VACANCIA MORAL Y BIPOLARIDAD CONGRESAL

La manera como Martín Vizcarra de defiende de las graves imputaciones que pesan sobre él -en medio de traiciones y negociados- le arrebata la banda presidencial aun a pesar que pueda haber logrado una votación congresal que impide su vacancia y le permite sentarse en la silla de Pizarro un tiempo más. Lo que sobrevendrá, no es muy difícil de imaginar. Un gobernante deslegitimado por la sombra de la corrupción y la incapacidad no le sirve de mucho a un país urgido de confianza en las medidas que protejan a la población y sienten las columnas de lo que será el futuro inmediato de la patria.

El pedido de vacancia presidencial expuso un régimen descompuesto, un gobierno errático y planteó sucesos opuestos a toda lógica, de alguna manera, un denominador común en la política latinoamericana de los últimos tiempos donde cualquier cosa puede pasar en medio de la ausencia de valores que lleva a nuestros países hacia el abismo. Por eso es que no sería raro que tras culposas negociaciones que ponen en evidencia la corrupción imperante, haya ganado la falta de sentido de trascendencia y la pequeñez moral de quienes desde el poder –como hacen las bandas criminales- resuelven sus problemas legales anulando testigos y comprando conciencias para burlarse de la ley, dejando en suspenso la sanción -incluso penal como en el caso peruano-,  por obstruir a la justicia, manipular testigos y alterar pruebas.

En Perú, Vizcarra ha sorteado una vacancia cantada, gracias a la conducta bipolar de parlamentarios que en el discurso lo sometieron a un verdadero juicio popular, en tanto votaron a su favor para que no se le vaque, dejando intacto el peso de la larga lista de imputaciones que lleva en la mochila, algunas de las cuales, han significado procesos investigatorios que el Congreso prefirió ningunear, atendiendo “los altos intereses de la patria” cuyo tufo a repartija ha quedado impregnado en el ambiente.

El discurso maniqueo del precario mandatario, no negó lo evidente, ni desvirtuó las infracciones logrando una pírrica victoria con visos de impunidad que le permitirá seguir teniendo la llave de palacio, pero, sin legitimidad.  ¿Con que autoridad gobernará a partir de ahora? ¿Qué maniobras se producirán en medio de un proceso electoral en el que se juega no sólo la elección de un nuevo presidente, sino su propia suerte tras el 28 de julio de 2021? ¿Qué nos garantiza su imparcialidad? ¿Cómo podrían estar seguros los partidos políticos de su participación o del resultado en esas elecciones?

En política, los gestos permiten aventurar percepciones y una de ellas, hace evidente que Martín Vizcarra había quebrado a parte del bloque que pedía su vacancia antes de presentarse en el Congreso. ¿Cómo lo hizo? Tal vez las maniobras que quedaron en evidencia al conocerse el contenido de los audios nos respondan esa y otras preguntas; pero, en todo caso, fiel a su estilo, el régimen parece no haber renunciado a su vocación autoritaria, ni a sus aprensiones dictatoriales. En conjunto, la defensa de Vizcarra definió una estrategia llena de artilugios sólo para justificar los votos comprometidos de antemano, independientemente de volver a pedir perdón por lo que han hecho otros, lo que por cierto constituye una forma de excusarse, y una excusa, es peor que otra mentira.

Sin  vergüenza alguna, queda claro que Vizcarra ya no tenía que aclarar nada, por eso llegó hasta el parlamento, levantó la voz y repitió su guión, ninguneando la evidencia de haber concertado testimonios para mentir al propio Congreso y también al Ministerio Público. Mencionó la ilicitud de audios cuyo contenido son de real interés público y se escudó en una pandemia que ha producido el record mundial de cerca de setenta mil muertos cargados a su incapacidad, legando, además, un mensaje dramático que confirma la regla de la corrupción: el poder es para usarlo y poder que no abusa, no es poder.

La poca importancia brindada a la moral pública pone en evidencia uno de los más graves problemas que enfrentan nuestras sociedades, sobre todo, cuando se convierte en un tema de significación irrelevante. Por eso, las interpretaciones laxas sirven para todo y el show protagonizado horas antes de la presentación presidencial, en la que un tipo funge de perturbado ante medios de comunicación concesivos y ablandados por la publicidad estatal para, -cual Mario Poggi redimido-, confundir, invalidar y caricaturizar con recital musical incluido, los valiosos testimonios que son parte de investigaciones que se deberían realizar en sede judicial.

Si bien el parlamento tomó una decisión definitiva, es dueño de su propia mediocridad y también de sus miedos. Han quedado incólumes las imputaciones a Vizcarra y, si algún testigo se desdice, eso no significa que las acusaciones hayan sido falsas y que los protagonistas no hayan intervenido en la serie de despropósitos e infracciones a la ley, solo muestra, que los resortes del poder se han estirado lo suficiente como para amedrentar y callar con éxito a quienes, si otro hubiera sido el resultado, nos hubieran ahorrado varios meses para que el precario de palacio responda por sus culpas.

 

 

 

 

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LUZ SOBRE PETRA

Comentarios a propósito de una piedra en la casa de Haya de la Torre…

Con un significado asociado a la inmortalidad, la piedra ha sido usada para cincelar en el tiempo, épocas, momentos históricos, o personajes de gran valía. Los entendidos sostienen que allí radica el extraordinario simbolismo de Petra, antigua ciudad ubicada en la mitad de los caminos bíblicos (cerca a Jordania) construida fundamentalmente en roca, como si fuera una escultura destinada a señalar por siempre, un lugar, un momento o, el protagonismo de batallas cuyos líderes quedaron perennizados en la trama misma de la historia.

Los apristas conocemos una piedra singular, tiene forma triangular y se eleva al infinito. Reposa sobre la tumba del fundador del APRA, Victor Raúl Haya de la Torre y guarda en discreta solemnidad una frase llena de simbología: “Aquí yace la Luz”.  Se encuentra ubicada en el antiguo cementerio “Miraflores” de la ciudad de Trujillo, región de la libertad, en el norte del país y hasta allí, en peregrinación confesa, llega gente de buena voluntad tras el legado moral y el pensamiento político del insigne peruano que despertó las conciencias el pueblo pobre y construyó un sólido movimiento que defendió los intereses de los desposeídos en America Latina y el Caribe, Nación a la que llamó en la ruta integradora de Simón Bolívar, Indoamérica.

Victor Raúl, como lo llamaba cariñosamente supueblo, vivió y murió el 02 de agosto de 1979 en una finca de la localidad obrera de Vitarte llamada “Quinta Mercedes”, un espacioso lugar desprendido de todo tipo de pretensión material, propiedad otorgada en préstamo por un familiar cercano, donde Haya de la Torre sufrió su agónica peruanidad reflexionando por el país que tanto amaba y trabajando mucho por el partido que forjó personalmente. Tras su desaparición física, lo que fue su hogar y todo lo que contenía, pasaron a ser parte de la Casa Museo Haya de la Torre, ahora, una pujante entidad que difunde sus ideas y preservar su legado.

Aunque sé que muchos conocen el trabajo dedicado de su Director, Wilbert Bendezú Carpio, es necesario resaltar su estupenda labor porque el silencio no sólo es injusto, sino, mucho más enojoso que la crítica. A este respecto, menciono con pleno conocimiento de los hechos, que cuando Bendezú se hizo cargo de la Casa Museo, eran dramáticas las circunstancias que rodeaban aquel momento y de la angustia y preocupación por la preservación de su legado, vulnerado aquellos días por un robo de lesa cultura. Inicialmente, sólo, y luego acompañado de la presencia diligente y fraternal de unos pocos compañeros, trabajó muy duro por recuperar materialmente los enseres de la casa y también, por volver a darle contenido y sentido trascendente a esta obra que se salvó del desapego y el abandono, por su interés y preocupación sin descanso. Lo siguiente, han sido buenas noticias. Resultados auspiciosos, orden y mucha pasión en el trabajo.

El denso terral que encontró Bendezú y que rodeaba la pequeña casa, dio paso a una descomunal manta verde que muestra vida intensa en el lugar donde se guardan verdaderos tesoros vivos de la historia de la Nación al que se le ha sumado, una pulcritud en el desarrollo de objetivos en los que los testimonios del pensamiento hayadelatorriano se encuentran presentes, el detalle en valor de los textos recuperados, la posibilidad de acceder a la Biblioteca del maestro Gonzales Prada y material y fotografías que hablan por El Jefe, recordándonos que, si luce renovada y presta a compartir su valor, es porque hay un discípulo como Bendezú quien, más allá de las circunstancias se ha preocupado porque esto sea así.

En medio de una historia que no todos conocían y gracias al extraordinario y fraterno aporte de Cesar Castro Rojas, se ha colocado ahora en esta hermosa casa, una piedra, justo en el lugar donde se enterró, el corazón de Victor Raúl, el viejo León, en tanto la representación de “toni” -el leal pastor alemán que guardó su recuerdo y parte de su cuerpo en aquel lugar-, reposa en donde fue enterrado este noble animal.

Yo no sé, si alguien escribirá sobre todo esto, pero considero que este es un verdadero testimonio y tributo a quien lo dio todo por su pueblo y su partido, pone en valor agregado a la casa, pero, además, es la representación material de la perennización del nombre del fundador del aprismo cuya solidéz ideológica estará  representado en la piedra que provoca estas líneas que, de hecho, se convertirá en fuente de inspiración y peregrinación. La Casa Museo Victor Raúl Haya de la Torre dedica este lugar especial para el recuerdo de aquella extraordinaria personalidad que tanto extrañamos sus discípulos, que fuera dueño además, de una sencillez, grandeza y humanidad que podremos seguir tratando de imitar todos los días de nuestras vidas. Gracias Wilbert Bendezú. 

ALLENDE: Un hombre con nombre de salvador

Quisieron cubrir de infamia su memoria y los hechos fueron tergiversados para enseñar historias falsas. Tras el paso del juez justo del tiempo, queda claro que tuvo una vida agónica cuyo colofón fue un gesto heroico, un tributo a la dignidad, un paso definitivo a la inmortalidad.

Entre las sombras, la felonía trazaba el curso criminal de los acontecimientos que sobrevendrían a la noche del 10 de Setiembre de 1973 en Santiago de Chile porque quien pocas horas antes juraba lealtad al régimen constitucional, traicionaba la gloria institucional de su uniforme, manchando de sangre sus botones y convirtiendo al general Augusto Pinochet en el signo vil de la traición más abyecta.

Han pasado muchos años desde el 11 de setiembre de 1973 cuando derrocaron al gobierno democrático y constitucional de Salvador Allende, mientras la herida en la conciencia democrática aun nos duele porque nos recuerda la dramática diáspora chilena, los desaparecidos, la muerte de inocentes, el Estadio de Santiago ensangrentado y las canciones de protesta.

El hombre, militante de ideas de avanzada

Salvador Allende Gossens nació en Valparaíso el 26 de junio del año 1908 y fue un activo y disciplinado deportista que estudio medicina formándose en las tareas del quehacer social desde muy joven, cuando, en el taller de un sencillo zapatero anarquista, afirmó sus ideales que el socialismo y la masonería sellarían a lo largo de toda su vida. Su fraterno, permanente y activo contacto con la naciente izquierda democrática continental que lideró Víctor Raúl Haya de la Torre, le permitió desarrollar lazos de hermandad que se puso en evidencia cuando desde 1933 apoyó al exilio aprista en Chile donde -en comunión de ideales- participaron en la fundación del Partido Socialista adaptando y adoptando La Marsellesa, los pañuelos blancos de saludo y su bandera indoamericana.

Allende se mantuvo firme en ideales y sorteó los problemas derivados de su militancia cuándo se le prohibió ejercer la medicina, involucrándose en tareas sociales con periplos de visitas a los enfermos en barrios marginales. Su vida estuvo llena de hechos trascendentes. Fue elegido diputado por Valparaíso y Aconcagua, ocupó la cartera de ministro de Salubridad, Previsión y asistencia social del Presidente Pedro Aguirre y se casó en 1940 con Hortensia Bussi para, dos años después, en 1942, ser proclamado por las bases de su partido como Secretario General del Partido Socialista de Chile.

Senador en 1945, 1953, 1961 y 1966, fue presidente de dicha Cámara. Fue solidario con el aprismo tras el golpe de Estado militar en el Perú el año 1968 y un año después, en 1969 renovó una vez más su mandato senatorial. Si bien entre 1949 a 1963 presidió el Colegio Médico de Chile, fue candidato a la presidencia de la república en 1952, 1958 y 1964 respectivamente, hasta que el 4 de Septiembre de 1970, obtuvo la primera mayoría apoyado por la “Unidad Popular” una alianza que reunió a socialistas ortodoxos, los llamados cristianos marxistas y comunistas, logrando finalmente, tras un acuerdo con la Democracia Cristiana, ser elegido Presidente de la República, asumiendo el cargo, el 4 de Noviembre de 1970 momento en el que la historia latinoamericana daba un giro hacia el progresismo democrático, con una propuesta que se conoció como “la vía chilena al socialismo”.

Entre las primeras acciones de su gobierno, en el mes de diciembre del mismo año, nacionalizó las compañías del carbón, creando la Empresa Nacional del Carbón (Enacar) y el 11 de julio de 1971, en lo que se llamó el “Día de la Dignidad”, el Congreso Nacional aprobó por unanimidad la nacionalización de la Gran Minería del cobre, hasta hoy, en manos del Estado chileno.

La oposición de la clase alta contra Allende recrudeció una vieja polémica contra el socialismo y convirtió a la derecha e autora virulenta de todas las medidas de corte popular promovidas por el gobierno y que producían el respaldo de la población. Ese mismo sector dedicó todos sus esfuerzos a desestabilizar al gobierno socialista, innoble tarea a la que se sumó la centroderechista Democracia Cristiana. Allende resistió obteniendo nuevas victorias municipales en 1971 y parlamentarias en 1973 al vencer a la concertación conservadora en varios intentos de acusar constitucionalmente al presidente, instigando a los militares a participar en actos contra el primer mandatario, por lo que se dedicaron a generar especulación, acaparamiento y desorden en la economía.  

Lamentablemente, grupos comunistas de la Unidad Popular, se sumaron a la conspiración, promoviendo, irresponsablemente, medidas dictadas con carácter de emergencia contra determinadas empresas y tierras acompañadas de un activismo radicalizado e insulso, que generó rechazo en la población, y, paulatinamente, las condiciones objetivas para el golpe de Estado. A estas alturas, era imposible mantener un clima de paz y orden, en tanto la creciente fuerza de los trabajadores se convertía en una inexistente amenaza de dictadura sindical expresada en tomas de fábricas y minifundios por parte de quienes, por si mismos, se autoproclamaban “nuevos propietarios” cuando en realidad eran parte de un esquema izquierdoso, trasnochado, desordenado y pro-cubano. Los capitales entonces, fugaron, y, en retirada, el desorden tomó la nación.

La Unidad Popuolar, las derechas y sus privilegios

Una guerra entre el país conservador y Chile progresista colocó a Salvador Allende delante de los trabajadores y su pueblo. No había opción, eran ellos y un gobierno que los defendiera, o la capitulación que les devolvería el país a los ricos y sus intereses. Allende buscaba un país inclusivo, capaz de abrirse a los cambios y que le diera oportunidades a los que menos tenían. Los propietarios de comercios importantes se pusieron frente al gobierno de la Unidad Popular y ayudaron a mantener el boicot que generó escases y aumento del costo de vida. La inflación inició un ascenso galopante a la que se sumó la dramática huelga del transporte en el mes octubre de 1972 que remeció la solidez del gobierno.

Chile viviría a partir de aquel momento una crisis escalonada que provocó una economía de guerra, en tanto organizaciones terroristas de derecha como “patria y libertad”, sembraban el terror sumándose a la desestabilización del régimen. En estas circunstancias, el presidente Allende llamó a la unidad nacional y asistió a la Asamblea de las Naciones Unidas para denunciar la agresión de que era víctima su país. Fue ovacionado de pie por varios minutos por los diplomáticos tras ser enfático al denunciar que venía “…de un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida… La voluntad democrática de nuestro pueblo ha asumido el desafío de impulsar el proceso revolucionario dentro de los marcos del Estado de Derecho, altamente institucionalizado, que ha sido flexible a los cambios y que hoy está frente a la necesidad de ajustarse a la nueva realidad socioeconómica…”

Al 11 de setiembre de 1973, la presencia de los servicios de inteligencia norteamericana, la Operación Cóndor que respalda los golpes militares contra la democracia en la región y, la participación del conglomerado norteamericano ITT en el financiamiento de la irrupción constitucional estaba plenamente acreditado y el presidente ya había sido informado del revuelo conspirador de las fuerzas armadas en ciernes. Sendas reuniones entre los altos mandos militares acusaban el golpe contra la democracia que se hizo notar claramente, cuando la metralla puso fin al gobierno de la Unidad Popular, desatándose una ola criminal que tiñó de sangre y muerte las calles de Chile, precedido por un movimiento intenso en provincias y en la ciudad de Valparaíso que se convertiría -a partir de las seis de la mañana del mismo 11 de setiembre-, en testigo mudo de un tiempo de oprobio.

Solo el jefe de Carabineros llegó hasta el presidente para darle cuenta de los últimos acontecimientos cuando éste ya preparaba la resistencia. Desde palacio de La Moneda, planeando la defensa de su investidura y, en tanto la plaza venía siendo acordonada para aislarla de los barrios obreros y populares que la circundaban, las órdenes de la CIA que cumplirían los militares parecían ser irreversibles. Allende, con la mirada al frente siempre, estaba listo para la defensa que efectuaría de su gobierno y privilegió la necesidad de dar una lección al mundo. Invitó a que quienes permanecían en palacio se fueran para ponerse a resguardo. Nadie lo hizo.

Logró la salida de las mujeres y los niños, entre ellas sus dos hijas y luego, en medio del traqueteo producido por el ataque de los fusiles, se colocó un casco de guerra y, tomando una ametralladora en sus brazos, amenazó con viril actitud a quienes disparaban contra la democracia.

La Junta Militar dio un ultimátum a través de un manifiesto firmado por los comandantes de las Fuerzas Armadas y de Carabineros. Al vencerse, antes del mediodía, por aire y tierra, la sede del gobierno fue brutalmente atacada y sitiada, en tanto, dentro, algunos miembros de la Guardia de Palacio desertaban. El presidente no pronunció frase alguna de lamento, ni reproche a quienes lo dejaban. Con profunda convicción democrática, arma en mano, junto a un reducido puñado de hombres leales y leales, levantó la voz en defensa del mandato popular con el que llegó a palacio de gobierno.

La señal de Radio Magallanes trasmitía la última alocución en la que se escucharía a Salvador Allende. El país recibía un memorable mensaje de un hombre digno y leal en el que, sin parar, ni libreto, denunció la actitud cobarde de un grupo de militares que servían a intereses económicos extranjeros, exhortando a su pueblo a mantenerse alerta y vigilante en la defensa de los sagrados intereses de la patria,

La íntegra dignidad de un gran compañero

Nadie hubiera podido imaginar cómo, pese al inmenso cariño de la gente, Allende había sido traicionado. La CIA aparecía respaldando el plan conspirativo y le daba soporte al golpe militar, en tanto, para la KGB, Allende no era confíale por ser un demócrata químicamente puro. Lo que la historia ha registrado con pulcritud, es que Salvador Allende, en medio de una realidad mundial proclive al extremismo signado por la guerra fría, confrontado por la exacerbación de los operadores del comunismo extasiados por el modelo cubano, rechazó cualquier influencia extranjera y aunque terminó en medio del juego de poder y control de los ejes del poder mundial, actuó con la talla de un estadista defendiendo la soberanía de su país.

O Allende no era un hombre para aquel tiempo, o Chile no estaba preparado para un hombre de su dimensión. Soñó con un país para todos y bregó toda la vida para darle a los que menos tienen, la posibilidad de participar en la construcción del destino de su nación, por eso, rechazó el Plan de Fuga propuesta por los leales bajo la consigna: los hombres de fe, no se corren.

A la una y media de la tarde aproximadamente, cuando toda defensa era en vano por la superioridad numérica y bélica de los golpistas, en la Sala Independencia del Palacio de La Moneda, Salvador Allende se inmoló en defensa de la dignidad, la democracia y la voluntad popular. En su viaje al Oriente Eterno, no se llevó nada, porque todo nos lo legó, incluyendo “la certeza de que su sacrificio no sería en vano y que finalmente, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.

La larga lista de muertos y desparecidos acompañaron los juicios contra el dictador y los socios del golpe. No hubo perdón para quienes mancillaron la dignidad de Chile tras dolorosos años de persecución, robo y crimen, en tanto se erige, vivo, altivo y victorioso Allende, un hombre con nombre de salvador, quien nos recordó justo antes de morir, que se abrirían nuevamente las anchas alamedas para ver pasar al nuevo hombre libre. Y asi ha sido.

EL PAÍS, MI PAÍS…

Hace mucho tiempo, mi nación dejó de ser inspiración para convertirse en fuerza e impulso de ideales y pasiones en la búsqueda de nuevas formas de convivencia ciudadana. No necesariamente ha sido posible lograr ese deseo, sin embargo, hemos dado la pelea tratando de construir un país de oportunidades en el que la libertad y la justicia primen por encima de cualquier interes individual o de grupo.

Por eso, cuando volteamos el rostro y, como si el tiempo se hubiera detenido en las épocas más difíciles de nuestra vida social, nos enfrentamos una vez más a un conjunto de taras que creíamos superadas, aparece con el régimen de turno en medio del abuso, el ejercicio corrupto del poder y la mentira hecha discurso del gobernante, refregándonos en el rostro, ser una republiqueta que reedita sus peores formas para, en medio de torpes desiciones y malos habitos ciudadanos, ganarnos alguito, tratando de convencernos al mismo tiempo de que somos asi, por una inexistente fatalidad histórica. 

Hay quienes pensaron que los dramas del mundo en esta hora nos harian mejores, pero la verdad es que eso sólo pasó entre los pobres, cuyo condición de abandono los devolvió a la solidaridad, al compartir de sus mágicas ollas comunes cuyo alimento nunca se acaba mientras haya alguien con hambre y esa extraordinaria asistencia al desvalido que se enfrentó en estos largos y duros meses a la conducta insana del gobernante cuyo régimen abandonó a nuestra gente en medio de la indefensión absoluta, dejándolos sin trabajo, alimento, muriéndose por falta de medicina, servicios de salud y hasta oxígeno, mientras unos pocos en cambio, acumulaban oprobiosas fortunas  que, no terminan de entender, en la tumba, no sirven para nada.

Se nos roba la esperanza y la sonrisa tras haber perdido la política honesta y entonces, para no perder el país en medio de la impunidad, independientemente de lo que le suceda al gobernante, levantemos la voz y hagamos que se sienta la indignación exigiendo que cese el robo al país de nuestros hijos.

Que se nos devuelva sobre todo, nuestro derecho a vivir en paz, a superar juntos las vicisitudes de estos tiempos y los escollos que vengan. Sólo pedimos un país mejor y con oportunidades, la posibilidad que se escuche el reclamo ciudadano y que, incluso a pesar que la pandemia frene gestos físicos y movilizaciones populares, nadie le robe, sobre todo a los mas pobres, la posibilidad de tener esperanza y ser felices.

Una ola de conciencia ciudadana debe seguir haciéndose sentir, tal y como lo hicimos contra el fujimontesinismo, antecedente de esta nueva réplica oprobiosa de errores y corrupción que han sido una constante en nuestra historia oficial y que ahora levanta como emblema el gobernante que, como sus émulos corruptos en todos los tiempos, pasará signado por el olvido o la cárcel.