ELECCIONES 2021: UNA APUESTA RIESGOSA

La falta de consensos para el desarrollo se ha convertido en una real crisis global y, aunque en el Perú tampoco se logran acuerdos en esa línea, la ausencia de partidos políticos populares y con ideología suma un problema adicional, la mercantilización de la política con todos los riesgos que ello acarrea, incluyendo, el despropósito de quienes promueven la polarización política, justo en medio de un complicado  escenario en el que las encuestadoras, hacen lo suyo.

Si bien la mayoría de peruanos declaran no creer en las encuestas, es difícil sustraerse de su impacto y lo que significa en términos de polarización, debido, sobre todo, a la fuerza de los medios de comunicación que las difunden. Por eso, resulta peligroso que los debates y la opinión pública vayan en la dirección de los temores que nos trasladan las encuestadoras tratando de  convertirnos en cajas de resonancia de sus objetivos e intereses, dividiéndonos tras la desesperanza y esos cuadros apocalípticos que en estos tiempos parecen llevarnos a elegir entre candidatos cuyo perfil parece poco menos que salidos de un cártel criminal.

No es casual el interés de la oligarquía propietaria de los medios que animan y financian estas encuestas. Juegan de manera delirante a reducir o aumentar las distancias entre los candidatos para animar la contienda y, aunque en realidad no nos digan nada nuevo, tratan de “reafirmar” un cómodo escenario político en el que, con el APRA excluido, puedan  reducir a Keiko Fujimori en los segmentos A-B, mientras que a Pedro Castillo confinarlo en D-E; es decir,  ubicando dichas candidaturas en la “derecha” y en la “izquierda” del espectro electoral al que ahora sumarán, de seguro, sensibles campañas montadas en los dramáticos efectos de la pandemia –corruptelas e incapacidad de Vizcarra y Sagasti omitidas-, en la que usarán groseros recordatorios de muerte  y el estado de indefensión de la gente, para apuntar directamente hacia el corazón de las clases medias cuyos votos pretenden manipular en esta segunda vuelta electoral, vendiendo la “seguridad de lo conocido” que expresa Keiko Fujimori -a pesar de los antecedentes criminales de su padre, su propia carcelería y los juicios pendientes-, frente al terror que representaría Pedro Castillo quien se victimiza llorando con facilidad artística, mientras de paso es “captado” por las cámaras de tv, en medio de labores de siembra y atención de sus animales en la chacra que sirve de locación, aunque vestido de manera reluciente con el claro objetivo de “blanquear” esa misma imagen que el inefable Vladimir Cerrón se encarga de manchar de sangre todos los días.

 

 

Gráfico:Questiondigital.Uru

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