LA JUVENTUD APRISTA

COLUMNA DEL APRISMO HISTÓRICO Y POPULAR (*)

 

”La JAP es escuela de preparación integral para la vida, en la cual se capacitan y adiestran los luchadores sociales que aspiran a ser los protagonistas y conductores de su destino como integrantes del Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales, en su anhelo de alcanzar la justicia social de PAN con LIBERTAD”

Estatuto de la JAP

Tras cuatro años de intensa labor, 1934 se proyectaba como un año definitivo para la resistencia política en el Perú.  Tras los terribles sucesos revolucionarios que habían sacudido la conciencia nacional y enlutado a la nación, las cárceles se encontraban repletas de militantes y dirigentes del aprismo, golpeándolo sensiblemente y poniendo en riesgo el éxito de la lucha política por las libertades que lideraba. Por esta razón, el día sábado 6 de enero de 1934 -feriado por Pascua de Reyes-, Ramiro Prialé, quien cumplía años ese mismo día, tras una reunión con los hermanos Rodríguez Vildósola y Nicanor Mujica Álvarez Calderón, evaluaba las condiciones de seguridad en las que se realizaría una importante reunión que reuniría a los jóvenes que participaban de las tareas de las células de resistencia clandestinas.

La idea fue incorporar funcionalmente a estos jóvenes y darle sentido orgánico a las tareas del partido, formando un estamento de coordinación institucional que llamarían  Federación Aprista Juvenil (FAJ), organismo antecesor de la actual Juventud Aprista Peruana (JAP), que venía desarrollando una relevante experiencia participativa a través de la Vanguardia Aprista de Choque, la Vanguardia Aprista Juvenil  y el Sindicato Estudiantil Aprista, según los relatos contrastados de los escritores Luis Alberto Sanchez, Roy Soto Rivera y Percy Murillo Garaycochea.

Si bien la asamblea fue coordinada por el propio Ramiro Prialé por encargo del Jefe del partido para el día siguiente, es decir el 7 de enero, esta reconocer el protagonismo que adquirieron los jóvenes en la lucha heroica contra la tiranía. Las bases del aprismo clandestino habían sido sensiblemente diezmadas entre la persecución, la carcelería y la muerte que avasalló a la primera promoción fundadora, por lo que la fuerza juvenil que lideró la respuesta social se convertía en una fuerza de renovación que revitalizaba al partido, refrescó los escenarios de lucha, mantuvo al tope la moral de los combatientes y reavivó intensamente la resistencia civil.

La asamblea de jóvenes del 7 de enero de 1934 fue por eso crucial. Se realizó frente a la primera sede de la Casa del Pueblo, ubicada al final de la cuadra 10 de Calle de Pobres, hoy jirón Lampa, lugar donde, además, funcionaría por años el primer Comedor Popular del Pueblo promovido por el PAP. Así, en el 1034 de dicha calle, jóvenes delegados de todos los Comités de Lima y Balnearios, así como de las células residenciales (provincias) de los variados estratos sociales se juntaron en apretado haz de voluntades para mostrarse como fuerzas activas, disciplinadas y constructivas, agrupándose disciplinariamente sin despertar sospechas en el vecindario, hasta que el compacto, aunque pequeño grupo de no más de 100 jóvenes, se comenzaron a reconocer y, sin liderazgos, se dio inicio a la magna asamblea.

Los registros de dicha reunión aparecen consignados en la edición de la mañana del periódico La Tribuna del día 8 de enero de 1934, en ella, consta la designación de Armando Villanueva del Campo como el primer secretario general de la FAJ, acompañado de Néstor Walqui Pereyra, joven subsecretario encargado de la organización del Comando Juvenil en la que destacaban además,  Nicanor Mujica, Luis Rodríguez Vildósola, Andrés Townsend, Humberto Silva Solís, Armando Villanueva, Pablo Silva, Pedro Jiménez, Biaggio Arbulú, Guillermo Cabrera Charun, Susana Medrano y el “Canillita” Palomino, un grupo humano  imbuido del puritanismo de Haya de la Torre que trataba de dar forma a un movimiento de rescate moral, profundamente doctrinario y de un activismo pleno en el seno del PAP.

Una frase consignada en un cartel colocado sobre la mesa de acreditaciones y registros reiteraba lo que era un mensaje muy común entre los jóvenes apristas, en el que se leía: “Joven prepárate para la acción y no para el placer, porque esa es tu ley”. Los oradores fueron el propio Haya de la Torre, Ramiro Prialé, Luis Alberto Sanchez, Pedro Jiménez, Susana Medrano y al “Canillita” Palomino”, tal como aparece en la nota de La Tribuna, donde se remarca, además, la frase de Haya de la Torre con la que celebró esta ocasión: “La juventud debe sentirse libre de las herencias miserables que nosotros tuvimos que arrastrar”.

Las condiciones generales en las cuales aparece la Federación Aprista Juvenil en el escenario político, están caracterizadas por la ilegalidad del PAP y la acción netamente clandestina de sus dirigentes, un período en el que la juventud actuó como pieza importante para la supervivencia política del partido, debido al rol que cumplió sin otro propósito que el de servir a la causa de Haya de la Torre, tal como quedó evidenciado tras las tres tiranías en las que la FAJ lideró la resistencia de manera directa y protagónica: Benavides 1934-1939, Prado 1939-1945, Odría 1948-1956.

La heroicidad de las juventudes apristas a lo largo de su historia, llenan páginas de gloria en las que aparecen cientos de ejemplos de valor y heroísmo, entre los que destacan Celso Albinagorta, Manuel Cerna Valdivia, Juan Maclean Bedoya, José Melgar, Cruz y Rosado; Pedro “Perico” Chávez (La Tribuna), Luis Cachay y Jorge Pintado (Chap), Victor Alvarado Verástegui (CEA) y Marco Antonio Ayerbe Flores (CUA-ARE) entre muchos centenares de jóvenes que entregaron su vida por la causa de la justicia social que el aprismo representa.

Con la organización de las juventudes apristas, el partido logró fortalecer el Frente Único, vía la alianza con los trabajadores y sus organizaciones más representativas. El Fajista Juan Maclean Bedoya, muerto posteriormente por la grave afección de la inhumana carcelería a la que fue sometido, fue quien desarrolló la estrategia que permitió que las luchas de la FAJ y los sindicatos fueran una sola en el contexto de los combates por la libertad, inaugurando esa extraordinaria solidaridad militante entre ambas organizaciones que nunca más se quebró.

Si bien estas son las páginas que recuerdan en apretada e injusta síntesis, la gloria de una pujante organización popular, ayudan a comprender la dimensión de esta Escuela Integral para la vida, de un proyecto liderado por el propio Haya de la Torre para promover la renovación de los actores sociales que, ya en pleno siglo XXI, debe permitir mantener las mismas valoraciones que fortalecieron al aprismo para cumplir esa tarea de transformación y cambio en busca de justicia social y bienestar, sobre todo, para los que menos tienen, dándole sentido al inmortal mandato que hemos repetido por décadas enteras: ¡JUVENTUD APRISTA: A LA ACCIÓN!.

 

(*) Libro del autor :»LA JUVENTUD APRISTA  El ejército insurgente de Haya de la Torre»

RAMIRO PRIALÉ

Un esfuerzo para reivindicar la honestidad política

Recordando al maestro en el día de su nacimiento…

En un país teóricamente emancipado, pero en el que se mantienen modos cortesanos y un banal espíritu virreinal, donde las oprobiosas exclusiones, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos son una constante, lo que faltaba era que el fatalismo que nos condena al subdesarrollo convenientemente inventado por las oligarquías que detentan el poder, genere el clima propicio para que la corrupción tome por asalto el poder e inicie una grosera sucesión de gobiernos preservadores de los intereses de una élite liderados por impresentables facinerosos.

La opresión, el oscurantismo y la falta de conciencia histórica hicieron lo suyo por su parte, destruyendo los paradigmas de nuestra más cara nacionalidad y ninguneando el sentido trascendente del patriotismo con el que el pueblo había despertado para participar de la construcción de su propio destino, forjando sus organizaciones y conquistando cambios en la noción de la economía y la política, siempre bajo la noble aspiración progresista de la justicia social.

En medio de esa trama visibilizada con nitidez desde inicios del siglo xx, generaciones brillantes siguieron la ruta trazada por J.C. Mariátegui y V.R. Haya de la Torre, aportando singulares cualidades en todos los campos del pensamiento y la acción. Ramiro Prialé, quien había nacido un 6 de enero del año 1904, fue una de las extraordinarias personalidades surgidas desde la entraña de los andes que con indescriptible sencillez se hacía notar en medio de la grosera sociedad de formas oligarcas que imperaba, poniendo al servicio de su país  -con talante y talento personal- una contribución a la tarea liberadora del Perú, como un esfuerzo tangible en el que la solidaridad y las fuertes convicciones democráticas se mezclaban con una honestidad acrisolada que contribuyó, de manera decisiva, a romper con el pasado vergonzante y fortalecer el diálogo entre peruanos y constituirse en la columna principal de la organización partidaria más importante del pueblo trabajador, logrando, incluso en las más aciagas horas de la persecución, la clandestinidad y la cárcel, una resistencia heroica donde, cual predicador del advenimiento de la buena nueva, Prialé aparecía anunciando vehementemente la esperanza aprista de mejores tiempos.

Ramiro Prialé llegó a la política para participar activamente y cambiar esa pesada carga de traiciones y miserias de la que está llena la historia oficial del país, superando con mucho esfuerzo su propia condición de hijo del pueblo y aprista, imponiendo los objetivos trazados durante toda su vida, es decir, luchar contra la pobreza y la exclusión de las provincias, convirtiéndose -desde su condición de militante de un progresismo proactivo-, en un pilar de la convivencia ciudadana y ese diálogo entre peruanos que se mantuvo a pesar de la coyuntura y las diferencias ideológicas. Gracias a él, la idea del Diálogo nacional, el Proyecto país y el Programa Perú se integraron al discurso político, al punto que hay períodos donde la democracia le debe a este genio, la posibilidad de existir.

Fue perseguido y encarcelado catorce años, sumando otros períodos de destierro por defender las libertades. Pagó en el destierro el costo de su lealtad al partido del pueblo con una penosa e irreversible situación familiar, circunstancia que, sin embargo, jamás le arrancó una expresión de rencor, permitiéndole deponer sentimientos personales privilegiando el interés de la patria que en varias oportunidades lo terminó acercando a sus propios perseguidores. En el plano personal cumplía con todas las invitaciones que recibía y asistía puntualmente a los sectores partidarios, sindicatos, organizaciones sociales y grupos que los requerían -aún a los más pequeños y distantes-, escuchando con real interés las preocupaciones cotidianas en el lugar que fuera abordado. Visitó los hogares de sus compañeros e innumerables ciudadanos –aun cuando no tuvieran una estrecha relación con él- alentando a los familiares de los presos o enfermos a mantener la fe en la causa que los unía. Contribuía anónimamente en cuanto le era requerido por propios y extraños, permitiendo a los angustiados que lo buscaban, sobrellevar sus problemas y resolverlos con la diligencia posible. Llegaba de improviso a las celebraciones de cumpleaños, bautizos o, simplemente, para acompañar a la familia de un número impreciso de fallecidos a los que despidió personalmente.

Haya de la Torre depositó toda su confianza en él  por largos períodos y por ello, le encargó dirigir su partido, contribuir personalmente a organizar las juventudes apristas y a los Chicos Apristas Peruanos (CHAP), tarea en la que, en su condición de profesor, pudo liderar la defensa de la gratuidad de la enseñanza, consolidando el sueño de las generaciones precursoras de hacer del aprismo, no solo un gran movimiento de masas, sino fundamentalmente, un partido escuela.

El gran organizador político, el impulsor proactivo de inquietudes ciudadanas, el dirigente honestísimo, el parlamentario culto, hábil y el eficiente presidente del senado impuso el mejor de los estilos, la palabra serena y cumplida preservada con el gesto viril de un exigente maestro, predicando, además, con el ejemplo de su propia vida. Los rasgos duros de su rostro andino contrastaban con su mirada tierna y el gesto fraterno de sus manos al abrazar a todos. El poeta Alberto Valencia ha dicho que, “como hijo legítimo del pueblo, bregó por formar –desde el aula o en el poder-, una falange de jóvenes superiores -moral y espiritualmente- para hacerlos parte de esa raza especial de hombres dignos, que impusieron, con el ejemplo de su vida, una nueva moral política”.

La dramática crisis moral que sobrevino en el país compromete su legado y nos lo devuelve en su lucha sin cuartel contra el aprovechamiento del poder. Con una conducta pública y privada intachable, su recuerdo se levanta sobre la miseria moral para reclamar cambios urgentes antes que el robo y la corrupción se conviertan –falsamente- en una constante e inevitable normalidad.

Aprendí mucho de su enorme capacidad reflexiva y de su fraternidad. Me agobió siempre, sobre todo, cuando respondía con una sonrisa los cuestionamientos y los insultos. En la fraternal y franciscana reserva de su hogar  ubicado en el pujante distrito limeño de Jesús María, nos recibía al culminar las jornadas de labores y allí lo escuché -grande y genial- hasta que las madrugadas nos asaltaran en medio de anécdotas, preocupaciones y los sueños entusiastas de un veterano que, a diferencia de otros, mantuvo hasta el último aliento, un proverbial espíritu guerrero y un aprismo permanentemente activo, futurista y joven.

El 25 de febrero del año 1988 falleció, dejando un legado de amor inmenso por el Perú, y la obra de Haya de la Torre intacta, lo que debería ser difundido intensamente. Sin embargo, hoy, muchos jóvenes no lo identifican porque la historia oficial prefiere mantener en sus páginas a personajes que compraron un sitio en  sus registros con dinero y poder, mientras don Ramiro partió –a pesar de todo el poder que dicen que tuvo- en la pulcritud de la sencillez de un hogar discreto y una decencia ejemplar que fueron parte de una actividad política a la que entregó todo, guiado siempre por el ideal de darnos un país de posibilidades que, como lo hacen los grandes maestros, brindó una inolvidable lección de honestidad que bien valdría la pena recordar y enseñar en estos tiempos de absoluta orfandad moral y miseria política.