Una aproximación a los Jóvenes movilizados en el Perú
Las reacciones de grupos de exaltados en las calles no hay que subestimarlas, ni siquiera, por el hecho que no es la vieja movilización revolucionaria de los trabajadores de la ciudad y el campo, ni de los pobres, sino, la expresión de una clase media apabullada por la crisis al que se sumaron los golpes que la corrupción le ha infringido a la moral pública.
Estos hechos, nos acercan a un entendimiento que va más allá de Odebrecht, la vacancia presidencial, la curricula del presidente Merino de Lama o, incluso, los dramas de la realidad social y la política, llevándonos por la ruta de oportunidad del SWARMING, o, la llamada “estrategia abeja”, una forma muy antigua de ataque usada en conflictos de todo tipo que replica el comportamiento del insecto, con la finalidad de atacar un objetivo enemigo, de diferentes maneras y en distintas direcciones, sobre la base de la idea de confundirlo y ganar tiempo para que el daño que se le pueda infringir, lo inmovilice.
Los medios de comunicación, en su desesperada carrera por el presupuesto público y con pleno conocimiento de las tropelías y corruptelas de Martín Vizcarra, le plantearon al gobernante un juicio mediático hasta arrinconarlo, pensando obtener ventajas de esta situación, sin calcular, la respuesta de un congreso que, sin nada que perder y con muy bajo nivel de sus representantes, terminaría encausando una lograda vacancia presidencial cuya secuencia se escapó del control de los medios, razón por la que desplegaron todas las estratégicas comunicacionales imaginables, publicitando y dándole cobertura a una inicial y pequeña marcha de no más de 200 jóvenes exaltados, hasta lograr que se adhieran una cantidad incalculable de jóvenes.
Desde entonces, la violencia ha ido creciendo y protagonizando nuevas y crecientes manifestaciones, sin que al mismo tiempo, no se tomara debida en cuenta el efecto que produjeron estos hechos de tanta significación en Chile y los Estados Unidos, donde los jóvenes –simbólicamente- fueron tomados de rehenes por el anarquismo, en medio de una suma de reclamaciones imprecisas, slogans y generalidades como las que se han puesto en evidencia estos días también aquí, en Perú, donde, no se necesitan razones para marchar tal y como lo han expresado algunos muchachos no partidarizados, quienes no han podido responder claramente lo que exigen, ni porqué.
Esta, no es la protesta contra la “Ley Pulpin”, ni la indignación contra la “repartija”, tampoco son réplicas de las añoradas manifestaciones de las juventudes contra gobiernos o leyes impopulares, estamos frente a la presencia de una respuesta “alpinchista”, movilizada sobre el conjunto de heridas del alma social que los jóvenes clasemedieros cargan y que sirven -como sostienen en sus canciones estos días-, “para portarnos mal y deshacerlo todo”.
No es necesario psicoanalizar a nadie para encontrar la fuerza de la frase “romperlo todo para hacerlo todo de nuevo y mejor” y eso, no es comunismo, ni tiene que ver con el seudo protagonismo insulso de una izquierda caviar que es cómplice del sistema y que, en estos tiempos, la verdad, no levantan contra el estado del que viven, ni siquiera sus lapiceros.
Este es el imperio del desaliento, de la ausencia de esperanza, del hartazgo y del triunfo momentáneo del desorden anárquico que responde la monserga neoliberal que, por casi cinco décadas continuas les ha dicho a los más chicos, que la política no sirve para nada y que la democracia no se come. El Vizcarrismo cree ingenuamente ver en estas manifestaciones su reivindicación, los corruptos, anhelan mayor crisis que posterguen sus enjuiciamientos, mientras los pillos están de feria tratando de “estar en la foto”, pensando ganarse alguito al más puro estilo de Julio Guzmán, el típico político desesperado al que estos chicos desprecian profundamente. La Izquierda parásita, no termina de entender por qué le sale mal todo, en todo caso, harían bien en escuchar con detenimiento, los gritos contra Verónica Mendoza en plena plaza del Cuzco, donde al unísono una muchedumbre airada coreaba que “derecha e izquierda, es la misma mierda”.
Un sinnúmero de análisis rodean lo que está sucediendo en las calles y aun cuando en términos objetivos, pareciera no tener las dimensiones de las crisis en otros países, múltiples agentes coordinadores y provocadores suplen el viejo liderazgo y permite la histórica acción directa que los anarquistas enarbolaron durante buena parte del siglo XIX y XX y al que se suman las redes, anónimos protagonistas que logran agrupamientos, pero también, el sincronismo que produce esa apabullante sensación de fuego cruzado que termina golpeando al sistema desde todos lados y que une a los esclarecidos universitarios con las barras bravas y el mismo entusiasmo de los núcleos marginales que ahora, cartel en mano, marchan por Lima generando la falsa y engañosa sensación de victoria entre las ONGs, que cuando hagan el inventario de los acontecimientos, encontrarán los muertos que necesitan para sus campañas por los derechos humanos de la mano de movimientos ciudadanos que podrán legitimarse dando vueltas en la plaza San Martin de Lima, mientras recolectan fondos pasando el sombrero en las dadivosas Europas.
La lógica formal-policial de detener a los “vándalos” es una ficción imposible, una frase infeliz o simplemente, una estupidez. No persuade, rebela, no explica, confunde. Observemos que estas movilizaciones de alta intensidad y masiva concurrencia fija en el subconsciente colectivo de la gente, la voz de los “somos más, mejores y los únicos salvadores” que, destruyéndolo todo, allanan la tierra para construir nuevas y mejores cosas, esa posibilidad de lograr la libertad por encima incluso, de una democracia que no se come, atendiendo a la razón de quien levanta un cartel, es porque tiene la voluntad de enrolarse en una acción común, incluso, violenta, aunque no pueda explicar exactamente, porque está allí.
Seguir promoviendo -por irresponsabilidad o ignorancia el Swarming-, es exponer al país a esa estrategia Abeja que los Trolls ponderan y propagandizan por las redes sociales bajo la billetera de quien está dispuesto a dejar el gobierno, pero nunca, el poder. En todo caso, falta poco tiempo para que la derecha, los mismos medios y las oligarquías rendidos de miedo, volteen a exigir a los partidos políticos, esos a los que llamaron “cúpulas tradicionales”, que enfrenten el caos y frenen la violencia, pero ello, sólo podría ser posible, si para responder eficazmente, se entiende que el tema no es Vizcarra, ya que él no salvara el juicio de la historia, ni, si Merino estudió o no, sino, la crisis estructural y las enormes brechas sociales existentes que concentra la riqueza en pocas manos, en tanto la pobreza se distribuye entre muchos.
Atender los problemas de los jóvenes, resolver la crisis moral, educar para elegir mejor y devolver la institucionalidad es una tarea urgente. Haya de la Torre lo dijo visionariamente hace muchos años, hay que resolver la fórmula recurrente en la historia del Perú contemporáneo: Justicia Social o violencia sistémica. Cambiemos al país, antes que nos lo cambien recordando que no hay pueblo bueno, ni pueblo malo, sino, buenos o malos dirigentes.
Gráfico.El Periódico.