APRA: CIEN AÑOS DESPUÉS

7 de mayo de 1924

El APRA, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, cumple  su primera centuria y lo hace en medio de una dramática realidad latinoamericana en la que, más allá de los temas de la coyuntura local, es la moral pública la que está en entredicho. Esta circunstancia parece no distar mucho de aquel dramático momento de 1924 en la que se fundó el partido, desarrollando un largo y por momentos empedrado camino de sacrificios y  lucha por las libertades, empeñados en la construcción de una sociedad democrática en la que el hombre debe ser, efectivamente, como lo pensó Victor Raul Haya de la Torre, el fin supremo de la sociedad y el Estado.

 

Desde inicios del siglo XX, siendo muy joven, Victor Raul Haya de La Torre confrontó a la sociedad de explotación y sus gobernantes, siendo perseguido, apresado y, tras una auténtica huelga de hambre, enfermo y debilitado, fue exiliado a la ciudad de México, lugar donde el 7 de mayo de 1924, bajo los auspicios de las Federaciones estudiantiles de América y movimientos progresistas, fundó el APRA, un Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales que  organizó desde el destierro, una vasta corriente antiimperialista continental, con el objetivo de alentar la creación de partidos nacionales que pudieran responder, al unísono, a la política colonial del imperialismo de la época.

Sorprendió a los gobernantes conservadores, que el aprismo llamara exitosamente a la incorporación masiva a la política, de trabajadores, jóvenes, mujeres y todas las minorías avasalladas por el modelo económico, planteando el fin de un sistema de explotación que generaba sobre ganancias, una riqueza  concentrada en manos de muy pocos, mientras muchos no tenían absolutamente nada.

Ese es el perfil de un aprismo que combatió la República fallida que mantuvo el oprobio al compás de los devaneos de una oligarquía anti histórica que, en vez de empoderarse y buscar el progreso general, prefirió el oscurantismo de un sistema obsecuente y abusivo que despreció lo que nuestros países ofrecían como posibilidad, optando por la sumisión cortesana y el despilfarro que trajo la obtención de empréstitos al que se sumó el eventual auge del guano y el salitre que expuso el apogeo de la llamada República Aristocrática que se mantuvo, cruelmente,  sobre las espaldas de los trabajadores.

El aprismo señaló las rutas del ideal nacionalista, democrático e integracionista, para que los países del sur de América, rescatando su dignidad, pudieran negociar conjuntamente y en mejores condiciones el valor de sus recursos, obteniendo mayores ganancias, cultura y todo lo que hubiera permitido romper los frenos del desarrollo y vencer la agreste y abrupta naturaleza, creando riqueza para quienes no la tienen, sobre el crecimiento de un modelo posible que, primero, elimine sustancialmente la pobreza, genere empleo digno y ponga en movimiento la rueda de la economía para prodigar progreso, siempre, con absoluta libertad.

Cien años de vida institucional, le permite al APRA exhibir una solvente Carta Democrática que convierte al pensamiento hayadelatorriano, de fuente inspirador de la corriente antiimperialista continental de la izquierda democrática en el siglo XX, en posibilidad bajo cuyas banderas hablan del ejercicio de una ciudadanía liberadora y de gobiernos que hacen de la moral y el progresismo democrático, una ruta posible hacia el desarrollo.

En el Perú, el APRA defiende una original y creadora visión de la historia, exhibiendo, por lo menos, dos  momentos cumbres de una actividad que redefine la República. La primera, cuando tras una prolongada lucha por las libertades, inspiró la Constitución Política de 1979 presidida por el propio Haya de la Torre, quien se preocupó en consagrar en la Carta Magna, el Tribunal de Garantías Constitucionales, los derechos humanos, la seguridad social y las conquistas obtenidas por el pueblo trabajador, iniciativas apristas con las que el país transitó hacia la democracia reconstituida en 1980.

En esa misma perspectiva, el aprismo gobernó con Alan García Pérez, realizando una gestión que, con  extraordinaria inversión pública y privada, redujo sustancialmente la pobreza, generando  empleo digno y auspiciosas políticas públicas que renunciaron al asistencialismo clásico, para apostar por la participación popular, logrando índices sorprendentes en la atención de la salud, saneamiento, educación y vivienda, todo esto, en el marco del crecimiento de la economía nacional, cuyos niveles fueron comparables con los de China, el gigante asiático.

Nadie pone en cuestión el protagonismo del APRA en estos 100 años, tampoco, el impulso que le dio a la gente para que  pudiera participar activamente  en la política hasta lograr elevar la vieja idea de la moral, al  nivel programático de un movimiento que la propone como componente irrenunciable de la actividad pública, visión con la que el pensamiento de Haya de la Torre ingresó al siglo XXI, mostrando la consistencia de un verdadero partido político basado en ideas y programas que convocan ciudadanos sin distingos y, para la misma causa liberadora que desde hace un siglo reorienta el curso de la historia del país y de Indoamérica, la patria grande continental.