¿POR QUIÉN REDOBLAN LAS CAMPANAS?

Carlos Fonken y las ausencias no resueltas…
A la vieja usanza, de esas que les gusta a los tradicionalistas, las campanas doblan de forma pausada e intercalada, recordando ausencias no resueltas.
La muerte, siempre artera, anduvo entre nosotros, pero aquella vez, escondida en un mar insepulto de hombres y mujeres que nos arrebató la humanidad en medio de esa pandemia que desnudó el alma gris de quienes desde el gobierno, canjearon corruptela por valiosas e irremplazables vidas humanas sobre las que aun, nadie responde.
Hoy, cumpliría años (75) mi hermano, amigo y compañero de mil y un batallas, Carlos Alberto Fonken Chía, hombre libre y de buenas costumbres por cuyo tránsito a la inmortalidad expreso mi recuerdo emocionado y, el sentido homenaje de quienes lo conocieron, dando fe de lo que representaba como expresión de la lealtad a Haya de la Torre y a sus ideales.
Portador de una amistad a toda prueba y labrada con temple y fraternidad en el tiempo, nos sigue golpeando su ausencia física, esa que, si bien sigue siendo un asunto no resuelto en nuestros corazones, brindó un testimonio de vida que nos sigue conmoviendo.
En los suyos, que son nuestros y, en el universo de compañeros con quienes compartió pasiones, alegrías y tristezas, vive aún el guerrero, el artesano que con paciencia labró la piedra durante su vida terrenal aportando con constancia y amor por la gran obra de ese aprismo secular, un ejemplo que ha cincelado su nombre en la historia del aprismo que signa nuestros pasos estos días.
En su nombre, grito enfervorizado y convencido de una vital verdad: ¡Cuando un aprista muere, nunca muere!