JUVENTUD APRISTA – Los invencibles montoneros de Haya de la Torre

El aprismo es una obra de juventud y, por tanto, el surgimiento de la Federación Aprista Juvenil fue consecuencia natural del accionar de un partido de jóvenes que nació con paradigmas, mártires y una larga lista de valientes a quienes seguir.
La Vanguardia Aprista Juvenil, fue el nombre espontáneo con el que los jóvenes se reconocían, pero que, con el tiempo, tomó cuerpo institucional y fue reconocido como un estamento predecesor de la Federación Aprista Juvenil (FAJ), hoy Juventud Aprista Peruana (JAP), fundada el 7 de enero de 1934.

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RAMIRO PRIALÉ: Una vida que reivindica la honestidad política


 

 

En la incontrastable ciudad de Huancayo, llamado así por la valentía, el espíritu rebelde y la vocación libertaria de su pueblo durante la guerra por la independencia, el 6 de enero del año 1904, justo en las fiestas cristianas de “Bajada de Reyes” y en medio de una familia pujante que con la ocasión vivió intensamente el valor de la natividad, nació Ramiro Abelardo Prialé Prialé, el más insigne de los líderes del aprismo, el más aplicado discípulo de Victor Raul Haya de la Torre y el responsable de la organización y supervivencia del gran Partido del Pueblo, próximo a  cumplir una centuría al lado de los que menos tienen.

En un país teóricamente emancipado, pero en el que se mantienen modos cortesanos y un banal espíritu virreinal, las oprobiosas exclusiones, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos habían sido una constante vergonzosa y, justo lo que faltaba para que fuera real el fatalismo que nos condenaba al subdesarrollo conveniente para las oligarquías que detentando el poder, preferían un país que excluía hermanos en función de su origen y la raza y, en el que los privilegios eran el pan de cada día que exacerba las diferencias y propiciaba que la corrupción mantenga el gobierno, desatando una grosera y pervertida sucesión de regímenes conservadores que dirigió  una élite de impresentables facinerosos.

Así miró y así sintió la historia de la nación el profesor Ramiro Prialé, quien vivió el Perú como una dramática consecución de dramas donde la opresión, el oscurantismo y la falta de conciencia destruyeron los valores y paradigmas de nuestra más cara nacionalidad, ninguneando, de paso, el sentido trascendente del amor a la patria con el que pretendía participar de la construcción de su propio destino, forjando sus organizaciones y conquistando cambios en la economía y la política, siempre bajo la noble aspiración progresista de la Justicia Social y la  revolución social democrática que acabaría con la explotación.

En medio de toda esa trama visibilizada y hecho programa por Victor Raul Haya de la Torre desde inicios del siglo xx, generaciones brillantes se alzaron, aportando en todos los campos del pensamiento y la acción, una idea de la adhesión y el compromiso que los distinguió. Destinado a convertirse en una de esas extraordinarias personalidades surgidas desde la entraña misma de los Andes, pronto el entusiasmo de Ramiro Prialé calzó con el nacionalismo antiimperialista, levantando su voz desde la provincia contra el patrioterismo insulso que había conducido al país hacia la confrontación por fronteras levantadas con armas, muertes y dinero de hermanos a los que se condenó al fraccionamiento, contestando el chauvisnismo, con la exigencia de una transformación del hombre y la sociedad, tarea a la que le dedicó sus mayores esfuerzos desde entonces.

Dueño de una sencillez que se hacía notar, mantuvo el legado de los guerreros huancas y se impuso en medio de la sociedad huancaína de formas oligarca, rechazando enérgicamente  con la enorme sólidez de su honradez y liderazgo, la explotación de la labor en el campo y la mina,  razón por la que desde muy joven se puso, sin condiciones, al lado de los ideales superiores de la justica y al servicio de ideales superiores.

Hombre libre y de buenas costumbres, mostró talante y un talento personal con el que hizo política, evidenciando una vocación que constituye una real obra de amor por el Perú, los logros de un esfuerzo tangible en el que la solidaridad y las fuertes convicciones democráticas se entrelazaban con una honestidad acrisolada que contribuyó de manera decisiva, a romper con el pasado vergonzante y perennizar propuestas de diálogo que marcaron un estilo de romper con el odeio insano en la política y acercar posiciones entre adeptos y oponentes, incluso, en las horas más aciagas de la persecución, en la soledad de la clandestinidad y hasta en la cárcel, donde, cual predicador del advenimiento de la buena nueva, anunciaba vehementemente, sin descanso y a viva voz, la esperanza aprista de mejores tiempos con paz y justicia social.

Don Ramiro, se inscribió en el Partido Aprista en 1930, años despues de haber llegado a la política, para no apartarse nunca más de su organización junto a una enorme legión de jóvenes dispuestos a cambiar la pesada carga de traiciones y miserias de la que está llena nuestra historia oficial.

Superó con mucho esfuerzo su propia condición de hijo del pueblo y provinciano, imponiéndose los objetivos de luchar contra la pobreza y la exclusión durante toda su vida, convirtiéndose, como militante o dirigente del aprismo, en un pilar en la defensa del respeto y las formas de la convivencia ciudadana, debido a todos los esfuerzos que realizó para que la comunicación en la política se mantuviera a pesar de la coyuntura o, incluso, de marcadas diferencias ideológicas.

Gracias a él, la idea del Diálogo Nacional, se abrió paso junto a las nociones modernas del Proyecto país y, al Programa Perú, sobre los que formuló exhortaciones por las libertades, al punto que hay períodos de nuestra historia, donde la democracia le debe a este genio de la fraternidad, la posibilidad de existir. 

Don Ramiro, que es como le gustaba que lo llamaran, fue cruelmente perseguido debido a su militancia aprista y encarcelado catorce años largos y penosos años acusado de defender las libertades. Paghó con el destierro su lealtad a ideas y principios cuyo costo se vería reflejada en la penosa e irreversible situación a la que los gobiernos que lo perseguían condenaron sin piedad a su familia, una circunstancia que, sin embargo, jamás le arrancó una expresión de rencor o voluntad de venganza, deponiendo por el contrario, sentimientos personales para privilegiar el interés de la patria y su partido, un ejercicio de amor y compromiso que en varias oportunidades, lo terminó enfentando a la ingrata experiencia de tener que acercarse a sus propios verdugos o dialogar con quienes muy poco tiempo atrás, irónicamente habían ordenado, literalmente, su asesinato.

En el plano personal, este legendario líder aprista desarrolló una peculiar forma de relacionarse con los compañeros y compatriotas que llegaban a él con algun requerimiento. Los recibía con entrañable afecto, a todos, y era habitual verlo en los actos de los  sectores partidarios, sindicatos, organizaciones sociales y grupos sociales -aún los más pequeños y distantes- escuchando con real interés, todas y cada una de las preocupaciones cotidianas en el lugar que fuera abordado y con quien quiera que le alcanzara una mano solicitando su atención.

Durante su larga y fecunda vida, con cargo público o sin él, conociendo o no a las personas, se dio un tiempo para visitar con gesto afable, los hogares de sus compañeros, sus centros de trabajo  y, a innumerables ciudadanos donde quiera que estos se pudieran encontrar, alentando a los familiares de los presos, enfermos o deudos, llamándolos a mantener la fe en la causa que los unía y, a la que sopstenía, debían servír con real devoción.

Contribuyó anónimamente en cuanto le era requerido por propios y extraños, permitiendo a los angustiados que lo buscaban, sobrellevar sus problemas y resolverlos con la máxima diligencia posible. Llegaba de improviso a las celebraciones de cumpleaños, bautizos o, simplemente, para acompañar a la familia de un número impreciso de fallecidos a los que despidió personalmente. Por su don de gente, Haya de la Torre depositó toda su confianza en él, encargándole en los momentos más difíciles, dirigir su partido, contribuir personalmente a organizar las juventudes apristas que el coordinó el 7 de enero de 1934 y, a los Chicos Apristas Peruanos (CHAP), tarea en la que se comprometió desde 1950 en su condición de aprista y profesor cuya bandera y emblema siempre fue la defensa de la gratuidad de la enseñanza.

Artífice del acercamiento de fuerzas políticas para preservar las libertades e instituir la democracia, hay quienes lo señalan como poseedor de un poder real que sin embargo, parecía  contrastar con la sencillez de una personalidad prístina y una vida austera casi monacal.

El gran organizador político, el impulsor proactivo de inquietudes ciudadanas, el viváz y honestísimo dirigente, el varias veces parlamentario culto, y el hábil y eficiente presidente del senado, supo imponer el mejor de los estilos -que sostenía-, provenía de su Partido Escuela, el APRA, un estilo que complementaba con la palabra reflexiva y el sereno ofrecimiento cumplido, preservado, además, con el gesto viril de un exigente maestro que gustaba predicar, enseñando con el propio ejemplo de su vida.

Los rasgos duros de su rostro andino, contrastaban con su mirada tierna y el gesto fraterno de sus manos al abrazar, literalmente, a todos. El poeta Alberto Valencia lo describe con la genialidad del artista: “hijo legítimo del pueblo, formador desde el aula o en el poder, líder de una falange de jóvenes superiores -moral y espiritualmente- que hicieron del aprismo, una legión de hombres dignos, que, con el ejemplo de sus vidas, señalaron la ruta del rescate moral de la patria indoamericana”.

La dramática crisis moral que sobrevino en el país estos tiempos, compromete su legado y nos lo devuelve vivo y presente en su lucha sin cuartel contra el aprovechamiento del poder. Hombre con una conducta pública y privada intachable, su recuerdo se levanta sobre la miseria moral para reclamar cambios urgentes antes que el robo y la corrupción se conviertan –falsamente- en una constante de inevitable normalidad.

Ramiro Prialé me distinguió con gestos de una fraternidad superlativa y aprendí mucho de su enorme capacidad reflexiva, de su sencillez y su disciplina personal. En buen tono siempre, pero con gestos de severidad, no dejó de pedir que reconociéramos valores en el aprismo difundiéndolos sin cansancio. Siempre me sorprendió verlo responder con una sonrisa todos los cuestionamientos y hasta los insultos que recibía. En la franciscana reserva de su hogar, ubicado en la calle Luzuriaga del distrito limeño de Jesus María, nos recibía al culminar las jornadas de labores partidarias y es allí donde lo escuché, grande y genial hasta que las madrugadas nos asaltaban en medio de anécdotas, preocupaciones y los sueños entusiastas de un veterano que, a diferencia de otros, mantuvo hasta el último aliento un proverbial espíritu guerrero y un aprismo activo, futurista y joven.

El 25 de febrero del año 1988 se nos fue el cuerpo físico de este gigante del pensamiento y la obra aprista, dejando un legado de amor por el Perú y el aporte más significativo a la obra de Haya de la Torre, su ejecutoria moral intachable. Si bien hoy, muchos jóvenes no lo identifican porque la historia oficial prefiere mantener en sus páginas a personajes que compraron un sitio en los libros con dinero y poder, don Ramiro mantiene un espacio de gloria en el Olimpo de los nobles hijos del pueblo y en la memoria de sus compañeros y paisanos que lo recuerdan imperecedero, cuya figura se cimentó en la pulcritud y en la sencillez de una personalidad discreta y una conducta ejemplar que fueron parte de su actividad personal que no hacía distingos entre lo privado y lo público.

Se entregó a la política y, a ella, le entregó todo, aspirando darnos un país de oportunidades que, como lo hacen los grandes maestros, legó una invalorable lección de honestidad que bien valdría la pena recordar y enseñar en estos tiempos de absolutas carencias espirituales y total orfandad moral.

PEDRO CASTILLO Y EL EPÍLOGO DE UNA FARSA

Probablemente no haya nada más racista y clasista que la manera como la izquierda comunista y los promotores del gobierno de Perú Libre trataron a Pedro Castillo Terrones, un personaje al que consideraron no sólo como un limitado dirigente gremial, sino, como influenciable y suficientemente torpe como para ponerlo a la cabeza de una organización criminal que desde Palacio de gobierno podría robar sin control dineros del Estado, pero al que manera entusiasta se sumaría el cogollo coterráneo y familiar que superaría largamente el record criminal que habían logrado en el poder los paisanos y sobrinísimos del corrupto ex presidente Alejandro Toledo.

Manipulado hasta reducirlo a personaje de tira cómica, Pedro Castillo fue incapaz de reconocer sus propias limitaciones, circunstancia que lo involucró en el mundo perverso de un comunismo criminal que trató de poner en jaque sin éxito a la democracia, aunque no queda claro porqué Castillo cedió a todas las exigencias de poder que recibió, ni con quien decidió dar el paso final en esta aventura torpe de errores reeditados que no calzan con la desesperación, orientándonos en cambio hacia el error de cálculo que le terminó pasando una costosa e impagable factura.

A estas alturas y desde la absoluta soledad en la que se encuentra, es más sencillo reconocer al verdadero personaje que se esconde tras el sombrero de rondero de Pedro Castillo para saber de qué y de quien estamos hablando. Este es el mismo dirigente magisterial que en medio de una manifestación gremial obedeciendo al grito “tírate al suelo “, se dejó caer con la facilidad de un paquete, con el objetivo de sorprender a la gente y conseguir publicidad, de la misma forma como, dócil y temblorosamente el “prosor” parecía obedecer la orden de un inescrutable golpe de Estado en el que, curiosa y contradictoriamente todo parecía irse al tacho.

Ahonda en las mismas dudas, la conducta de sus ministros y por qué lo terminaron abandonando, tal vez creyendo que de esa manera evitarían las responsabilidades y sanciones por una intentona por la que Castillo Terrones decidió marchar al inexorable cadalso que se ganan los dictadores.

Que Aníbal Torres siga a su lado, tampoco sorprende. Sanisidrino de complejos no resueltos, la cómoda posición económica y su edad no han sido impedimento para quebrar su biografía y borrar de un plumazo auspiciosos antecedentes profesionales. Lo cierto es que hay nombres que no deberían pasar y quedar impunes en medio de esta hilarante historia de movidas dizque políticas, cuyo tramo final nos muestra un escenario que no es el ideal, pero es lo que hay.

Empieza un nuevo capítulo del mismo cuento y queda frenar el ánimo revanchista de los caviares que vuelven a escena para repetir su historia de acomodo, pero con sangre en el ojo. Será una nueva y compleja tarea el evitar que retornen las millonarias consultorías y ese modo de vida que les es tan afecto a estos radicales de papel que pretenden soplarle al oído a Dina Boluarte con el alto riesgo de repetir el escabroso camino de Toledo, Humala, Kuczynski, Sagasti y el propio Castillo, galería de corruptos a quienes los caviares promocionaron antes.

Mirar el bosque y no el árbol es un buen comienzo para lograr un clima de consensos y dialogo con el que nunca más, a nadie, debería ocurrírsele pretender restringir las libertades y cercar la democracia de la misma forma como el relevo presidencial debería ser entendido como el fin de un capítulo de penosos y graves desaciertos que, de intentar repetirse, tendrá el mismo destino fatal del período que acaba de terminar. Palabra de Maestro.

¿POR QUIÉN REDOBLAN LAS CAMPANAS?

Carlos Fonken y las ausencias no resueltas…
A la vieja usanza, de esas que les gusta a los tradicionalistas, las campanas doblan de forma pausada e intercalada, recordando ausencias no resueltas.
La muerte, siempre artera, anduvo entre nosotros, pero aquella vez, escondida en un mar insepulto de hombres y mujeres que nos arrebató la humanidad en medio de esa pandemia que desnudó el alma gris de quienes desde el gobierno, canjearon corruptela por valiosas e irremplazables vidas humanas sobre las que aun, nadie responde.
Hoy, cumpliría años (75) mi hermano, amigo y compañero de mil y un batallas, Carlos Alberto Fonken Chía, hombre libre y de buenas costumbres por cuyo tránsito a la inmortalidad expreso mi recuerdo emocionado y, el sentido homenaje de quienes lo conocieron, dando fe de lo que representaba como expresión de la lealtad a Haya de la Torre y a sus ideales.
Portador de una amistad a toda prueba y labrada con temple y fraternidad en el tiempo, nos sigue golpeando su ausencia física, esa que, si bien sigue siendo un asunto no resuelto en nuestros corazones, brindó un testimonio de vida que nos sigue conmoviendo.
En los suyos, que son nuestros y, en el universo de compañeros con quienes compartió pasiones, alegrías y tristezas, vive aún el guerrero, el artesano que con paciencia labró la piedra durante su vida terrenal aportando con constancia y amor por la gran obra de ese aprismo secular, un ejemplo que ha cincelado su nombre en la historia del aprismo que signa nuestros pasos estos días.
En su nombre, grito enfervorizado y convencido de una vital verdad: ¡Cuando un aprista muere, nunca muere!

EL APRA EN SU MISMA LÍNEA

La presencia del gran capital con el que se inauguró el capitalismo en nuestros países sin haber superado la etapa feudal, tuvo un efecto inverso al esperado, impidiendo el desarrollo local como consecuencia de la naturaleza dependiente del modelo impuesto y esa noción de sobre-acumulación de riqueza expresada en la cruel explotación que puso mucha riqueza en manos de unos pocos y, sobre la mayoría del pueblo, pobreza y exclusión.

Asi lo sostiene Haya de la Torre cuando denuncia que el atraso y el subdesarrollo entonces, fueron una responsabilidad de quienes detentaron el poder decidiendo cómo, para quien y con quien gobernaban, con las secuelas de la asimétrica economía que impidió dar los saltos cualitativos que pudieron mantenernos -teniendo en consideración el valor de las materias primas- en la vanguardia del siglo XX y, exitosamente, en el umbral de la civilización del siglo XXI si nuestros gobernantes hubieran entendido el sentido de las transformaciones del mundo industrial, asi como, los aportes de la revolución del conocimiento, las tecnologías aplicadas y hasta la inteligencia artificial que a estas alturas resultan comprensiblemente distantes de nuestra realidad.

La doble moral de las derechas persiste hasta ahora en desconocer su responsabilidad en este panorama de oportunidades pérdidas, al punto que, liderando la ofensiva neoliberal del último tercio del siglo XX, sumó a la desnaturalización del proceso de globalización, el anuncio fatal del fin de las ideologías y el ocaso de los partidos políticos, patraña usada propagandísticamente para afirmar sus intereses en una Aldea Global que lo que globalizó finalmente, fueron las relaciones del gran capital financiero internacional, atrapando los mal llamados mercados libres para servir a la dinámica económica de las corporaciones multinacionales que trajeron lesivas políticas fondomonetaristas que frenaron el progreso e impidieron el surgimiento de un modelo capitalista alternativo y menos agresivo de empresarios y emprendedores  nacionales.

Los fracasos del socialismo Soviético y los gobiernos de inspiración marxista fueron tomados en la misma época como el pretexto perfecto para instrumentalizar el desprestigio de la izquierda indoamericana en favor del jurásico discurso conservador que, con impostada narrativa liberal, se esmeró en abrir las puertas a un neocapitalismo que, decían, afirmaría la defensa de la libertad económica, resultando ser, una falacia llamada a convertirse en sostén y paradigma de un sistema salvaje que en contraposición, promocionó una mal llamada democracia con desigualdades sobre la que teorizó la pluma de alquiler de un curioso ejército de opinólogos –personajes sin oficio científico, ni cartas democráticas que los avalen- quienes, desde la estructura comunicacional de la llamada sociedad moderna, empoderaron al practicismo de la real politik para servir al nuevo negocio de las membresías y vientres de alquiler convertidas en los dueños de los partidos políticos, ahora fachadas sin ideología, planes, ni programas creados exprofeso para asaltar el Estado, cual botín pirata.

El fracaso de los ensayos de la vieja y clásica política vendría de la mano de la sinuosa experiencia caviar que hizo por su lado labor de quinta-columna, poniendo en evidencia su pobreza intlectual, la pérdida absoluta de identidad y lo poco que le quedaba de vergüenza a la otrora izquierda comunista camuflada en trajes rosados y ONG´s, debiendo desde entonces el aprismo, asumir el liderazgo y defensa de las propuestas progresistas, acompañando las luchas del pueblo, sobre todo, desde que Victor Raul Haya de la Torre lideró la elaboración de la avanzada Constitución Política del Perú del año 1979 que consagró los derechos sociales y el modelo de sociedad con bienestar en la que Alan García se inspiraría para ejecutar la trascendental obra social legada por su último gobierno, a pesar del impacto de las campañas en su contra y la traición que le hicieron el juego a los enemigos históricos de un aprismo que  no detuvo su acción política, confirmando su firme convicción democrática y la plena vigencia ideológica de su pensamiento progresista, antiimperialista, transformadora y revolucionaria.

A punto de cumplir su primera centuria, el APRA sigue vigenhte y presente como el arma más efectiva en la defensa de los derechos de los trabajadores y centro gravitacional de la política social, más allá de las agendas coyunturales y electoreras que distraen cual cajón de sastre, planteándonos en cambio, como sostenía el propio fundador del aprismo, cambios estructurales que permitan avanzar en el proceso constructivo de la nacionalidad para reunificar la patria sobre objetivos comunes, combatir la antipolítica y volver a esa institucionalidad que las derechas e izquierdas dinamitaron por décadas con consecuencias nefastas. La sociedad moderna lo que necesita, es menos discurso y una democracia real, partidos sólidos cuyos adherentes tengan conciencia suficiente para aportar en la consolidación de un modelo social de progreso, coinvirtiendo al Estado en un agente eficaz y justo árbitro de las complejas relaciones entre el capital y el trabajo, es decir, un modelo que garantice la libertad de los ciudadanos, ponga la economía al servicio del hombre y promueva todo tipo de inversión y propiedad, redistribuyendo con justicia la riqueza obtenida a fin de ir resolviendo los problemas de la gente mientras transitamos hacia una sociedad moderna y desarrollada con una plena democracia política y económica.

La señal que daría luces y marcó distancia de las fuentes del poder mundial la dio Victor Raul Haya de la Torre tras su conocida frase: “Ni con Washington, ni con Moscú“, acaso una proclama visionaria que señala el compás de la indeclinable lucha política que debe mantenerse  sobre una línea moral inclaudicable. Por eso, la confrontación con los gobiernos conservadores que condenaron a la exclusión, la falta de oportunidades  y el hambre a las grandes mayorías nacionales no tuvo, ni tendrá descanso, de la misma forma como tampoco tendrá concesiones la confrontación con la demagogia comunista que antes con Juan Velasco y ahora, con Pedro Castillo, mantienen la estafa de un gobierno autoproclamado sin derecho “del pueblo”, pero que exhibe una aberrante obsecuencia de mediocridad ante la corrupción que apaña esa organización criminal que opera desde el propio palacio de gobierno en estos días.

 

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(*) Fotografia de Victor Raul Haya de la Torre y Albert Einstein de febrero de 1948, en la residencia universitaria del sabio alemán en Princeton, EEUU, lugar donde el premio Nobel se refugió tras la persecución nazi a los judios. Ambas extraordinarias personalidades desarrollaron una relación amical-intelectual que los hizo coincidir en diversos momentos de sus vidas. Aparecen juntos como consecuencia de un libro de homenaje a Romain Rollan que data de 1926  editado por Máximo Gorky y Stephan Zweig; en 1927 a propósito del Congreso Mundial contra la opresión Colonialista o Congreso Mundial Antiimperialista de Bruselas; cuando Einstein se pronuncia en defensa de la vida de Haya de la Torre  al ser apresado y, a punto de ser condenado a muerte, por Luis M. Sanchez Cerro en el Perú (1932), asi como, en  distintos momentos en los que intercambiaron puntos de vista en torno a la relatividad y otros asuntos que serían parte del libro Espacio Tiempo Historico de Haya de la Torre (1948).

RUSIA-UCRANIA: UN NUEVO SIGLO Y LA GUERRA DE SIEMPRE

A pesar de las expectativas que llegaron con el siglo XXI, los sucesos entre Rusia y Ucrania, nos devuelven a los modales hegemónicos de la peor época de la guerra fría URSS-USA. Por eso, la condena de la guerra, sin tomar nota del contexto en el que se produce, ni los intereses en juego, nos puede llevar al simplismo de «pedir paz», mientras enterramos cadáveres y se acumulan sumas siderales producidas por la venta de armamento, todo, como preludio de una conflagración de irresponsables, dramáticas e incalculables consecuencias. 

Estados Unidos, bajo el pretexto de una amenaza rusa sobre Kiev, movilizó destacamentos militares en Europa Oriental, provocando que la Federación Rusa produzca una guerra denunciando a los norteamericanos por alentar la integración de Ucrania a la OTAN, una alianza de países cuya actividad, Moscú siente que afecta seriamente la estabilidad de la región. Es decir, el conflicto ruso-ucraniano esconde la vieja disputa imperial por el control geopolítico que antes nos llevó hacia dos guerras de las que pareciera haberse aprendido poco.

La ofensiva rusa tras las regiones de Donetsk y Lugansk son absolutamente condenables y aprovechadas notoriamente por un neo nacionalismo fascista envuelto en chovinismos -algunos independentistas- sobre los que actúa la misma bota militar que se usaba en la ex Unión Soviética, donde la caída de la “cortina de hierro” y el llamado fin del “socialismo real” no terminaron de liquidar esa noción de identidad totalitaria que el comunismo se empeñó en cincelar para preservar el obsesivo convencimiento comunista “de ser la nación llamada a asumir el rol protector que tenía el social-imperialismo soviético”, un modelo extendido a los territorios que siguen constituyendo en el razonamiento ruso, “parte de su influencia natural”.

Hay que condenar la guerra y acompañar la intervención de la comunidad de naciones en pro de la paz, pero cuidando que, tras todo el activismo entusiasta de estos días no siga moviendo sus hilos (intereses el gran titiritero norteamericano que utiliza una lógica maniquea por la cual “interviene contra quien atenta contra la libertad o necesita preservarla ”, cuando tiene temas pendientes que explicar sobre el mismo asunto en Afganistán, Irak, Libia y Siria.

Solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo, pero sin olvidar que el imperialismo y la opresión son despreciables, sean financiados con dólares o rublos. 

 

 

Gráfico La Razón.es

LA JUVENTUD APRISTA

COLUMNA DEL APRISMO HISTÓRICO Y POPULAR (*)

 

”La JAP es escuela de preparación integral para la vida, en la cual se capacitan y adiestran los luchadores sociales que aspiran a ser los protagonistas y conductores de su destino como integrantes del Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales, en su anhelo de alcanzar la justicia social de PAN con LIBERTAD”

Estatuto de la JAP

Tras cuatro años de intensa labor, 1934 se proyectaba como un año definitivo para la resistencia política en el Perú.  Tras los terribles sucesos revolucionarios que habían sacudido la conciencia nacional y enlutado a la nación, las cárceles se encontraban repletas de militantes y dirigentes del aprismo, golpeándolo sensiblemente y poniendo en riesgo el éxito de la lucha política por las libertades que lideraba. Por esta razón, el día sábado 6 de enero de 1934 -feriado por Pascua de Reyes-, Ramiro Prialé, quien cumplía años ese mismo día, tras una reunión con los hermanos Rodríguez Vildósola y Nicanor Mujica Álvarez Calderón, evaluaba las condiciones de seguridad en las que se realizaría una importante reunión que reuniría a los jóvenes que participaban de las tareas de las células de resistencia clandestinas.

La idea fue incorporar funcionalmente a estos jóvenes y darle sentido orgánico a las tareas del partido, formando un estamento de coordinación institucional que llamarían  Federación Aprista Juvenil (FAJ), organismo antecesor de la actual Juventud Aprista Peruana (JAP), que venía desarrollando una relevante experiencia participativa a través de la Vanguardia Aprista de Choque, la Vanguardia Aprista Juvenil  y el Sindicato Estudiantil Aprista, según los relatos contrastados de los escritores Luis Alberto Sanchez, Roy Soto Rivera y Percy Murillo Garaycochea.

Si bien la asamblea fue coordinada por el propio Ramiro Prialé por encargo del Jefe del partido para el día siguiente, es decir el 7 de enero, esta reconocer el protagonismo que adquirieron los jóvenes en la lucha heroica contra la tiranía. Las bases del aprismo clandestino habían sido sensiblemente diezmadas entre la persecución, la carcelería y la muerte que avasalló a la primera promoción fundadora, por lo que la fuerza juvenil que lideró la respuesta social se convertía en una fuerza de renovación que revitalizaba al partido, refrescó los escenarios de lucha, mantuvo al tope la moral de los combatientes y reavivó intensamente la resistencia civil.

La asamblea de jóvenes del 7 de enero de 1934 fue por eso crucial. Se realizó frente a la primera sede de la Casa del Pueblo, ubicada al final de la cuadra 10 de Calle de Pobres, hoy jirón Lampa, lugar donde, además, funcionaría por años el primer Comedor Popular del Pueblo promovido por el PAP. Así, en el 1034 de dicha calle, jóvenes delegados de todos los Comités de Lima y Balnearios, así como de las células residenciales (provincias) de los variados estratos sociales se juntaron en apretado haz de voluntades para mostrarse como fuerzas activas, disciplinadas y constructivas, agrupándose disciplinariamente sin despertar sospechas en el vecindario, hasta que el compacto, aunque pequeño grupo de no más de 100 jóvenes, se comenzaron a reconocer y, sin liderazgos, se dio inicio a la magna asamblea.

Los registros de dicha reunión aparecen consignados en la edición de la mañana del periódico La Tribuna del día 8 de enero de 1934, en ella, consta la designación de Armando Villanueva del Campo como el primer secretario general de la FAJ, acompañado de Néstor Walqui Pereyra, joven subsecretario encargado de la organización del Comando Juvenil en la que destacaban además,  Nicanor Mujica, Luis Rodríguez Vildósola, Andrés Townsend, Humberto Silva Solís, Armando Villanueva, Pablo Silva, Pedro Jiménez, Biaggio Arbulú, Guillermo Cabrera Charun, Susana Medrano y el “Canillita” Palomino, un grupo humano  imbuido del puritanismo de Haya de la Torre que trataba de dar forma a un movimiento de rescate moral, profundamente doctrinario y de un activismo pleno en el seno del PAP.

Una frase consignada en un cartel colocado sobre la mesa de acreditaciones y registros reiteraba lo que era un mensaje muy común entre los jóvenes apristas, en el que se leía: “Joven prepárate para la acción y no para el placer, porque esa es tu ley”. Los oradores fueron el propio Haya de la Torre, Ramiro Prialé, Luis Alberto Sanchez, Pedro Jiménez, Susana Medrano y al “Canillita” Palomino”, tal como aparece en la nota de La Tribuna, donde se remarca, además, la frase de Haya de la Torre con la que celebró esta ocasión: “La juventud debe sentirse libre de las herencias miserables que nosotros tuvimos que arrastrar”.

Las condiciones generales en las cuales aparece la Federación Aprista Juvenil en el escenario político, están caracterizadas por la ilegalidad del PAP y la acción netamente clandestina de sus dirigentes, un período en el que la juventud actuó como pieza importante para la supervivencia política del partido, debido al rol que cumplió sin otro propósito que el de servir a la causa de Haya de la Torre, tal como quedó evidenciado tras las tres tiranías en las que la FAJ lideró la resistencia de manera directa y protagónica: Benavides 1934-1939, Prado 1939-1945, Odría 1948-1956.

La heroicidad de las juventudes apristas a lo largo de su historia, llenan páginas de gloria en las que aparecen cientos de ejemplos de valor y heroísmo, entre los que destacan Celso Albinagorta, Manuel Cerna Valdivia, Juan Maclean Bedoya, José Melgar, Cruz y Rosado; Pedro “Perico” Chávez (La Tribuna), Luis Cachay y Jorge Pintado (Chap), Victor Alvarado Verástegui (CEA) y Marco Antonio Ayerbe Flores (CUA-ARE) entre muchos centenares de jóvenes que entregaron su vida por la causa de la justicia social que el aprismo representa.

Con la organización de las juventudes apristas, el partido logró fortalecer el Frente Único, vía la alianza con los trabajadores y sus organizaciones más representativas. El Fajista Juan Maclean Bedoya, muerto posteriormente por la grave afección de la inhumana carcelería a la que fue sometido, fue quien desarrolló la estrategia que permitió que las luchas de la FAJ y los sindicatos fueran una sola en el contexto de los combates por la libertad, inaugurando esa extraordinaria solidaridad militante entre ambas organizaciones que nunca más se quebró.

Si bien estas son las páginas que recuerdan en apretada e injusta síntesis, la gloria de una pujante organización popular, ayudan a comprender la dimensión de esta Escuela Integral para la vida, de un proyecto liderado por el propio Haya de la Torre para promover la renovación de los actores sociales que, ya en pleno siglo XXI, debe permitir mantener las mismas valoraciones que fortalecieron al aprismo para cumplir esa tarea de transformación y cambio en busca de justicia social y bienestar, sobre todo, para los que menos tienen, dándole sentido al inmortal mandato que hemos repetido por décadas enteras: ¡JUVENTUD APRISTA: A LA ACCIÓN!.

 

(*) Libro del autor :»LA JUVENTUD APRISTA  El ejército insurgente de Haya de la Torre»

RAMIRO PRIALÉ

Un esfuerzo para reivindicar la honestidad política

Recordando al maestro en el día de su nacimiento…

En un país teóricamente emancipado, pero en el que se mantienen modos cortesanos y un banal espíritu virreinal, donde las oprobiosas exclusiones, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos son una constante, lo que faltaba era que el fatalismo que nos condena al subdesarrollo convenientemente inventado por las oligarquías que detentan el poder, genere el clima propicio para que la corrupción tome por asalto el poder e inicie una grosera sucesión de gobiernos preservadores de los intereses de una élite liderados por impresentables facinerosos.

La opresión, el oscurantismo y la falta de conciencia histórica hicieron lo suyo por su parte, destruyendo los paradigmas de nuestra más cara nacionalidad y ninguneando el sentido trascendente del patriotismo con el que el pueblo había despertado para participar de la construcción de su propio destino, forjando sus organizaciones y conquistando cambios en la noción de la economía y la política, siempre bajo la noble aspiración progresista de la justicia social.

En medio de esa trama visibilizada con nitidez desde inicios del siglo xx, generaciones brillantes siguieron la ruta trazada por J.C. Mariátegui y V.R. Haya de la Torre, aportando singulares cualidades en todos los campos del pensamiento y la acción. Ramiro Prialé, quien había nacido un 6 de enero del año 1904, fue una de las extraordinarias personalidades surgidas desde la entraña de los andes que con indescriptible sencillez se hacía notar en medio de la grosera sociedad de formas oligarcas que imperaba, poniendo al servicio de su país  -con talante y talento personal- una contribución a la tarea liberadora del Perú, como un esfuerzo tangible en el que la solidaridad y las fuertes convicciones democráticas se mezclaban con una honestidad acrisolada que contribuyó, de manera decisiva, a romper con el pasado vergonzante y fortalecer el diálogo entre peruanos y constituirse en la columna principal de la organización partidaria más importante del pueblo trabajador, logrando, incluso en las más aciagas horas de la persecución, la clandestinidad y la cárcel, una resistencia heroica donde, cual predicador del advenimiento de la buena nueva, Prialé aparecía anunciando vehementemente la esperanza aprista de mejores tiempos.

Ramiro Prialé llegó a la política para participar activamente y cambiar esa pesada carga de traiciones y miserias de la que está llena la historia oficial del país, superando con mucho esfuerzo su propia condición de hijo del pueblo y aprista, imponiendo los objetivos trazados durante toda su vida, es decir, luchar contra la pobreza y la exclusión de las provincias, convirtiéndose -desde su condición de militante de un progresismo proactivo-, en un pilar de la convivencia ciudadana y ese diálogo entre peruanos que se mantuvo a pesar de la coyuntura y las diferencias ideológicas. Gracias a él, la idea del Diálogo nacional, el Proyecto país y el Programa Perú se integraron al discurso político, al punto que hay períodos donde la democracia le debe a este genio, la posibilidad de existir.

Fue perseguido y encarcelado catorce años, sumando otros períodos de destierro por defender las libertades. Pagó en el destierro el costo de su lealtad al partido del pueblo con una penosa e irreversible situación familiar, circunstancia que, sin embargo, jamás le arrancó una expresión de rencor, permitiéndole deponer sentimientos personales privilegiando el interés de la patria que en varias oportunidades lo terminó acercando a sus propios perseguidores. En el plano personal cumplía con todas las invitaciones que recibía y asistía puntualmente a los sectores partidarios, sindicatos, organizaciones sociales y grupos que los requerían -aún a los más pequeños y distantes-, escuchando con real interés las preocupaciones cotidianas en el lugar que fuera abordado. Visitó los hogares de sus compañeros e innumerables ciudadanos –aun cuando no tuvieran una estrecha relación con él- alentando a los familiares de los presos o enfermos a mantener la fe en la causa que los unía. Contribuía anónimamente en cuanto le era requerido por propios y extraños, permitiendo a los angustiados que lo buscaban, sobrellevar sus problemas y resolverlos con la diligencia posible. Llegaba de improviso a las celebraciones de cumpleaños, bautizos o, simplemente, para acompañar a la familia de un número impreciso de fallecidos a los que despidió personalmente.

Haya de la Torre depositó toda su confianza en él  por largos períodos y por ello, le encargó dirigir su partido, contribuir personalmente a organizar las juventudes apristas y a los Chicos Apristas Peruanos (CHAP), tarea en la que, en su condición de profesor, pudo liderar la defensa de la gratuidad de la enseñanza, consolidando el sueño de las generaciones precursoras de hacer del aprismo, no solo un gran movimiento de masas, sino fundamentalmente, un partido escuela.

El gran organizador político, el impulsor proactivo de inquietudes ciudadanas, el dirigente honestísimo, el parlamentario culto, hábil y el eficiente presidente del senado impuso el mejor de los estilos, la palabra serena y cumplida preservada con el gesto viril de un exigente maestro, predicando, además, con el ejemplo de su propia vida. Los rasgos duros de su rostro andino contrastaban con su mirada tierna y el gesto fraterno de sus manos al abrazar a todos. El poeta Alberto Valencia ha dicho que, “como hijo legítimo del pueblo, bregó por formar –desde el aula o en el poder-, una falange de jóvenes superiores -moral y espiritualmente- para hacerlos parte de esa raza especial de hombres dignos, que impusieron, con el ejemplo de su vida, una nueva moral política”.

La dramática crisis moral que sobrevino en el país compromete su legado y nos lo devuelve en su lucha sin cuartel contra el aprovechamiento del poder. Con una conducta pública y privada intachable, su recuerdo se levanta sobre la miseria moral para reclamar cambios urgentes antes que el robo y la corrupción se conviertan –falsamente- en una constante e inevitable normalidad.

Aprendí mucho de su enorme capacidad reflexiva y de su fraternidad. Me agobió siempre, sobre todo, cuando respondía con una sonrisa los cuestionamientos y los insultos. En la fraternal y franciscana reserva de su hogar  ubicado en el pujante distrito limeño de Jesús María, nos recibía al culminar las jornadas de labores y allí lo escuché -grande y genial- hasta que las madrugadas nos asaltaran en medio de anécdotas, preocupaciones y los sueños entusiastas de un veterano que, a diferencia de otros, mantuvo hasta el último aliento, un proverbial espíritu guerrero y un aprismo permanentemente activo, futurista y joven.

El 25 de febrero del año 1988 falleció, dejando un legado de amor inmenso por el Perú, y la obra de Haya de la Torre intacta, lo que debería ser difundido intensamente. Sin embargo, hoy, muchos jóvenes no lo identifican porque la historia oficial prefiere mantener en sus páginas a personajes que compraron un sitio en  sus registros con dinero y poder, mientras don Ramiro partió –a pesar de todo el poder que dicen que tuvo- en la pulcritud de la sencillez de un hogar discreto y una decencia ejemplar que fueron parte de una actividad política a la que entregó todo, guiado siempre por el ideal de darnos un país de posibilidades que, como lo hacen los grandes maestros, brindó una inolvidable lección de honestidad que bien valdría la pena recordar y enseñar en estos tiempos de absoluta orfandad moral y miseria política.

 

¿QUÉ HAY TRAS EL SOMBRERO?

Sendero Luminoso, la quinta espada, o una estafa

La derecha peruana que ve fantasmas en todos lados, sigue sumida en complejos y añoranzas oligárquicas que la mantiene envuelta en una especie de esquizofrenia que la hace actuar en función de una realidad que existe solo en sus mentes, pero que, al mismo tiempo, niega las dramáticas voces de esa nación agónica que, por siglos, desde las provincias y los nudos de pobreza, exige cambios.

                 Más preocupados en proteger el estatus y los privilegios, los conservadores creen que la división de los peruanos los favorecen, renunciando a fomentar una mejor y menos conflictuada convivencia social que empiece descartando las mañas usadas durante el siglo pasado, cuando el civilismo y el latifundio impulsaron el antiaprismo como un movimiento destinado exclusivamente a confrontar al país pobre, tratando de frenar cualquier atisbo progresista, financiando incluso, proyectos partidarios de endeble consistencia conceptual e ideológica para “mantener el orden a toda costa” incluso, abriéndole  las puertas al fascismo y esa criminal asimetría de la economía rentista que liquidó en nuestros países todas las oportunidades para los pobres, postergando el desarrollo popular y negándose a la construcción de una real ciudadanía, por cuya ausencia, se explica el alarmante e insulso protagonismo de gobernantes mediocres (de todos los pelajes, incluso de izquierda) que accedieron al gobierno, pero para “hacerse de los recursos públicos”, favoreciéndose con la administración corrupta de la cosa pública, en medio de una vergonzosa y continua impunidad.

                 Solo por mencionar algunos ejemplos, la «desinteligencia» histórica de la derecha (y su desconocimiento de la solidaridad)  han sido siempre de tal nivel, que fue capaz de concentrar esfuerzos y recursos para defenderse cuando se afectaron sus bienes y linaje. Sucedió en la gesta emancipadora cuando se calló la voz de las montoneras indígenas para privilegiar otras gestas, sucedió también en plena Guerra del Pacífico cuando se postergó el heroísmo de soldados del pueblo para encumbrar a miembros de la oligarquía terrateniente, políticos y hasta algún gobernante que huyó con parte de los recursos obtenidos para las armas de la defensa en plena guerra; pasó también en los tiempos del velascato cuando financiaban y «se enfrentaban» cómodamente desde el extranjero al estatismo militar y, sucedió también en 1987, cuando una ley de estatización de la banca se abría paso en un momento en el que los recursos de la nación fugaban en escandalosos círculos financieros de aprovechamiento, mientras el pago de la deuda externa nos dejaba sin recursos para educación, alimento y desarrollo, condenando a las mayorías a la miseria absoluta y, en consecuencia, a la muerte, cuando el terrorismo hacía que los ricos reforzaran su seguridad personal, protegían tras parapetos sus mansiones y redoblaban la defensa de su infraestructura empresarial, claro,  tras enviar a sus hijos y familias a vivir en el extranjero.

                 Entonces, fue al pueblo al que le tocó hacerle frente al senderismo terrorista del Partido Comunista que, en los años 80-90 del siglo pasado, sembró de terribles pérdidas económicas y muerte a nuestra nación. Los pobres, contra quienes Sendero Luminoso disparó, promovieron por eso, las rondas, la autodefensa y elevaron su conciencia democrática, ofrendando por miles sus vidas, como víctimas heroicas de la insania. El dato, sin embargo, no es intrascendente, gráfica de alguna manera el viejo drama del Perú en el que unos luchan por la patria y otros solo miran, corren de miedo, se movilizan en autos blindados o, simplemente, se van del país. La guerra ideológica, política y militar que se le ganó al terrorismo, fue a pulso, quebrándole el espinazo a la subversión y perdiéndole el miedo a estos miserables a los que les arruinamos el llamado equilibrio estratégico que buscaban atacando objetivos civiles, logrando que sus  principales dirigentes purgaran prisión, no por razones políticas como arguyen ahora, sino, por los asesinatos de humildes campesinos, de gente trabajadora, de dirigentes sindicales, sociales  y políticos a quienes les quitaron la vida en nombre de una guerra popular inexistente y un  caricaturesco “presidente Gonzalo” que dirigía sus hordas desde un cómodo y frugal escondite.

                 Sin embargo, pese lo descrito, el Perú pudo enrumbar su destino y reconstruir su democracia sin perder de vista el actuar de los remanentes terroristas ahora vinculados al narcotráfico, esfuerzo en el que algunos irresponsables, metidos a opinólogos, carentes de seriedad científica y razonamiento antropológico, aportaron poco, al plantear estrategias practicistas que apostaron por un entendimiento de la coyuntura bajo la guía de la frase “bajo el sombrero está sendero”, que fue el argumento que se convirtió en poco tiempo en un grito  rentable políticamente para la oposición al gobierno actual de Pedro Castillo, pero que dice poco del problema de fondo que significa en ese gobierno, la presencia de terroristas.

                 Expresado con claridad, Perú Libre ganó las elecciones, sin embargo, es una organización minúscula, sin bases populares, poco representativa. Pedro Castillo por su parte, es un dirigente sindical, radical, con presencia sobre todo en la actividad magisterial, sin embargo, no es un líder popular, no destaca por su oratoria, tampoco genera una extraordinaria adhesión de masas, ni posee cualidades de estadista. Literalmente, se encontró la presidencia del país y desde entonces, son más los errores que los aciertos producidos los que muestran su casi nula trascendencia, hecho al que suma el pésimo nivel de su entorno lleno de entusiastas desorientados y con marcadas carencias intelectuales y morales. Naturalmente, a nadie, seriamente, se le podría ocurrir señalarlo como la quinta espada de la revolución mundial tras Lenin, Stalin, Mao y el propio Abimael, cuyo nombre por cierto, en esa lista, ya era por sí misma, un despropósito, como lo son Vladimir Cerrón o el misógino “Puka” Guido Bellido, personajes anecdóticos en la historia de la izquierda peruana cuyo activismo será siempre marginal, pese, que resultaron  protagónicos gracias a los grandes medios de comunicación que les regaló harta propaganda y la candidatura rechazada de la fujimorista «señora K»,  hecho que los condujo a Palacio de Gobierno.

                 Lo endeble de la casi inexistente organización partidaria de Perú Libre, convertida ahora en una organización criminal, permitió su copamiento en plena campaña electoral por parte del Movadef, los familiares de los llamados «presos políticos» y otras organizaciones que laboraron políticamente tras Sendero Luminoso antes y después de su capitalutación, buscando “sombrearse” para acceder y usar al Estado democrático (burgués) y desde allí consolidar algunas de sus acciones estratégicas, mientras, por otro lado, la crisis política y la ausencia de los partidos políticos, perseguidos, desmovilizados e impedidos de participar en los últimos procesos electorales, les dejó libre el escenario al que se sumó esa lumpenería que ingresó al Parlamento y consolidó el rechazo de la gente a una democracia que no les resuelve los problemas y que sigue usando Sendero Luminoso para flotar, mutar y reagruparse, mientras los demás miran al lado equivocado.

                 Las crisis gubernamentales producidas han sido motivo suficiente para explicar la caída libre de las adhesiones del presidente y el gobierno en tan poco tiempo, incluso, el hecho que algunos parlamentarios de Perú Libre (partido que llevo a P. Castillo al gobierno) deslicen la posibilidad de apoyar una «vacancia presidencial por incapacidad moral», constituye una señal que parece ser suficiente para los insulsos que desde la derecha y el oportunismo, creen que esa vacancia presidencial, resolverá los problemas políticos, económicos e institucionales que vivimos, sabiendo que el remedio (como pasó con la sucesión de Vizcarra) podría ser peor que la enfermedad si es que es la vicepresidenta Boluarte quien termina conduciendo al país. Insistir, por tanto, en los signos del grosero fraude realizado por el JNE y en consecuencia, exigir nuevas elecciones generales, parece ser el único camino, supera una «vacancia» con tufo ha negociado y opta por un camino que solo el aprismo exploró y alentó oportunamente, adelantándose a lo que sucedería tras las groseras repartijas congresales en la que todo parece ser negociable y que promueve el gobierno con algunas de las mal llamadas fuerzas de oposición.

                 Ni lo que queda de Sendero Luminoso y sus organismos de fachada -ahora activando en el partido Perú Libre-, ni sus eventuales colaboradores de la facción del Partido Comunista del Perú Patria Roja, denominada Pukallacta, imaginaron jamás gobernar el país, por esa razón, no saben quehacer, mientras hay quienes son llevados de las narices tras un sombrero que, por lo que nos muestran los últimos escándalos, solamente se usa de día, mientras de noche, se reemplaza por un gorro que en ambos casos esconde a un mediocre corrupto cuando es únicamente un señuelo para opositores  despistados.

                 Las secuelas del terrorismo están activas en el VRAEM, hay también una labor política en centros obreros, universidades y escuelas, una presencia política y propagandística en frentes de defensa y organizaciones de base, mientras el Movadef  desarrolla una estrategia de presencia social que hay que mirar con cuidado porque aprovecha la falta de memoria respecto del terrorismo ayudado por el tiempo transcurrido y la debilidad del sistema que le permite consolidar adhesiones y nuevas presencias desde la tribuna congresal que usa de un inocente, indefenso y simbólico lápiz como logotipo e imagen para abrir sensiblemente espacios en el marco de una estrategia en la que el inefable P. Castillo podría perfectamente ser vacado por sus indefiniciones y corruptelas, pero sobre todo porque objetivamente, cada vez parece servirle menos a  los radicales  tras el poder.

 

 

 

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