En plena campaña electoral 2021, el crimen mostró como el terrorismo y el narcotráfico -alas de la misma violencia-, sigue golpeando, pretendiendo que sin inmutarnos, comencemos a convivir como en el pasado, de manera tóxica e irónica con la muerte, mientras, sin mediar explicación alguna , esto que constituye un drama nacional, fue ninguneado por la gran prensa.
Los crímenes cometidos en la región del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) y, específicamente, en dos bares del centro poblado San Miguel, en el distrito de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo, en la región Junín, aunque no son los únicos actos de violencia que se han producido en la zona, llamaron particularmente la atención por el asesinato de hombres, mujeres y niños, asi como el hallazgo de volantes en los que el pretendido Comité Central del Partido Comunista del Perú (MM) se adjudicaba la autoría, mostrándonos el mismo rostro sangriento y cruel del viejo terrorismo que ahora, nos envía nuevas y peligrosas señales que evocan el enorme costo pagado en la vida de peruanos y los miles de millones de dólares perdidos por los afanes destructivos de los seguidores del llamado “Pensamiento Gonzalo”.
Lo cierto es que desde hace más de cuarenta años, la violencia está presente en diversas formas y juega un rol conspirador en su intento de poner en jaque al Estado peruano, confrontando desde el terrorismo subversivo o el narcotráfico la incapacidad manifiesta de funcionarios que en los años ochenta los confundió con abigeos, casi con la misma torpeza e irresponsabilidad con la que ahora se refieren como un fenómeno distante, al referirse a los rezagos de la subversión que antes y ahora, se aprovechan del impacto en las poblaciones de la ausencia del Estado en materia de educación y salud, de la pobreza material y en general, de la falta de oportunidades, acaso una constante en nuestra historia, lamentablemente.
El asesinato del conjunto de pobladores referidos, si bien parece responder a una modalidad que pretende el inmovilismo social y la adhesión por el terror, lo que pone en evidencia es el uso de una estrategia publicitaria para el reinicio de la lucha armada que, inaugurada en 1980 por Sendero Luminoso, vuelve a sumar, como entonces, arengas política insertas de una ética básica contra las elecciones y la democracia, accionar clásico del movimiento fundamentalista en donde calzan perfectamente las expresiones “…limpiar el Vraem y el Perú de cuchipampas o prostíbulos, de orates, de degenerados homosexuales, de degeneradas lesbianas, de drogadictos, de individuos indisciplinados que no respetan a nadie, de rateros, de secuestradores, de corruptos, de soplones, de espías, de infiltrados, de traidores excrementos de perro, tipos como el ‘Gordo John’ de Pichari», proclama cargada de un moralismo insulso y fatuo que, por lo demás, en su última frase, parece reducirse todo el asunto a un ajuste de cuentas respecto de John Mancilla, “un senderista arrepentido” a quien acribillaron desde una moto en la puerta de su casa, junto a su esposa y sus pequeños hijos de 3 y 5 años, el 25 de abril pasado, en el distrito de Pichari.
Lo curioso en el drama comentado, parece ser la modalidad de crimen, de típica inspiración narco, que podría confirmar la veracidad de la tesis por la cual, el comando operativo de los subversivos es el mismo que protege las operaciones del narcotráfico local, bajo el mando y cobro de cupos de los hermanos Quispe Palomino que han tratado de mantener las acciones armadas, en la línea de deslinde, ataque y condena a “la capitulación de Guzmán y la traición de los ex integrantes del Comité Central del Partido”, lo que explica el por qué en el Vraem, el llamado camarada “José”, mando militar de sendero luminoso desde 1984, ha desarrollado una línea independiente del partido y la lucha armada, actuando impunemente al replicar las estrategias de la Guerra Popular que sus reducidas columnas tratan de mantener sin contacto con la estructura del PCP, Sendero Luminoso o algunas de sus organizaciones de fachada, incluyendo MOVADEF, logrando estructurar un escenario de subsistencia y de control local, siempre en el marco de acciones conjuntas con el narcotráfico, al que, brindando protección a cambio de recursos económico y armamento, se aprovechan mutuamente laborando en una zona virtualmente liberada donde se paga peaje por kilo de droga y cuya autodefensa la regentan y lideran el senderismo de los hermanos Quispe Palomino.
¿Por qué no se ejecutan acciones combinadas poniendo en práctica el profesionalismo de las fuerzas armadas y policiales, su extraordinaria y reconocida experiencia, su potencial militar-estratégico y la valoración de los derechos humanos para destejer el complejo nudo de la droga y el terrorismo en la zona del VRAE? Faltan sin duda, explicaciones puntuales que convenzan. Pero, por lo dicho, todo parece indicar que el impacto de esta noticia reactivará procedimientos y líneas de acción que ojalá use el enfoque global , dejadas de lado desde hace algún tiempo en la zona.
Si estos crímenes y el desarrollo que ha tenido la noticia impactarán de alguna manera al candidato Pedro Castillo, eso una incógnita que se resolverá en día de las elecciones, aun cuando es altamente probable que el sub-consiente colectivo de la población asocie al Sutep-Conare y al mismo Castillo con la violencia terrorista del pasado y a Sendero Luminoso específicamente, mientras Vladimir Cerrón, dueño del partido Patria Libre y líder de dicha organización sectaria y chavista, por recomendación de los estrategia de campaña de Castillo, se oculta para no seguir “llevando a la baja” a la candidatura hechiza de su partido que surgió cuando la inscripción de Cerrón no pasó.
Es bueno no perder de vista que, si bien la aparente reducida dimensión de la organización terrorista de los Quispe Palomino -más allá incluso de la compleja realidad geográfica del VRAEM-, no representa aun un peligro para el sistema, potenciada con el respaldo de los carteles de la droga, podría, eventualmente, mirar la ciudad como un objetivo de gran impacto y esa sería otra historia. Desde el Estado se deberían encender las alarmas, reactivarse los protocolos antiterroristas y actuar con inteligencia, en vez que quienes nos gobiernan, sigan jugando torpemente a analistas, buscando encontrar las causas de una violencia que tienen, literalmente, sobre sus cabezas o en la misma puerta de Palacio de Gobierno.