¿QUÉ HAY TRAS EL SOMBRERO?

Sendero Luminoso, la quinta espada, o una estafa

La derecha peruana que ve fantasmas en todos lados, sigue sumida en complejos y añoranzas oligárquicas que la mantiene envuelta en una especie de esquizofrenia que la hace actuar en función de una realidad que existe solo en sus mentes, pero que, al mismo tiempo, niega las dramáticas voces de esa nación agónica que, por siglos, desde las provincias y los nudos de pobreza, exige cambios.

                 Más preocupados en proteger el estatus y los privilegios, los conservadores creen que la división de los peruanos los favorecen, renunciando a fomentar una mejor y menos conflictuada convivencia social que empiece descartando las mañas usadas durante el siglo pasado, cuando el civilismo y el latifundio impulsaron el antiaprismo como un movimiento destinado exclusivamente a confrontar al país pobre, tratando de frenar cualquier atisbo progresista, financiando incluso, proyectos partidarios de endeble consistencia conceptual e ideológica para “mantener el orden a toda costa” incluso, abriéndole  las puertas al fascismo y esa criminal asimetría de la economía rentista que liquidó en nuestros países todas las oportunidades para los pobres, postergando el desarrollo popular y negándose a la construcción de una real ciudadanía, por cuya ausencia, se explica el alarmante e insulso protagonismo de gobernantes mediocres (de todos los pelajes, incluso de izquierda) que accedieron al gobierno, pero para “hacerse de los recursos públicos”, favoreciéndose con la administración corrupta de la cosa pública, en medio de una vergonzosa y continua impunidad.

                 Solo por mencionar algunos ejemplos, la «desinteligencia» histórica de la derecha (y su desconocimiento de la solidaridad)  han sido siempre de tal nivel, que fue capaz de concentrar esfuerzos y recursos para defenderse cuando se afectaron sus bienes y linaje. Sucedió en la gesta emancipadora cuando se calló la voz de las montoneras indígenas para privilegiar otras gestas, sucedió también en plena Guerra del Pacífico cuando se postergó el heroísmo de soldados del pueblo para encumbrar a miembros de la oligarquía terrateniente, políticos y hasta algún gobernante que huyó con parte de los recursos obtenidos para las armas de la defensa en plena guerra; pasó también en los tiempos del velascato cuando financiaban y «se enfrentaban» cómodamente desde el extranjero al estatismo militar y, sucedió también en 1987, cuando una ley de estatización de la banca se abría paso en un momento en el que los recursos de la nación fugaban en escandalosos círculos financieros de aprovechamiento, mientras el pago de la deuda externa nos dejaba sin recursos para educación, alimento y desarrollo, condenando a las mayorías a la miseria absoluta y, en consecuencia, a la muerte, cuando el terrorismo hacía que los ricos reforzaran su seguridad personal, protegían tras parapetos sus mansiones y redoblaban la defensa de su infraestructura empresarial, claro,  tras enviar a sus hijos y familias a vivir en el extranjero.

                 Entonces, fue al pueblo al que le tocó hacerle frente al senderismo terrorista del Partido Comunista que, en los años 80-90 del siglo pasado, sembró de terribles pérdidas económicas y muerte a nuestra nación. Los pobres, contra quienes Sendero Luminoso disparó, promovieron por eso, las rondas, la autodefensa y elevaron su conciencia democrática, ofrendando por miles sus vidas, como víctimas heroicas de la insania. El dato, sin embargo, no es intrascendente, gráfica de alguna manera el viejo drama del Perú en el que unos luchan por la patria y otros solo miran, corren de miedo, se movilizan en autos blindados o, simplemente, se van del país. La guerra ideológica, política y militar que se le ganó al terrorismo, fue a pulso, quebrándole el espinazo a la subversión y perdiéndole el miedo a estos miserables a los que les arruinamos el llamado equilibrio estratégico que buscaban atacando objetivos civiles, logrando que sus  principales dirigentes purgaran prisión, no por razones políticas como arguyen ahora, sino, por los asesinatos de humildes campesinos, de gente trabajadora, de dirigentes sindicales, sociales  y políticos a quienes les quitaron la vida en nombre de una guerra popular inexistente y un  caricaturesco “presidente Gonzalo” que dirigía sus hordas desde un cómodo y frugal escondite.

                 Sin embargo, pese lo descrito, el Perú pudo enrumbar su destino y reconstruir su democracia sin perder de vista el actuar de los remanentes terroristas ahora vinculados al narcotráfico, esfuerzo en el que algunos irresponsables, metidos a opinólogos, carentes de seriedad científica y razonamiento antropológico, aportaron poco, al plantear estrategias practicistas que apostaron por un entendimiento de la coyuntura bajo la guía de la frase “bajo el sombrero está sendero”, que fue el argumento que se convirtió en poco tiempo en un grito  rentable políticamente para la oposición al gobierno actual de Pedro Castillo, pero que dice poco del problema de fondo que significa en ese gobierno, la presencia de terroristas.

                 Expresado con claridad, Perú Libre ganó las elecciones, sin embargo, es una organización minúscula, sin bases populares, poco representativa. Pedro Castillo por su parte, es un dirigente sindical, radical, con presencia sobre todo en la actividad magisterial, sin embargo, no es un líder popular, no destaca por su oratoria, tampoco genera una extraordinaria adhesión de masas, ni posee cualidades de estadista. Literalmente, se encontró la presidencia del país y desde entonces, son más los errores que los aciertos producidos los que muestran su casi nula trascendencia, hecho al que suma el pésimo nivel de su entorno lleno de entusiastas desorientados y con marcadas carencias intelectuales y morales. Naturalmente, a nadie, seriamente, se le podría ocurrir señalarlo como la quinta espada de la revolución mundial tras Lenin, Stalin, Mao y el propio Abimael, cuyo nombre por cierto, en esa lista, ya era por sí misma, un despropósito, como lo son Vladimir Cerrón o el misógino “Puka” Guido Bellido, personajes anecdóticos en la historia de la izquierda peruana cuyo activismo será siempre marginal, pese, que resultaron  protagónicos gracias a los grandes medios de comunicación que les regaló harta propaganda y la candidatura rechazada de la fujimorista «señora K»,  hecho que los condujo a Palacio de Gobierno.

                 Lo endeble de la casi inexistente organización partidaria de Perú Libre, convertida ahora en una organización criminal, permitió su copamiento en plena campaña electoral por parte del Movadef, los familiares de los llamados «presos políticos» y otras organizaciones que laboraron políticamente tras Sendero Luminoso antes y después de su capitalutación, buscando “sombrearse” para acceder y usar al Estado democrático (burgués) y desde allí consolidar algunas de sus acciones estratégicas, mientras, por otro lado, la crisis política y la ausencia de los partidos políticos, perseguidos, desmovilizados e impedidos de participar en los últimos procesos electorales, les dejó libre el escenario al que se sumó esa lumpenería que ingresó al Parlamento y consolidó el rechazo de la gente a una democracia que no les resuelve los problemas y que sigue usando Sendero Luminoso para flotar, mutar y reagruparse, mientras los demás miran al lado equivocado.

                 Las crisis gubernamentales producidas han sido motivo suficiente para explicar la caída libre de las adhesiones del presidente y el gobierno en tan poco tiempo, incluso, el hecho que algunos parlamentarios de Perú Libre (partido que llevo a P. Castillo al gobierno) deslicen la posibilidad de apoyar una «vacancia presidencial por incapacidad moral», constituye una señal que parece ser suficiente para los insulsos que desde la derecha y el oportunismo, creen que esa vacancia presidencial, resolverá los problemas políticos, económicos e institucionales que vivimos, sabiendo que el remedio (como pasó con la sucesión de Vizcarra) podría ser peor que la enfermedad si es que es la vicepresidenta Boluarte quien termina conduciendo al país. Insistir, por tanto, en los signos del grosero fraude realizado por el JNE y en consecuencia, exigir nuevas elecciones generales, parece ser el único camino, supera una «vacancia» con tufo ha negociado y opta por un camino que solo el aprismo exploró y alentó oportunamente, adelantándose a lo que sucedería tras las groseras repartijas congresales en la que todo parece ser negociable y que promueve el gobierno con algunas de las mal llamadas fuerzas de oposición.

                 Ni lo que queda de Sendero Luminoso y sus organismos de fachada -ahora activando en el partido Perú Libre-, ni sus eventuales colaboradores de la facción del Partido Comunista del Perú Patria Roja, denominada Pukallacta, imaginaron jamás gobernar el país, por esa razón, no saben quehacer, mientras hay quienes son llevados de las narices tras un sombrero que, por lo que nos muestran los últimos escándalos, solamente se usa de día, mientras de noche, se reemplaza por un gorro que en ambos casos esconde a un mediocre corrupto cuando es únicamente un señuelo para opositores  despistados.

                 Las secuelas del terrorismo están activas en el VRAEM, hay también una labor política en centros obreros, universidades y escuelas, una presencia política y propagandística en frentes de defensa y organizaciones de base, mientras el Movadef  desarrolla una estrategia de presencia social que hay que mirar con cuidado porque aprovecha la falta de memoria respecto del terrorismo ayudado por el tiempo transcurrido y la debilidad del sistema que le permite consolidar adhesiones y nuevas presencias desde la tribuna congresal que usa de un inocente, indefenso y simbólico lápiz como logotipo e imagen para abrir sensiblemente espacios en el marco de una estrategia en la que el inefable P. Castillo podría perfectamente ser vacado por sus indefiniciones y corruptelas, pero sobre todo porque objetivamente, cada vez parece servirle menos a  los radicales  tras el poder.

 

 

 

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