EL INFAME TRAIDOR Y LA POLÍTICA

La rauda y aprensiva capacidad de las personas para transformarse ante los deseos incontrolables de las manifestaciones del poder mismo, han probado en el curso de la historia de la humanidad algunos de los efectos nefastos de la exacerbación del deseo, lo perturbador de la vanidad y el drama del «pronto éxito» que sobre todo en la política, se percibe con mayor nitidez pareciendo romper la lógica del equilibrio que debe primar en el proceso evolutivo de la personalidad y que produce cambios tan significativos que  logran torcer el destino, condicionando comportamientos sometidos al puro interés y el abandono de ideales que laceran lealtades que parecían inmarcesibles para encubrir nuevos tipos, personas que crecen en medio de la miasma del mal hábito y tejiendo pueriles argumentaciones con el propósito de convertir la felonía en una  debilidad humana socialmente comprensible, a pesar del uso de maledicencias y atropellos con tufo a cinismo vergonzante, consecuencia de la siempre frágil y por lo general precaria «necesidad humana de gozar de victorias».

Es tremenda la connotación de la traición en todos los planos, por eso, parece ser el único acto de los hombres que nadie se atreve a justificar -por lo menos en público-  y menos, si está signada por las características de un desprecio irredento por la consecuencia, circunstancia que guia incluso a muchedubres sobre creencias y compromisos que se quiebran en un instante a causa del incumplimiento que genera desazón y que ha sido  duramente castigada siempre, incluso con la muerte. A este respecto y aunque salidos de la historiografia religiosa, dos personajes emblemáticos aparecen de la mano de tan despreciable circunstancia en la propia biblia y, aunque en conjunto parecen graficar la naturaleza más íntima de la contradictoria naturaleza humana, han marcado al mundo de todos los tiempos, más allá incluso de confesiones religiosas. Caín asesinando a su hermano Abel y el Apóstol Judas Icsariote, quien por 30 monedas cubrió de penosa infamia su lugar de  prinvilegio al entregar nada menos que a Jesus, el Cristo redimido de los cristianos sobre las manos ensangrentadas del imperio colonizador de la época, constituyen momentos cumbres desde el cual, la traición adquirió profundas connotaciones morales, religiosas y políticas, tan íntimas, que volvió  inperdonable la actitud de los traidores, aquellos que -según Maquiavelo-, «son los únicos seres que merecen siempre las torturas del infierno político, sin nada que pueda excusarlos”.

Desde entonces y hasta la actualidad, el registro histórico sobre todo de los países de America Latina y el Caribe,  esta llena de episodios de traición al que se considera un acto despreciable, pero que por extensión, también afecta a la política como consecuencia de una asociación que la vincula con la ambición de las élites -sobre todo conservadoras- cuyo comportamiento adictivo a la suntuosidad del poder, los hace abandonar los causes del compromiso con la ideología y el programa para depender de la espontaniedad de la coyuntura e intereses extraños o pecuniarios evidenciados en los resultados que aspiran obtener en la carrera política que, cuando no existe fortaleza y convicción, marcha por una ruta distinta a la del partido, montándose siempre en una lógica maniquea y justificatoria de la anarquía donde erróneamente se sostiene que la libertad permite asumir una conducta individual, por encima o en contra del colectivo institucional.
Esas son las primeras señales de la falta a la confianza, de la postergación de las lealtades comprometidas que dan paso a espacios para la meditada posición en la política, una manera moderna de definir el transfuguismo que trata de darle una carga ideológica al acomodo y la conveniencia. La traición es la antípoda del honor y esta, es la garanrtía de la preservación de la dignidad expresada en ideas, debatibles y criticables, pero ideas al que uno se adscribe cuando decide militar en una organización, sobre todo si es progresista, y donde  no se admiten concesiones practicas, ni el perdón al felón, ni siquiera como consecuencia de desódenes emocionales o sicológicos que pudieran expresar una necesidad de superar  a otros por el sólo prurito de sentirse elegidos o privilegiados, seres con derecho a tener todo lo que probablemente nunca tuvieron, pero sin procesos constructivos, ni crecimientos, agrediendo voluntades y poniendo zancadillas para lograr lo que son éxitos pírricos, momentáneos, en ese tan renombrado escenario de figuras pacatas que en el capitalismo se preparan para el aplauso fácil y la lisonja interesada que, de ida y vuelta, generan círculos de poder rodeadas de medias verdades, incumplimientos constantes y donde la palabra tiene el valor del tiempo que dura pronunciarla.

 

Del detalle precedente al influyente político francés, Joseph Fouché, hay una línea común de consideraciones. Odiado y estudiado con gran atención, desarrolló sus perversas habilidades entre los impulsos de la revolución francesa, el imperio napoleónico, la monarquía y el Estado francés con motivaciones indescifrables e indefendibles que le permitieron tener esos éxitos relativos de los que da cuenta la historia, pero que puso en evidencia -por desgracia- una especie de modelo conductual del político que construye su presencia, vigencia y liderazgo sobre debilidades ajenas que convierte -casi en simultáneo- en fortalezas propias, jugando con la influencia y el poder sin controles, límites, ni moral, consecuencia inequívoca de una evidente vocación totalitaria que desafió al sentido común y promovió el abuso del poder y la mentira como una práctica insana que hizoque Fouché sobreviviera a Roberspierre  y también a Napoleon, quienes no pudieron con el llamado  genio tenebroso, mientras éste, sentaba cátedra sosteniendo simultáneamente posiciones contradictorias, cambios de parecer bruscos y, haciendo gala de un arte especial para conciliar con enemigos, por el puro afan de probar la efectividad de sus métodos, mientras a cada momento, ponía en marcha una nueva traición.

La descripción de Fouché, aunque breve, permite marcar más allá del personaje y las conceciones narrativas sobre él, un realismo dramático que ha trascendido a la época, al punto de sentir su presencia en todo lo que tiene de perverso, ingrato y falso esa politica que se ha hecho tan humana, como los defectos del hombre mediocre y decadente, permitiéndonos advertir lo que la corrupción y el transfugüismo han logrado hacer en términos generales, relativizar la moral pública y poner en valor un escenario escabroso de conceciones y renunciamientos también ideológicos, en los que han perdido los partidos, los hombres honorables y la historia, triunfando -aparentemente- los mercaderes, los negociantes y los aventureros, aquellos que han hecho de la politica -al decir de Haya de la Torre-, vil negocio culpable que redujo el auge de las masas  y su protagonismo, a menbretes, logotipos que constituyen vientres de alquiler o simples franquicias donde lo último que interesa, son las ideas y los programas de acción.

En la actualidad, los partidos politicos muestran deficiencias para controlar la penetración de intereses distintos a sus fines fundacionales. La decadencia de la política y el interés por desmovilizar a las organizaciones del pueblo, promueven liderazgos fatuos y fines subalternos que buscan re-direccionar en nombre de la modernidad, la posición institucional, sobre todo  hacia un centrismo pernicioso aun cuando algunos de estos históricos movimientos logran mostrar una sólida capacidad para resistir los embates del fascismo, del comunismo, del neoliberalismo y tambien en estos tiempos, al facilismo envuelto en denominaciones pragmáticas donde siguen decretando el fin de las ideologías y el ocaso de los partidos politicos sólo para imponer una realidad que tolere el negocio como fin de la política, olvidando al mismo tiempo que las ideas y los partidos, siguen siendo las columnas vitales en las que reposa la afirmación de la libertad y el verdadero ejercicio democrático del servicio público que, al decir de Unamuno, para los políticos verdaderos, se eleva al plano de la religión misma.

El que los Estados hayan sido asaltados por la corrupción y el discurso politico haya sido usado por avenbtureros con una falsa moral, nos permite condenar la naturaleza de la voluntad interior de los traidores cuyo deseo irrefrenable en la búsqueda del poder los lleva por el faccionamiento y la deslealtad como argumento de sus aspuraciones, acaso, una evidencia más de la sorprendente similitud de formas en la conducta de políticos que preservan modales formales, pero actpuan sin límites éticos, ni escrúpulos.

Que algunos acepten o nó la gravedad de este pr0blema, es irrelevante, como lo és, que lo autores de hechos y circunstancias de conspiración en la política reconozcan como lesionan valores, principios, fidelidad y el honor, independientemente de si se concreta la voluntad rupturista- ya que por duros e infraternos que sean los términos y las maniobras utilizados en los actos preparatorios, éstos quiebran la organización y socavan la fortaleza institucional dividiendo y restando, en vez de sumar y multiplicar. Por eso, tratar de definir la naturaleza de la felonía, es una urgencia compleja, pero necesaria, ya que ésta brilla de manera singular en la misma ruta humana de la política, felizmente, sin mucha suerte promisoria, ni perspectiva, pero igual, haciendo mucho daño, tal como lo acreditan expertiencias diversas como las del viejo Partido Civil, o, los esfuerzos de Cáceres, Piérola, Gonzales Prada y el propio Jose Carlos Mariátegui, quienes vieron quedarse en el camino proyectos legítimos el algún caso por obra de quien traicinó aquellos ideales.

Los opinólogos condescendientes reiterarán que «nadie nace traidor», aunque no nieguen que la oportunidad convierte a la persona en prisionera de debilidades de todo orden, razón por la que existe un universo impenitente de miseria que no hay que perder de vista nunca, justamente, para no ser  víctimas de sus más implacables guerreros: los divisionistas. En el caso del APRA, hay varios momentos en los que la traición levantó la voz y, aunque éste no es un juicio de valor sobre las diferencias que motivaron confrontaciones y legítimas rupturas ideológicas y políticas, si es una narración que denuncia estrategias de enemigos o infiltrados dedicados al afan de quebrantar la unidad y «eliminar al partido«. 

A la luz del tiempo, hay, sin duda, varias maneras de ver y entender al aprismo y su visión integradora  y, aunque los tiempos cambian y también las maneras de abordar la sociedad, la política y el futuro, sigue siendo perfectamente válido la existencia de tendencias o corrientes que -en el sano y crítico ejercicio de la dialectica- se someten a los rigores del debate y la democarcia interna arribar dialécticamente a consensos. Sin embargo, nada justifica los «ismos», las conspiraciones, ni propuesta faccionales que impliquen la división del movimiento que, deberían saberlo, no tolera la traición y la condena severamente en nombre de los miles de hombvres y muejres libres que lo dieron todo, hasta la vida por esta causa, resultando oportuno por ello insistir en que la historia enseña que el aprismo es más grande que todos sus problemas, que unidos lo podemos todo, que detrás de todo faccioso solo existe traición, que para la traición no hay perdón y para los traidores, está reservado el peor lugar del infierno, justo aquel que Dante Alighieri describe genial, dramaticamente y sin contemplaciones en La Divina Comedia.

SER APRISTA Y NO RECONOCERLO

Una mirada al centenario partido de los jóvenes y los trabajadores

El aprismo es una construcción política, social y filosófica de profunda raigambre e influencia cultural, que hunde sus raíces en la idea trascedente de esa Nación que se reencuentra con sus valoraciones históricas hasta convertirse en una fortalecida manifestación popular que mira al futuro con optimismo y eleva la política como expresión social -al decir de Unamuno- al plano mismo de la religión.

El aprismo del que hablamos constituye, de hecho, un conjunto de ideas, tradiciones y símbolos que aportaron a la política un nuevo entendimiento, principios y prácticas sociales que le dan sentido a su doctrina trascendencia, constituyendo el marco de la realización de un nuevo hombre indoamericano, con sus particulares formas de convivencia y todo aquello que le ha permitido enfrentar su destino, a partir de la comprensión realista de su pasado.

Sus viejos militantes, como los apóstoles del cristianismo fundacional, se han mantenido fieles al legado de su evangelio con una verdad revelada que ha sumado ejércitos de hombres libres tras luchas y conquistas en tiempos épicos absolutamente identificados con el destino de la patria y el entendimiento de está, como íntima expresión de su gente, sus problemas y también de sus esperanzas, mientras la ejecutoria organizacional de su movimiento la convertía en vanguardia de una historia de sufrimiento, persecución, carcelería, exilio y muerte, que es vivencia que redime y semilla que crece como expresión de una entrega a causas superiores para cambiar la realidad doliente de opresión y oscurantismo y que lideró desde 1924 Victor Raul Haya de la Torre -esa especie de Cid Campeador contemporáneo-, que comenzó a ganar batallas incluso en ausencia.

Los orígenes

Con el siglo xx,  los jóvenes descubrieron que la “fatalidad del destino inexorable”, intrínseco al futuro del país del que tanto hablaba la literatura conservadora, era una patraña promovida por el poder para que el Estado pudiera seguir negando la existencia de quienes producían, efectivamente, la riqueza, entonces, regentada por minorías que se repartían tesoros inconmensurables, mientras la corrupción –un mal tan antiguo como la existencia de la civilización humana-,  aupaba mayor pobreza y explotación criminal con la complacencia de una política tomada por asalto y convertida en costosa herencia “del encuentro de dos mundos” que el que se impuso aquel poder imperial que con la colonia, se dejó abrazar por esa obsesión compulsiva por la ganancia que beneficiaba a unos pocos, sobre el destino final de la inmensa cantidad de trabajadores que la extraían y procesaban.

Los asomos de independencia fueron –como ha sido en buena parte de la historia indoamericana- un cuento mal narrado de la confrontación entre potencias extranjeras por el control extractivo de nuestras riquezas naturales, soslayando la intensa rebeldía indígena y los asomos de nacionalismos constructivos que se narran como fábulas para presentar culturas y pueblos desarrollados e increíbles, capaces del desarrollo de la ingeniería y la política, como una suma desorganizada de indígenas ignorantes, fraccionados, confrontados y vencidos en una especie de resistencia pasiva explicada además con mala fe, por la imagen terrible de caballos que los asustaron y el estruendo de la explosión de la pólvora que literalmente habría paralizó a todo un pueblo, negando el grito emocionado de las comunidades y la gloria montonera. Desde entonces, la ignorancia que el oscurantismo le regalo a las masas y el látigo lacerante de espaldas de trabajo sometidas al rigor del castigo en el campo o la mina, obligaban a dejar atrás el romanticismo vanguardista de la prédica periodística, llevando a aquellas generaciones a involucrarse en tareas sociales y políticas mucho más específicas, tangibles y reivindicativas, en la misma línea del esfuerzo del socialismo precedente y el  anarcosindicalismo precursor de Manuel Gonzales Prada, el gran inspirador de la obra liberadora del aprismo.

También el asentamiento brutal del poder imperial del capital con el que se inauguró la etapa capitalista sin haber superado totalmente el neo-feudalismo en nuestras tierras -a diferencia de Europa-, dejó pendiente y sin resolver las taras del carácter dependiente de nuestra economía. Tampoco generó condiciones para el progreso común, menos para el desarrollo, recurriendo a sistemas de trabajo y explotación que incrementaron la ganancia, pero en desmedro del hombre del campo, la mina y la industria, mientras sobre aquella doliente realidad, exenta de condiciones básicas para la dignidad, surgía un amplio movimiento social que reunía la expectativa de la gente hasta convertirla en fuerza organizativa y motivación de lucha, arrancándole de a pocos al sistema, conquistas como la libre organización, el sindicalismo, garantías de libertades y derechos civiles y políticos que, con la irrupción de las masas en la escena política nacional, impusieron la presencia del pueblo en la construcción de su propio destino.

El aprismo como fuerza de la historia

Mucha agua corrió bajo el puente y muchas muertes fueron semilla. Las ideas y exigencias que planteó Haya de la Torre han constituido valoraciones comunes de convicción y exigencia nacional que ha ido venciendo al país de las blancas y estiradas oligarquías que le negaba a la Nación mestiza de la provincia y el abandono secular, reconocimientos intrínsecos a su derecho a existir y progresar, reconociendo que -por lo menos en el Perú-, la capital centralista no es todo al país, que el oscurantismo constituía una afrenta a la dignidad humana y que encubría la opresión para evitar que los trabajadores, las mujeres, los analfabetos y los jóvenes exigieran derechos que les habían negado, en medio de una confrontación económica-cultural desigual que el aprismo propuso terminar, elevando la conciencia de la gente , con-ciencia, permitiendo todas las expresiones de realización que permitan consagrar la libertad y exhibir hombres libres y solidarios, dispuestos además a la realización política, como una profesión de fe social, todo un universo que asume reflexiones y propuestas revolucionarias, a partir de convertir al pensamiento hayadelatorriano en el ejercicio reflexivo de una ciudadanía activa que marque el compás de la acción política local y Latino o Indoamericana.

Símbolos e historia

Todo acto humano significativo es representado con signos que la enaltecen, la melodía de la Marsellesa, como himno libertario, anunció al mundo un nuevo plan de salvación. Es un símbolo reconocido desde hace mucho por la gente, en tanto sus proclamas en el caso peruano, aluden que el APRA “salvará al Perú” o que ésta organización “nunca Muere” porque sigue siendo parte de un plan que pesca hombres nuevos en un discurso con el que se puede estar a favor o en contra, pero al que difícilmente se puede soslayar. Antenor Orrego, exquisito filósofo y gran maestro, pensó que el país construía su realización a partir del sacrificio y éste se expresa en las largas temporadas de apristas recluidos en prisión, expulsados al destierro o simplemente perseguidos, sin embargo, aquella referencia se extendió a la realidad de una Nación agónica que buscaba su realización, a partir del compromiso de sus propios hijos, quienes vivieron el sentido purificador de la lucha en aquello que sólo se comprende tras conocer la heroicidad  de hombres como Carlos Phillips, quien, tras los sucesos de la Revolución de Huaraz el año 1932, justo en el paredón de muerte, a  instantes de ser fusilado, se dio un tiempo para conciliar la vida con la muerte exclamando: “Sólo Dios salvará mi alma y sólo el aprismo salvará al Perú” que el pueblo ha resumido en el grito de convicción “SEASAP”, sin que las dictaduras pudieran detener todas las expresiones de rebeldía de aquel   aprismo interiorizado en el nacionalismo popular de Haya de la Torre que significó una mezcla vibrante de sentimientos y compromisos que, como con el primer amor, nunca se olvida, repetía siempre el “comandante” Guillermo Carnero Hocke, quien se hizo aprista en tiempos en los que se privilegiaba el plural de las izquierdas sobre el singular de la derechas en las escuelas, la universidad, el centro laboral y en el quehacer social, donde además, el término compañero se asociaba con una  condición espiritual que superaba el viejo y amoral compadrazgo cómplice.

Mucho se debate sobre el aporte del aprismo a la historia y sobre esto hay mucho que decir. Quien recibió un juguete en navidad, usó de los servicios sociales del partido, quien estudió una carrera técnica en la Universidad Popular “Gonzales Prada”, quien aprendió oratoria, se formó en la CHAP, en las academias de nivelación escolar, en las academias vocacionales o pre-universitaria “Antenor Orrego” tiene una idea distinta de la política como herramienta liberadora, tan importante, como el que pudo alimentarse a precios accesibles en los comedores popular que desde 1931 el aprismo promueve, junto a la organización de los Clubes de Madres, Cocinas Autogestionarias y hasta distribución de leche en asentamientos humanos, todas, organizaciones promovidas desde la concepción popular de la nueva política que inauguró el aprismo lejos de las campañas electorales y que constituyen, verdaderos sellos indelebles del espíritu de  nuestra nación.

¡Haya vive!

Es una invocación recurrente al ejemplo de vida y la vigencia de la obra y el pensamiento de Victor Raul Haya de la Torre, cuya voz sigue animando entusiasmos y el trabajo social que le da al activismo partidario, un sentido distinto y mejorado que ni las groseras persecuciones pudieron proscribir porque lo guia el inmenso amor por su gente, por el paíz y por la patria grande, anteponiendo la verdad histórica, al registro de traiciones y héroes para textos escolares que exalta la pretendida heroicidad de la burguesía, soslayando el real protagonismo nacionalista de los más pobres, acaso, los verdaderos ejércitos populares de Haya de la Torre, repletos de héroes verdaderos y protagonistas de esas prolongadas marchas de resistencia, sacrificio y lucha por la libertad, la independencia y la Justicia Social.

El aprismo nunca muere

Apareció como un grito de guerra, un slogan motivador en las coyunturas adversas, aunque los estudiosos reconocen que pronto se convirtió en una exaltación de fortaleza que es, en sí misma, un llamado a la reafirmación del espíritu de los compañeros que fueron capaces de marchar a la muerte en la Revolución de Trujillo en 1932 -como el Daniel de la Biblia recluido en la fosa de los leones- convencidos que su verdad los haría libres. Pero, independientemente de las interpretaciones, lo cierto es que los momentos en los que el aprismo ha enfrentado circunstancias adversas ha podido revertirlas apelando al alma partidaria, a esa valoración superlativa que vence la adversidad con esa convicción que se llevó de encuentro la felonía y el fraccionamiento que promovían los quinta-columna, a quienes el aprismo parece sobrevivir, una y otra vez, no sobre la gloria de su historia como han creído algunos, sino, forjando cada día, nuevos retos liberadores entre el pueblo que sabe que su ruta está empedrada y llena de adversidad sobre la que avanza victorioso y firme, rumbo al bienestar.

El viejo debate sobre la sociedad aprista, sigue pendiente, construyéndose, aunque por momentos sirva para hacer insistir en la urgencia de cambiar la noción de la economía para poder redistribuir la renta con equidad, generar más riqueza para quien no la tenga y sentar las bases de un nuevo tipo de Estado, uno promotor, que cumpla tareas de árbitro de las complejas relaciones entre el capital y el trabajo, mientras forjamos el bien común, esa experiencia humana que se labra entre todos, conjugando reformismos que nos sigan uniendo en torno a las ideas de libertad, democratización de la sociedad  y la construcción del futuro que definió certeramente Haya de la Torre cuya obra mayor, el APRA, está a punto de cumplir 100 años de verdadera gloria en el seno del pueblo.

 

LA JUVENTUD APRISTA

A la crisis económica y política que vivió el Perú de los años 30 del siglo pasado, se sumaban registros de escándalos, corrupción, falta de garantías de los ciudadanos y el recorte de los derechos de los trabajadores. El país se debatía en medio de una terrible guerra civil que enfrentaba a los peruanos y marcaba el compás de un clima de violencia que llegó a su máxima expresión, con la muerte del presidente Luis Miguel Sanchez Cerro, en manos de un joven proletario, harto de la pobreza en la que se hallaba sumido el país.

El aprismo lograba en la ventana de remedo de libertad de corta duración que se produjo tras los luctuosos acontecimientos, alguna tranquilidad producida inmediatamente después del ascenso del presidente Benavides, aun cuando en términos reales, la persecución al aprismo nunca se detuvo, agravándose al poco tiempo, arreció la brutalidad conservadora y se volvió a desencadenar, nuevamente, la cruel persecución que alcanzó también a los sindicatos y al pueblo en su conjunto. La violencia represiva, había tomado por asalto el país y los primeros días del mes de enero del año 1934, mostraban un panorama desolador y concurrente con la incapacidad del gobernante de superar  aquella tensa y dramática situación.

El domingo 7 de enero de 1934 congregó a un grupo de jóvenes bajo la atenta mirada de Ramiro Prialé, quien unificaría todos los esfuerzos y el activismo en torno a la labor efectuada por los Sindicatos de Estudiantes, las Asociaciones Estudiantiles y las Vanguardias de Choque juveniles para que, en conjunto, pudieran concentrar esfuerzos y organizar una Federación Juvenil que adquirió -a sugerencia del propio Haya de la Torre-, el nombre de Federacion Aprista Juvenil (FAJ), organización antecesora de la actual Juventud Aprista Peruana (JAP), sin que la dura y cruel clandestinidad al que estaban sometidos los apristas, fuera impedimento para la realización de un importante evento, en el que con todas las seguridades, se encontrarían los mejores cuadros juveniles del partido y el movimiento sindical.

La idea de estructurar un Plan de Acción juvenil, mostraría resultados exitosos que, en el corto plazo, permitió que el partido pudiera resistir y superar las difíciles horas de la gran clandestinidad. Asi, premunidos de una mística superior y una disciplina extraordinaria, la mayor parte de los asistentes, coordinados por Humberto Silva Solís, ponían de relieve sus mejores capacidades y experiencia dando cuenta cómo realizaban sus labores, integrados en grupos muy reducidos de nos más de tres o cuatro compañeros, entre los cuales, no debía faltar algún colaboradores o distribuidor del también periódico clandestino «La Tribuna», al que se conocía como «el pan caliente», destacando en conjunto, que el hecho que los activistas no se conocían entre sí, preservó al partido de la traición, la fuga de información y protegió la cadena de mando organizacional  en el marco de una impenetrable estructura celular de la organización partidaria.

El primer local del Partido Aprista funcionaba en la época, de noche, en Calle de Pobres 1075, luego, jirón Lampa, en el centro de Lima. En aquel lugar, de día, operaba el primer Comedor del Pueblo que expendía alimentos para los más pobres y en cuya puerta de ingreso se solían reunír pequeños grupos de comensales que cumplían una labor de distracción del destacamento policial que vigilaba las actividades partidarias pretendiendo capturar a los líderes del partido, razón por la cual la cita juvenil fue convocada en el predio signado con el número 1040 de la misma calle, exactamente, en la acera de enfrente, que finalmente albergó a los jóvenes en una sesión discreta, pero llena de entusiasmo y vibrante adhesión en la que estuvo presente el fundador del aprismo, acompañado de la primera línea dirigencial del partido que incluía, naturalmente, al propio Priale, el gran inspirador de la Juventud Aprista.

La asamblea empezó invocando a los caídos en la lucha y narrando la representación, zona, gremio o estamento de los asistentes. Luego, se leyó el acta constitutiva de la Federación Aprista Juvenil (FAJ) e intervinieron los delegados, designándose a Armando Villanueva del Campo como el primer secretario general de la Federación Aprista Juvenil (FAJ), acompañado de Néstor Walqui Pereyra, como secretario encargado de la organización del estamento partidario.

Todos los registros de la época dan cuenta del nivel de los convocados y la forma como constituían un grupo de jóvenes talentosos que, sin superar los veinte años de edad y asesorados directamente por el profesor Ramiro Prialé, se dieron a la tarea de estructurar y organizar a la juventud, un estamento del que se hablaría mucho en el futuro cercano. Destacaron entre los convocados, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, Humberto Silva Solís, Luis Felipe Rodríguez Vildósola, Andrés Townsend Ezcurra, Armando Villanueva del Campo, Pablo Silva, Pedro Jiménez, Biaggio Arbulú, Guillermo Cabrera Charún, la vigorosa y vibrante estudiante Susana Medrano, Pablo Silva Villacorta, Roberto Martínez Merizalde y el “Canillita” Palomino. Luego se adhirieron los chalacos Manuel Cerna Valdivia, Celso Albinagorta y Víctor Zamudio, todos, imbuidos del puritanismo de Haya de la Torre y queríendo fundar un movimiento de rescate moral, profundamente doctrinario y de un activismo pleno en el seno del PAP, sostiene Luis Alberto Sanchez en su libro “Una Larga Guerra Civil, Apuntes para una biografía del APRA”.

Desde entonces y por las particulares características de la confrontación política con el poder, los jóvenes apristas se encontraban permanentemente preparados y en guardia, exigiendo responsabilidades y dispuestos a actuar cada vez más activamente en la lucha desplegada por el partido, en todos los frentes, incluyendo, el de la insurgencia .

El detalle del evento apareció en el periódico “La Tribuna” del día siguiente, dando cuenta que “asistieron al acto delegados de todos los Comités de Lima y Balnearios, así como de las células residenciales”, es decir, jóvenes domiciliados en la capital, pero originarios de diversas provincias, todo esto, bajo una llamativa leyenda periodística que recogía una de las frases del discurso de Haya de la Torre pronunciado aquella noche: “La Juventud debe sentirse libre de las herencias miserables que nosotros tuvimos que arrastrar”.

En la FAJ, se actuaba intensamente, se socializaban herramientas doctrinarias, información de relevancia en torno a la disciplina y el rol de los jóvenes, elementos que se convertirían en decálogos de cumplimientio estricto al que se sumaba mucha propaganda elaborada de forma artesanal e ingeniosa, asi como manuales preparados por los obreros anarcosindicalistas en torno a tácticas y estrategias de actuación sindical y social, además de mucho análisis de la tensa y crítica situación política que vivía el país, sin saber que, muy poco tiempo después, cuando la primera línea de la conducción partidaria y sindical acusaba los golpes de la tiranía, ésta Federación Aprista Juvenil (FAJ), asumiría, engrandecida, roles de conducción y acción política directa, permitiendo que el Partido del Pueblo, declarado ilegal, pudiera mantenerse victorioso en la resistencia clandestina, produciendo la respuesta insurgente de montoneros que en todo el país defendieron con sus vidas las libertades y al pueblo, justo el mismo año en el que se difundió masivamente la proclama que se mantiene hasta estos días: ¡Juventud Aprista…A la Acción!.

RAMIRO PRIALÉ / Aproximaciones al hombre y su obra

Este 06 de enero, hubiera cumplido 117 años de edad y, de hecho, tengo la absoluta certeza que aun tras los años transcurridos desde la primera vez que lo vi en plena dictadura militar  -en los aciagos años 70 del siglo pasado-, seguiría a su lado, guardando la misma admiración y respeto que me produjo esa manera tan singular de educar con el ejemplo, enfrentando la vida con sabiduría y haciendo gala de una filosofía de vida que relativizaba el odio, afirmando su identidad, para sobreponerse y enfrentar la adversidad con ironía y un singular y permanente sentido del humor.

Ramiro Abelardo Priale Priale, nació en la ciudad de Huancayo en la región Junín. Cursó allí, estudios en el Colegio «Santa Isabel»  enrolándose desde muy joven como profesor de escuela rural, tarea que cumplió con esmerada dedicación por largos años, hasta que emigró a la ciudad de Lima para seguir estudios universitrarios. Llegó a la capital con una mochila a cuestas llena de ilusiones y muchas ideas progresistas.

No había cumplido los diecisiete años y aparecía rebelde e indómito en medio de las tareas de la organización obrero estudiantil que lo condujo –casi inevitablemente-, hacia la estructura organizativa del aprismo y el liderazgo de Victor Raul Haya de la Torre, desde entonces, su hermano mayor en la titánica tarea de cambiar la realidad de postergación, explotación y hambre al que eran sometidos la enorme mayoría de peruanos.

De persistencia y sencillez espartana, asumió con responsabilidad los roles dirigenciales mas delicados y en los momentos más difíciles, por eso, tras su incorporación al partido, condujo la resistencia en la dura clandestinidad, cuya persecución, había golpeado sensiblemente a la organiozación política y a los sindicatos, razón por la que Haya de la Torre le encargó -nada menos que-, la formación de las juventudes de su partido, aquellas a las que preparó para que, poco tiempo después, sostuvieran con lealtad al aprismo clandestino entre 1931 y 1945.

Prialé, fue un ejemplo, un hombre libre y de buenas costumbres cuya obra y pensamiento sigue siendo un paradigma en extramuros, donde se ganó el respeto de los adversarios, a pulso, por lo que los registros históricos dan cuenta fundamentalmente, de sus esfuerzos concertadores en favor del sostenimiento de las libertades y la democracia, aunque en esa misma historia, se soslayen las innumerables y magnificas obras que, con dedicación y entrega, hizo posible para los más pobres, en una dimensión poco difundida de su personalidad.

Aquel político que aceptaba encargos institucionales en épocas difíciles y luego, en las primaveras democráticas o en los tiempos de legalidad, cedía su puesto para la gloria institucional,  era ante todo, un hombre de partido, un profesor de escuela acostumbrado a enseñar, un compañero con vocación transformadora que llegó a ejercer los más importantes cargos partidarios y de representación política en el país, para, culminando cada etapa de resistencia o ejercicio civil, retornar discretamente a ejercer su carrera de profesor en la escuela fiscal.

Hay pues, un Ramiro Priale presente en la historia, una misma personalidad que reune al perseguido, al hombre privado de la libertad por más de trece años,  al desterrado comiendo el duro pan del exilio sobre la angustia de las estrecheces vividas por la familia a quien el tirano también castigó injustamente, un extraordinario dirigente político que retornaba clandestinamente al país usando sobrenombres para activar en las sombras, un obrero de la causa que templó su espíritu a partir de la sublimación de su destino y del dolor de sus hermanos explotados en el campo, en la mina y en la ciudad, ese Priále, que supo responder las limitaciones impuestas a su vida por la oligarquía, con una acrisolada honradez, signo intachable que lo distinguió en un país de ausencias éticas y donde urge enfrentar -sin concesiones- las mañas de las transacciones amorales bajo la mesa, las corruptelas y esa casi permanente y condenable  exclusión de las mayorías.

El pensamiento de este gran líder huancaíno -a quien en el prólogo de la segunda edición de sus Obras Escogidas recién editadas que he tenido el honor de suscribir-, descubrimos en su intensa biografía, es a quien hay que tratar de aproximarnos para confirmar la tesis en torno a la dimensión no explorada de «El Pensamiento Prialé y la idea de nación integrada», toda una visión cosmopólita a partir de su singular y ejemplar biografía, en la que resaltan esfuerzos permanentes por comprender la realidad, abordarla desde las provincias y desarrollar nuevas formas de convivencia progresista que permita la paz social, le otorgue sus derechos a los trabajadores en medio de esa lucha constante y sin concesones por la libertad, valoración  que Ramiro Prialé mantuvo entre conversaciones que no significaban pactar y que sortearon al mismo tiempo,  la densidad de las horas que le tocó sobrellevar.

Por lo dicho, entre otras consideraciones, sostener que fue mi maestro, puede parecer una pretensión inmerecida, no lo es, en cambio, proclamar que fui su alumno y que gracias al inmenso afecto que me dispensó, pude estar cerca a él, conocerlo y aprender que la lealtad es invalorable, que hay que vivir y respetar al aprismo a partir de su historia y que el partido, es siempre, más grande que cualquier interés personal. En su memoria, me inclino reverente.