, la impunidad y la incapacidad criminal del gobernante que ha permitido la muerte de miles de peruanos abandonados a su suerte, abriéndose paso la posibilidad del retorno ordenado al espíritu y a la Constitución de 1979, naturalmente, con las modificaciones necesarias que los tiempos sugieren, para poder finalmente, transitar por esa ruta inexplorada aún, en la que aquella Carta Magna proponía el desarrollo, la defensa del ciudadano, un nuevo orden social y el bien común, todo, en un nuevo contrato social. En todo caso, el tema está planteado y reabierta la polémica.

APRA: BANDERAS AL TOPE

La Internetón de la fraternidad…

Han pasado muchos años y tal vez poca gente recuerde la naturaleza del aluvión popular que significó el advenimiento del mensaje de Victor Raúl Haya de la Torre en los turbulentos años 30 del siglo pasado, ni, cómo las exigencias morales de su llamado a un auténtico nacionalismo, produjo profundos cambios en la política latino o Indoamericana.

Hacia finales del siglo XX, el mercantilismo y la corrupción tomaron por asalto la política prevaleciendo el sesgo mercantil que caracteriza a sociedades empeñadas en el “éxito económico”, sin mirar su entorno, ni darle al ser humano el lugar que le corresponde.

Caminamos en ese entorno, casi a ciegas, buscando logros personales y nacionales hasta que la pandemia producida por el Covid-19 llegó de improviso para mostrar lo peor de sociedades que, por el imperio del neoliberalismo, se dieron al individualismo descartando la importancia de los servicios de salud y la protección del medio ambiente, en medio de un desinterés por los social y un desprecio por lo público que prueba la inconcebible falacia que argüía que “las ventajas de modernidad, solo son posibles exclusivamente con un mercado libre”. Pues bien, la pandemia nos devolvió a escenarios que creíamos superados y probó lo fatuo del interés privado por la gente. En este estadío, volvieron percepciones que bien vale la pena analizar a propósito de un acontecimiento que ha tocado fibras muy sensibles, recolocando a la gente, sobre todo a los más pobres, en el rol protagónico en la construcción de su propio destino.

Las sociedades, no solo están compuestas de política, cotidianidad y titulares de primera plana que pretenden llevar de las narices a la gente hacia los ambientes de la incertidumbre y la impunidad, también contiene seres humanos, individuos llenos de percepciones y emociones con las que construye o destruye su futuro, es verdad, pero que, cuando reúne amor y política –como sucedió con Haya de la Torre-, entonces reaparece esa fuerza vital y avasalladora que en 1930 acabó con la opresión oligárquica, y ahora vence prejuicios, complejos y exclusiones para imponer criterios de unidad, solidaridad y liderazgo que, en el marco de las complejas relaciones humanas que nos han rodeado siempre, NOS PERMITE luchar contra el letargo y el “sálvese quien pueda” que nos regaló inhumanamente el gobierno, dando una lección que coloca cualquier interés menor, por debajo del de la gente.

Lo vivido de manera extraordinaria este 11 de julio en la llamada Internetón de la fraternidad del APRA, merece ser ponderado con letras mayúsculas, porque en este evento, sus dirigentes mostraron liderazgo, presentaron un movimiento organizado, dieron cuenta de una legión de trabajadores dispuestos e incorporaron a minorías excluidas que, en conjunto, produjeron uno de los acontecimientos humanos más sentidos que se haya visto en los últimos tiempos y, especialmente, durante toda la pandemia. La reunión de miles de miles de ciudadanos adhiriéndose a este singular ejército civil de la solidaridad, valora la historia del aprismo y da consistencia a la ayuda a las familias que sufren las consecuencias del Covid-19 que se beneficiaran tras esta maratónica jornada de 18 horas de solidaridad a través de distintas plataformas en la internet, testimonio de la valoración política del amor a la gente, que es, en sí misma, un ejemplo que debería ser replicado incluso por el gobierno.

Quedará registrado que, tras más de un centenar de días de angustia, dolor, muerte, mentiras oficiales y desolación, cuando los peruanos éramos golpeados por la incapacidad y la indolencia gubernamental, hubo una extraordinaria manifestación política de amor por el Perú, que nos puso de pie y reunió no sólo a los apristas, sino, a muchos ciudadanos libres del mundo, bajo el influjo moral de Haya de la Torre, mostrando cómo se extiende una mano solidaria y de qué forma se hace política de servicio. Señores, simplemente, el APRA, volvió a lo suyo.

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BARBARIE Y SEPULCRO, La revolución aprista de Trujillo de 1932 (*)

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«El día señalado, la ciudad de Trujillo amaneció convulsionada, y tras una intensa movilización del campo a la ciudad, la columna principal que lideró el mítico comandante Manuel Barreto Risco, “Búfalo” integrado por obreros y campesinos al que se fue sumando el pueblo a su paso, avanzó y tomó el Cuartel Militar, la Plaza de Armas y las principales dependencias públicas, en tanto los principales accesos a la ciudad, eran resguardados por grupos de montoneros, como aquel ubicado en la Plaza del Recreo que, liderado por María Luisa Obregón, se apertrechaban dispuestos a defender su revolución, con sus propias vidas».

                                                                        TRIBUTO 

                                                            ¡ HONOR Y GLORIA A LOS HEROES DEL PUEBLO !