¡NO SON ABIGEOS!

Crisis, violencia y subversión… 

Puestos sobre la mesa los informes de los estragos producidos por sucesivos actos de violencia, la inexplicable respuesta del ex presidente Belaúnde ponía en evidencia la absoluta irresponsabilidad de la derecha política en el poder: “No, no, espérate, no, no, esto no es terrorismo, estos son abigeos. Cómo se te ocurre alarmar a la población”, fue la expresión crítica que quedaría registrada para la historia de la ironía.

De la sorpresa al horror

En pequeños núcleos obreros y de literatura universitaria, la inteligencia policial había detectado hacia finales de los años 70 del siglo pasado, un embrionario activismo orientado desde el discurso radical del comunismo, a la promoción de la violencia efectiva como arma política en la sociedad que aprovechaba la crisis terminal que enfrentaba la dictadura militar saliente, para generar caos, focalizando sus objetivos en la Carretera Central, lugar donde se concentra parte importante de la actividad industrial y, en universidades como San Marcos, San Cristóbal de Huamanga y La Cantuta.

Colgando perros muertos en algunos postes de la ciudad comenzaron a llamar la atención de cierta prensa que haría todo lo demás, generando historias diversas en torno a la imagen y significado de los animales muertos aparecidos -con morbo y harta zozobra incluída-,  reflejados en titulares que aumentaron la venta de sus diarios, a costa de servir de «caja de resonancia» de los objetivos primarios de una horda de muerte que en los años siguientes regaría el país de sufrimiento.

Tras un primer impacto producido en la población, se sucederían luego,  otro tipo de objetivos como los ataques a torres de alta tensión que dejaría en penumbras y sin actividad a ciudades enteras, los secuestros, las muertes selectivas y las explosiones por doquier, todos, actos de terror reivindicados desde el anonimato por el grupo subversivo Sendero Luminoso y que eran mostrados como miserables trofeos con un bárbaro saldo en vidas que crecería desde entonces de manera exponencial.

Golpeando directamente a inocentes y de manera constante, la convivencia con la violencia normalizó el terror que imponía el Partido Comunista S.L. llevando a los iniciales  “negadores del terrorismo” en el gobierno, a iniciar un cruel registro de bajas humanas, monetarizando la destrucción del patrimonio nacional desde seguras y cómodas trincheras que se fueron construyendo para protegerse, dejando expuestos a los demás peruanos a la incertidumbre y la muerte, una penosa circunstancia que los llevó a renunciar a sus expectativas, a sus bienes, a la habitualidad de sus vidas evaluando la posibilidad de emigrar del país para encontrar la paz que se hizo esquiva al verse inmersos, sin merecerlo, en los dramas de una mal llamada guerra popular que parecía ir liquidando de a pocos, al país que pasó de ser un mendigo sentado en un banco de oro, a un país sentado sobre cadáveres y destrozos materiales incuantificables.

Ciegos en la derecha y tuertos en la izquierda comunista

Con el terror como espada de Damocles encima, quedaba en evidencia que los servicios de inteligencia no se habían equivocado y que «los abigeos de Belaúnde», eran terroristas. Los conservadores, una vez más, no fueron capaces de reconocer que el hambre, la desatención de los ciudadanos, el nivel de corrupción en el Estado y la falta de esperanza en la gente, aparecían teóricamente como el pretexto perfecto para tratar de justificar la escalada violenta que puso en evidencia la incapacidad objetiva del Estado burocrático y elefantiásico para enfrentar y frenar la la banda de fanáticos fundamentalistas que se habían declarado enemigos del Perú. 

Los comunistas de la época que intgraban la izquierda radical, escondidos tras las sinuosas poses y discursos del parlamentarismo, ensayaban variopintas versiones de un confuso discurso que insistía que el poder nacía del fusil, cuando manantiales de sangre de víctimas inocentes del terror bañaban nuestra patria, resistiéndo sus principales dirigentes a aceptar que entre sus propios camaradas, en sus propias filas y con su mismo discurso, se encontraban quienes fueron capaces de poner en práctica, lo que su literatura promovía frenéticamente por décadas, por lo que la historia registra que, de la narrativa del PC histórico, al activismo terrorista de PC Sendero Luminoso solo quedaba la misma distancia que existía entre el pensamiento y la acción.

Esta fue, sin duda, una circunstancia fatal que los partidos de esa izquierda no supieron procesar, ni deslindar, prefiriendo el confort de la indefinición o la criminal indiferencia, un estado inanimado que constituyó la primera fase de una nueva posición de los ahora conversos del espécimen caviar, quienes alegan en todos los tonos, simplemente, no haber visto entonces, lo que era evidente, tratando de justificar su vocación politiquera y reaccionaria al haberse puesto de costado, para no enfrentar al terrorismo .

Las consecuencias derivadas del avance de las huestes sanguinarias de Guzmán Reynoso, émulo folclórico de Polpot y autor de un genocidio sin precedentes, se sufrieron por largo tiempo, a pesar, incluso, de la fuerza de la unidad de los peruanos que, superando la confusión de algunas autoridades, la campaña de malinformación de cierta prensa amarilla y el natural temor que producía este enemigo,  supieron enfrentarlo en cada lugar que pudieron, en fábricas, en escuelas, en universidades, en los mercados, en los grupos sociales, en el seno de la comunidad organizada, etc., escenarios en donde, a pecho abierto y asimilando la experiencia adquirida a precio de vidas humanas, se amalgamaron todos los esfuerzos con los partidos políticos, movimientos sindicales, ronderos, brigadas de autodefensa y comunidades campesinas para sumarse a la labor desplegado por las fuerzas armadas y policiales que desarrollaba labores realizadas por unidades tactico-operativas como la DINCOTE, la DINOES y el propio GEIN.

Sería injusto, sin embargo, no ponderar el enorme esfuerzo desplegado por las organizaciones civiles democráticas, entre ellas, los partidos políticos cuyo compromiso, solo en el caso del APRA, entregó miles de vidas de sus militantes por la causa de la paz, permitiendo, en la etapa más difícil de la subversión, reconocer la voz de ciudadanos que en medio de aquella lucha, reconoció al enemigo, lo desafió en el seno del pueblo y ganó la mayor y más importante de todas las guerras, la ideológica, una victoria a la que siguieron las demás que terminaron por desarticular a S.L y su pretendido Ejército Guerrillero Popular.

Entre el primer acto terrorista en Chuschi, Ayacucho, el año 1980 y el momento cumbre de la derrota político-militar de Sendero Luminoso en noviembre de 1992 -cuando en Lima se capturó y llevó a prisión a Abimael Guzmán Reynoso y los principales cuadros de Sendero Luminoso-, hay un período de tiempo que es experiencia acumulada que, sin embargo, parece haber servido poco, ya que el Perú citadino y limeño mantuvo la división literal del país en dos, dejando al Perú rural provinciano alejado de la modernidad y desatendido económica, socialmente y culturalmente.

Sin rectificaciones

Mientras la algarabía patética por la derrota de Sendero Luminoso obnubilaba algunos, el neoliberalismo aprovechó las circunstancias para desatar otra guerra prolongada, también atemporal y tan grave como la del terrorismo, aunque esta vez, desde la derecha.

Los partidos políticos que habían ayudado tanto en el proceso de recuperación de la paz, fueron las primeras víctimas. Sobre ellos, sus dirigentes y sus bases, se desataron compañas infames –increíblemente como pretendía SL antes- tratando de borrar todo rasgo de cultura progresista y desmovilizarlos sin impotar su vocación democrática, a través de un «pragmatismo» que dedicó sus mayores esfuerzos a promover el individualismo y defender febrilmente el libre mercado, en vez de garantizar las libertades y los derechos de las personas de la sociedad plural, pensando con ello, haber acabado ahora si, con los partidos políticos de ideologíay raigambre popular. 

Los conservadores se sintieron dueños absolutos de la historia, pensando seguir manejando el poder a su capricho y postergando desde el gobierno la posibilidd de resolver los conflictos sociales que varias décadas antes se habían usado como pretexto para el origen de la violencia terrorista. Pero acostumbrados al poder incuestionable, en esta etapa de su desarrollo político y sin mayores presiones, la derecha política terminó creyéndose su propio cuento al suponer que Sendero Luminoso había sido totalmente liquidado, que aquellas causas que sirvieron de caldo cultivo para su aparición y desarrollo ya no existieran, como si la cárcel hubiera eliminado su militancia fanatizada y como si se pudiera encapsular el tema subversivo por siempre (para que otro atentado como el de la calle Tarata en Miraflores no les explote en la cara), afincando el problema en donde no se sintiera, en un lugar aislado y suficientemente distante de Lima como para no verlo, es decir, allá, en las zonas de la selva, entre los ríos Apurímac, Ene y Mantaro.

Creer, como lo han hecho los defensores del Perú aristocrático, que desde Lima se puede entender y manejar la realidad del país, fue volver a suponer, erróneamente, que las ideas pueden desaparecer porque no nos gustan o, porque doy la orden que asi sea. No era suficiente detener dirigentes o duplicarles las penas porque no hay plazo que no se cumpla y, aunque su principal líder incluso esté muerto, la violencia, siendo endémica, sigue existiendo y afectando a la población y a las relaciones sociales existentes, por tanto, también ideal para seguir siendo usada como pretexto de una permanente rebeldía social.

Tras la captura de Abimael Guzmán, dos corrientes internas de S.L. se disputaron el liderazgo de la nueva etapa de la guerra popular que se iniciaba. Se impuso, a pesar de la capitulación del Comité Central, quienes planteaban la recomposición del partido y la continuación de la lucha por la vía política, dentro del Estado burgués, usando del parlamentarismo y todas las ventajas ofrecidas por el sistema. La guerra popular así, avanzaría sin los tropiezos de la primera etapa  bajo la misma visión prolongada, mesiánica y atemporal a la que sirvió y vuelve a servir la torpe caviarada que desde su participación en la Comisión de la Verdad y Reconciliación (que no  reconcilió a nadie)  y la promoción propagandística del Lugar de la Memoria (selectiva y filo violentista), introduce en su narrativa, la idea de que la pobreza, inexorablemente, lleva a la violencia y que lo que hubo en el país fue un conflicto armado, ergo, una guerra civil, denominación que le permitió inmerecidamente a los terroristas invocar el auxilio de Naciones Unidas, pasearse por el mundo con campañas propagandísticas pro SL y buscar el apoyo de los organismos de los Derechos Humanos, gracias a la imposición de una neo clasificación que usa sin derecho, términos como guerrilleros, presos políticos, etc.

Violencia reeditada

Cuando en estos tiempos la violencia recrudece, vuelven a mostrarse antiguos conflictos sociales nuevamente toman las calles, haciendo coincidir actores legítimos, con motivaciones soterradas que usan las mismas causas de la protesta social como argumento de sus disloques violentistas.

La derecha, increíblemente, insiste en equivocarse cumpliendo un papel bobo. Alerta que quienes conducen estos acontecimientos son delincuentes comunes y bárbaros sin cultura, una especie de neo abigeos iletrados a los que considera que, «castigándolos pueden cambiar», mostrando un desconocimiento absoluto del problema y omitiendo sindicar directamente a los terroristas como autores en la sombra, aunque de esa forma dejan de reconocer sus propias debilidades y omisiones, mientras el comunismo, reciclado en su variante histórica y caviar, se poner otra vez de costado tras la miserable ironía de vivir más de cuarenta años sin haberse definido y menos, haber realizado un honesto mea culpa.

La lucha contra todo tipo de violencia, la defensa de las libertades y el derecho del pueblo a vivir en una sociedad de oportunidades y bienestar, reclama insistir en que el problema no es solo un asunto policial-militar, menos, un tema meramente político. La violencia es transversal y antiguo, no tiene su origen en la presencia de agentes de los países chavistas decididos a despedazar al Perú, ni al sueño de algunos bolivianos de tener una salida soberana al mar; tampoco es exclusiva responsabilidad del narcotráfico que por cierto, hace años superó todas las expectativas de siembra de coca por hectárea y produce “la mejor” droga de la región, sino que, en conjunto, tiene que ver con una problemática endémica, integral y estrechamente vinculada al modelo económico dependiente y primario exportador en el que nos movemos.

Es momento de entender que si bien la pobreza per sé no determina la violencia política, las crisis económicas y sus consecuencias sociales las exacerban, tornándolas impredecibles, razón por la que hay que dejar sin discurso al subversivo y desmotivar la violencia, desarticulando la pobreza, la exclusión y el racismo allí donde esté presente, revirtiendo el abandono del hombre del ande y la provincia, promoviendo una cultura progresista homologada que aluda una sociedad peruana unitaria e integrada, generando empleo digno y desarrollando un modelo de economía que respete la inventiva, otorgue oportunidades y promueva el emprendimiento popular que significa acercar el Estado a la gente para lograr niveles de desarrollo social por lo menos aceptables ya que irónicamente, aunque logremos de momento recuperar la paz ejerciendo violencia, el costo de víctimas  seguirá creciendo, debiendo entenderse que se necesita más que opinólogos sin oficio conocido que promueven medidas paliativas y discursos distractivos promocionando un diálogo nacional cuya agenda social es inaplicable, porque pretende edificar sobre una mesa sin patas y llena de muertos, la paz.

La solución está en todos

Si no se acortan de manera urgente las dramáticas brechas económicas y sociales que distancian a los peruanos, entonces esta será una nueva oportunidad pérdida. Sendero Luminoso ya no existe como organización, es hoy un fantasma irredento, un espectro que de desdobla y deambula pretendiendo tomar el alma de los desesperados, de otros, para convertir en realidad su propia reencarnación a través de nuevas denominaciones en esta nueva etapa de su prolongada lucha armada, tratando de trasladarse al campo de la lucha política formal, copando dirigencias entre los maestros y unos pocos sindicatos por ahora, pero coincidiendo con el fascismo en la tarea desestabilizadora de socavar los cimientos de la sociedad democrática que tanto costó refundar.

El marxismo leninismo maoísmo es el marco teórico al que nos volvemos a enfrentar en esta nueva modalidad de «guerra popular» que nos plantea una confrontación política mucho más abierta y al mismo tiempo desembozada, es decir, un escenario que aterra a la derecha que se esconde pidiendo -ahora si- auxilio a las fuerzas políticas que tanto atacó y fue desarticulando para desgracia de la democracia.

Para que la sociedad logre superar esta realidad de violencia, se debe actuar unitariamente, venciéndola de raíz y combatido en todos los planos, el  ideológico, el político, el sindical, el social, policial y militar quitándole todos los argumentos que usa el discurso terrorista para validar sus objetivos bajo el principio rector: Un pueblo que no aprende de sus errores, está condenado a repetirlos.

GIGANTE Y TRIUNFADOR TE RECUERDO RODRIGO FRANCO

Tributo a la entrega valerosa a una causa de justicia…

Te recuerdo hermano, en medio de preocupaciones universitarias, inquieto, inteligente y trabajador.

Te recuerdo joven, combativo, aprista y compañero, firme en tiempos en los que se daba todo y nada se pedía.

Te recuerdo en sueños e ideales compartidos, en la fraternidad que nos une siempre y en la alegría de servir al que menos tiene tal como nos enseñó aquel al que llamábamos gigante, Haya de la Torre, nuestro maestro.

Te recuerdo leal, comprometido y entusiasmado por hacer cosas, por rendirle tributo con tu actuar, a quienes cayeron antes, a los tuyos y a las familias que lo dejaron todo por seguir la causa del aprismo y construir un país inclusivo, para todos, con justicia social.

Te recuerdo en la condena a la mano siniestra que quiso tocarte y no pudo. Porque no pudieron contra ti, ni contra tu aprismo, porque el terror no te venció, ni aniquilaron nuestros ideales, ni nuestros sueños. No pudieron contra tu partido, ni contra tu país, ni contra esa nación a la que servías con entrega, decencia y al que defendiste poniendo tu pecho aprista, ese inmenso bloque de amor que se interpuso entre el terror artero y el futuro promisor por el que te esforzabas tanto.

Te recuerdo vencedor, más allá incluso del dolor de tu partida y del tiempo transcurrido… como si hoy nos repitieras: “hay mandatos superiores que cumplir, más allá incluso del temor”.

Te recuerdo en tu gigantesca presencia que fue y es fortaleza y ante la que me inclino reverente, agolpándose en mi mente el cúmulo de recuerdos que cincelaste en nuestras jóvenes llenas de amor por lo nuestro.

Te recuerdo en tu martirologio Rodrigo,  dándole valor al ejemplo de tu vida  y señalando como ejemplo  el camino que tomaste para afirmar tu aprismo sacrosanto, rumbo  a la sociedad de Pan con Libertad, que es luz y sigue siendo guía.

22 enero 2023.

JUVENTUD APRISTA Los invencibles montoneros de Haya de la Torre

El aprismo es una obra de juventud y, por tanto, el surgimiento de la Federación Aprista Juvenil, fue consecuencia natural del accionar de un partido de jóvenes que nació con paradigmas, mártires y una larga lista de valientes combatientes que lo entregaron todo, por la transformación social.

JUVENTUD APRISTA Los invencibles montoneros de Haya de la Torre (extracto del libro del mismo nombre y autor 2023)

JUVENTUD APRISTA – Los invencibles montoneros de Haya de la Torre

El aprismo es una obra de juventud y, por tanto, el surgimiento de la Federación Aprista Juvenil fue consecuencia natural del accionar de un partido de jóvenes que nació con paradigmas, mártires y una larga lista de valientes a quienes seguir.
La Vanguardia Aprista Juvenil, fue el nombre espontáneo con el que los jóvenes se reconocían, pero que, con el tiempo, tomó cuerpo institucional y fue reconocido como un estamento predecesor de la Federación Aprista Juvenil (FAJ), hoy Juventud Aprista Peruana (JAP), fundada el 7 de enero de 1934.

Para leer el extracto  abrir el link: JUVENTUD APRISTA PERUANA

RAMIRO PRIALÉ: Una vida que reivindica la honestidad política


 

 

En la incontrastable ciudad de Huancayo, llamado así por la valentía, el espíritu rebelde y la vocación libertaria de su pueblo durante la guerra por la independencia, el 6 de enero del año 1904, justo en las fiestas cristianas de “Bajada de Reyes” y en medio de una familia pujante que con la ocasión vivió intensamente el valor de la natividad, nació Ramiro Abelardo Prialé Prialé, el más insigne de los líderes del aprismo, el más aplicado discípulo de Victor Raul Haya de la Torre y el responsable de la organización y supervivencia del gran Partido del Pueblo, próximo a  cumplir una centuría al lado de los que menos tienen.

En un país teóricamente emancipado, pero en el que se mantienen modos cortesanos y un banal espíritu virreinal, las oprobiosas exclusiones, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos habían sido una constante vergonzosa y, justo lo que faltaba para que fuera real el fatalismo que nos condenaba al subdesarrollo conveniente para las oligarquías que detentando el poder, preferían un país que excluía hermanos en función de su origen y la raza y, en el que los privilegios eran el pan de cada día que exacerba las diferencias y propiciaba que la corrupción mantenga el gobierno, desatando una grosera y pervertida sucesión de regímenes conservadores que dirigió  una élite de impresentables facinerosos.

Así miró y así sintió la historia de la nación el profesor Ramiro Prialé, quien vivió el Perú como una dramática consecución de dramas donde la opresión, el oscurantismo y la falta de conciencia destruyeron los valores y paradigmas de nuestra más cara nacionalidad, ninguneando, de paso, el sentido trascendente del amor a la patria con el que pretendía participar de la construcción de su propio destino, forjando sus organizaciones y conquistando cambios en la economía y la política, siempre bajo la noble aspiración progresista de la Justicia Social y la  revolución social democrática que acabaría con la explotación.

En medio de toda esa trama visibilizada y hecho programa por Victor Raul Haya de la Torre desde inicios del siglo xx, generaciones brillantes se alzaron, aportando en todos los campos del pensamiento y la acción, una idea de la adhesión y el compromiso que los distinguió. Destinado a convertirse en una de esas extraordinarias personalidades surgidas desde la entraña misma de los Andes, pronto el entusiasmo de Ramiro Prialé calzó con el nacionalismo antiimperialista, levantando su voz desde la provincia contra el patrioterismo insulso que había conducido al país hacia la confrontación por fronteras levantadas con armas, muertes y dinero de hermanos a los que se condenó al fraccionamiento, contestando el chauvisnismo, con la exigencia de una transformación del hombre y la sociedad, tarea a la que le dedicó sus mayores esfuerzos desde entonces.

Dueño de una sencillez que se hacía notar, mantuvo el legado de los guerreros huancas y se impuso en medio de la sociedad huancaína de formas oligarca, rechazando enérgicamente  con la enorme sólidez de su honradez y liderazgo, la explotación de la labor en el campo y la mina,  razón por la que desde muy joven se puso, sin condiciones, al lado de los ideales superiores de la justica y al servicio de ideales superiores.

Hombre libre y de buenas costumbres, mostró talante y un talento personal con el que hizo política, evidenciando una vocación que constituye una real obra de amor por el Perú, los logros de un esfuerzo tangible en el que la solidaridad y las fuertes convicciones democráticas se entrelazaban con una honestidad acrisolada que contribuyó de manera decisiva, a romper con el pasado vergonzante y perennizar propuestas de diálogo que marcaron un estilo de romper con el odeio insano en la política y acercar posiciones entre adeptos y oponentes, incluso, en las horas más aciagas de la persecución, en la soledad de la clandestinidad y hasta en la cárcel, donde, cual predicador del advenimiento de la buena nueva, anunciaba vehementemente, sin descanso y a viva voz, la esperanza aprista de mejores tiempos con paz y justicia social.

Don Ramiro, se inscribió en el Partido Aprista en 1930, años despues de haber llegado a la política, para no apartarse nunca más de su organización junto a una enorme legión de jóvenes dispuestos a cambiar la pesada carga de traiciones y miserias de la que está llena nuestra historia oficial.

Superó con mucho esfuerzo su propia condición de hijo del pueblo y provinciano, imponiéndose los objetivos de luchar contra la pobreza y la exclusión durante toda su vida, convirtiéndose, como militante o dirigente del aprismo, en un pilar en la defensa del respeto y las formas de la convivencia ciudadana, debido a todos los esfuerzos que realizó para que la comunicación en la política se mantuviera a pesar de la coyuntura o, incluso, de marcadas diferencias ideológicas.

Gracias a él, la idea del Diálogo Nacional, se abrió paso junto a las nociones modernas del Proyecto país y, al Programa Perú, sobre los que formuló exhortaciones por las libertades, al punto que hay períodos de nuestra historia, donde la democracia le debe a este genio de la fraternidad, la posibilidad de existir. 

Don Ramiro, que es como le gustaba que lo llamaran, fue cruelmente perseguido debido a su militancia aprista y encarcelado catorce años largos y penosos años acusado de defender las libertades. Paghó con el destierro su lealtad a ideas y principios cuyo costo se vería reflejada en la penosa e irreversible situación a la que los gobiernos que lo perseguían condenaron sin piedad a su familia, una circunstancia que, sin embargo, jamás le arrancó una expresión de rencor o voluntad de venganza, deponiendo por el contrario, sentimientos personales para privilegiar el interés de la patria y su partido, un ejercicio de amor y compromiso que en varias oportunidades, lo terminó enfentando a la ingrata experiencia de tener que acercarse a sus propios verdugos o dialogar con quienes muy poco tiempo atrás, irónicamente habían ordenado, literalmente, su asesinato.

En el plano personal, este legendario líder aprista desarrolló una peculiar forma de relacionarse con los compañeros y compatriotas que llegaban a él con algun requerimiento. Los recibía con entrañable afecto, a todos, y era habitual verlo en los actos de los  sectores partidarios, sindicatos, organizaciones sociales y grupos sociales -aún los más pequeños y distantes- escuchando con real interés, todas y cada una de las preocupaciones cotidianas en el lugar que fuera abordado y con quien quiera que le alcanzara una mano solicitando su atención.

Durante su larga y fecunda vida, con cargo público o sin él, conociendo o no a las personas, se dio un tiempo para visitar con gesto afable, los hogares de sus compañeros, sus centros de trabajo  y, a innumerables ciudadanos donde quiera que estos se pudieran encontrar, alentando a los familiares de los presos, enfermos o deudos, llamándolos a mantener la fe en la causa que los unía y, a la que sopstenía, debían servír con real devoción.

Contribuyó anónimamente en cuanto le era requerido por propios y extraños, permitiendo a los angustiados que lo buscaban, sobrellevar sus problemas y resolverlos con la máxima diligencia posible. Llegaba de improviso a las celebraciones de cumpleaños, bautizos o, simplemente, para acompañar a la familia de un número impreciso de fallecidos a los que despidió personalmente. Por su don de gente, Haya de la Torre depositó toda su confianza en él, encargándole en los momentos más difíciles, dirigir su partido, contribuir personalmente a organizar las juventudes apristas que el coordinó el 7 de enero de 1934 y, a los Chicos Apristas Peruanos (CHAP), tarea en la que se comprometió desde 1950 en su condición de aprista y profesor cuya bandera y emblema siempre fue la defensa de la gratuidad de la enseñanza.

Artífice del acercamiento de fuerzas políticas para preservar las libertades e instituir la democracia, hay quienes lo señalan como poseedor de un poder real que sin embargo, parecía  contrastar con la sencillez de una personalidad prístina y una vida austera casi monacal.

El gran organizador político, el impulsor proactivo de inquietudes ciudadanas, el viváz y honestísimo dirigente, el varias veces parlamentario culto, y el hábil y eficiente presidente del senado, supo imponer el mejor de los estilos -que sostenía-, provenía de su Partido Escuela, el APRA, un estilo que complementaba con la palabra reflexiva y el sereno ofrecimiento cumplido, preservado, además, con el gesto viril de un exigente maestro que gustaba predicar, enseñando con el propio ejemplo de su vida.

Los rasgos duros de su rostro andino, contrastaban con su mirada tierna y el gesto fraterno de sus manos al abrazar, literalmente, a todos. El poeta Alberto Valencia lo describe con la genialidad del artista: “hijo legítimo del pueblo, formador desde el aula o en el poder, líder de una falange de jóvenes superiores -moral y espiritualmente- que hicieron del aprismo, una legión de hombres dignos, que, con el ejemplo de sus vidas, señalaron la ruta del rescate moral de la patria indoamericana”.

La dramática crisis moral que sobrevino en el país estos tiempos, compromete su legado y nos lo devuelve vivo y presente en su lucha sin cuartel contra el aprovechamiento del poder. Hombre con una conducta pública y privada intachable, su recuerdo se levanta sobre la miseria moral para reclamar cambios urgentes antes que el robo y la corrupción se conviertan –falsamente- en una constante de inevitable normalidad.

Ramiro Prialé me distinguió con gestos de una fraternidad superlativa y aprendí mucho de su enorme capacidad reflexiva, de su sencillez y su disciplina personal. En buen tono siempre, pero con gestos de severidad, no dejó de pedir que reconociéramos valores en el aprismo difundiéndolos sin cansancio. Siempre me sorprendió verlo responder con una sonrisa todos los cuestionamientos y hasta los insultos que recibía. En la franciscana reserva de su hogar, ubicado en la calle Luzuriaga del distrito limeño de Jesus María, nos recibía al culminar las jornadas de labores partidarias y es allí donde lo escuché, grande y genial hasta que las madrugadas nos asaltaban en medio de anécdotas, preocupaciones y los sueños entusiastas de un veterano que, a diferencia de otros, mantuvo hasta el último aliento un proverbial espíritu guerrero y un aprismo activo, futurista y joven.

El 25 de febrero del año 1988 se nos fue el cuerpo físico de este gigante del pensamiento y la obra aprista, dejando un legado de amor por el Perú y el aporte más significativo a la obra de Haya de la Torre, su ejecutoria moral intachable. Si bien hoy, muchos jóvenes no lo identifican porque la historia oficial prefiere mantener en sus páginas a personajes que compraron un sitio en los libros con dinero y poder, don Ramiro mantiene un espacio de gloria en el Olimpo de los nobles hijos del pueblo y en la memoria de sus compañeros y paisanos que lo recuerdan imperecedero, cuya figura se cimentó en la pulcritud y en la sencillez de una personalidad discreta y una conducta ejemplar que fueron parte de su actividad personal que no hacía distingos entre lo privado y lo público.

Se entregó a la política y, a ella, le entregó todo, aspirando darnos un país de oportunidades que, como lo hacen los grandes maestros, legó una invalorable lección de honestidad que bien valdría la pena recordar y enseñar en estos tiempos de absolutas carencias espirituales y total orfandad moral.