La Internetón de la fraternidad…
Han pasado muchos años y tal vez poca gente recuerde la naturaleza del aluvión popular que significó el advenimiento del mensaje de Victor Raúl Haya de la Torre en los turbulentos años 30 del siglo pasado, ni, cómo las exigencias morales de su llamado a un auténtico nacionalismo, produjo profundos cambios en la política latino o Indoamericana.
Hacia finales del siglo XX, el mercantilismo y la corrupción tomaron por asalto la política prevaleciendo el sesgo mercantil que caracteriza a sociedades empeñadas en el “éxito económico”, sin mirar su entorno, ni darle al ser humano el lugar que le corresponde.
Caminamos en ese entorno, casi a ciegas, buscando logros personales y nacionales hasta que la pandemia producida por el Covid-19 llegó de improviso para mostrar lo peor de sociedades que, por el imperio del neoliberalismo, se dieron al individualismo descartando la importancia de los servicios de salud y la protección del medio ambiente, en medio de un desinterés por los social y un desprecio por lo público que prueba la inconcebible falacia que argüía que “las ventajas de modernidad, solo son posibles exclusivamente con un mercado libre”. Pues bien, la pandemia nos devolvió a escenarios que creíamos superados y probó lo fatuo del interés privado por la gente. En este estadío, volvieron percepciones que bien vale la pena analizar a propósito de un acontecimiento que ha tocado fibras muy sensibles, recolocando a la gente, sobre todo a los más pobres, en el rol protagónico en la construcción de su propio destino.
Las sociedades, no solo están compuestas de política, cotidianidad y titulares de primera plana que pretenden llevar de las narices a la gente hacia los ambientes de la incertidumbre y la impunidad, también contiene seres humanos, individuos llenos de percepciones y emociones con las que construye o destruye su futuro, es verdad, pero que, cuando reúne amor y política –como sucedió con Haya de la Torre-, entonces reaparece esa fuerza vital y avasalladora que en 1930 acabó con la opresión oligárquica, y ahora vence prejuicios, complejos y exclusiones para imponer criterios de unidad, solidaridad y liderazgo que, en el marco de las complejas relaciones humanas que nos han rodeado siempre, NOS PERMITE luchar contra el letargo y el “sálvese quien pueda” que nos regaló inhumanamente el gobierno, dando una lección que coloca cualquier interés menor, por debajo del de la gente.
Lo vivido de manera extraordinaria este 11 de julio en la llamada Internetón de la fraternidad del APRA, merece ser ponderado con letras mayúsculas, porque en este evento, sus dirigentes mostraron liderazgo, presentaron un movimiento organizado, dieron cuenta de una legión de trabajadores dispuestos e incorporaron a minorías excluidas que, en conjunto, produjeron uno de los acontecimientos humanos más sentidos que se haya visto en los últimos tiempos y, especialmente, durante toda la pandemia. La reunión de miles de miles de ciudadanos adhiriéndose a este singular ejército civil de la solidaridad, valora la historia del aprismo y da consistencia a la ayuda a las familias que sufren las consecuencias del Covid-19 que se beneficiaran tras esta maratónica jornada de 18 horas de solidaridad a través de distintas plataformas en la internet, testimonio de la valoración política del amor a la gente, que es, en sí misma, un ejemplo que debería ser replicado incluso por el gobierno.
Quedará registrado que, tras más de un centenar de días de angustia, dolor, muerte, mentiras oficiales y desolación, cuando los peruanos éramos golpeados por la incapacidad y la indolencia gubernamental, hubo una extraordinaria manifestación política de amor por el Perú, que nos puso de pie y reunió no sólo a los apristas, sino, a muchos ciudadanos libres del mundo, bajo el influjo moral de Haya de la Torre, mostrando cómo se extiende una mano solidaria y de qué forma se hace política de servicio. Señores, simplemente, el APRA, volvió a lo suyo.